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Yo cambié tantas veces de sol
y de arte poética
que aún estaba sirviendo de ejemplo en cuadernos de melancolía
cuando ya me inscribieron en los nuevos catálogos de los
optimistas,
y apenas me habían declarado oscuro como boca de lobo o de
perro
denunciaron a la policía la simplicidad de mi canto
y más de uno encontró profesión y salió
a combatir mi destino
en chileno, en francés, en inglés, en veneno, en ladrido,
en susurro.
La barcarola (1967)
"Como Goethe, Neruda parece haber sufrido más de una
metamorfosis, en su ya larga carrera; parece haber dejado abandonada
para siempre la piel juvenil de sturmer; haber renegado definitivamente
de su melancolía y su desorden, y haber asumido un clasicismo
que (mutatis mutandis) recuerda al del otoñal Apolo de Weimar.
Ahora que se acerca a los setenta, Neruda puede mirar hacia atrás
y descubrir, en los cada vez más gruesos volúmenes
de sus Obras Completas, en los premios que no cesan de coronarlo
de laureles, en la multiplicación incesante de sus libros,
viejos y nuevos, esa imagen definitiva del poeta, tel qu'en lui
meme en fin l'eternité le change. Es esa mirada retrospectiva,
la que Pablo Neruda empieza a echar ya en el Canto General
(1950) y que se acentúa en las Memorias de O Cruzeiro
(1962), para culminar en el vasto Memorial de Isla Negra
(1964), con que el poeta mismo celebra sus sesenta años.
En esa mirada, él registra sus cambios de piel, define sus
crisis, glosa los ya numerosos avatares. Un Neruda cambiante y sucesivo,
una imagen que no cesa de alterarse, una sucesión de personae
poéticas. La mirada retrospectiva registra el cambio.
Pero también certifica la permanencia.
Porque la paradoja de estas mudas de piel, de
esta incesante metamorfosis, es que el poeta cambia para seguir
siendo el mismo. Los cambios (como he tratado de mostrar en la parte
biográfica de El viajero inmóvil (1)
tiene un sentido unívoco: permitir al poeta desarrollarse
a lo largo de una obra y de una vida de constante exigencia creadora;
sostener al poeta en su movimiento central sin paralizar la posibilidad
de la aventura. Por eso, Neruda (como Goethe) cambia sin descaracterizarse,
asume nuevas máscaras para expresar mejor la persona
única, huye para quedarse siempre clavado en su mismo centro.
Pero si se deja de lado la peripecia biográfica y se atiene
uno solamente a los textos del poeta, también es posible
ver en su sucesión contradictoria, en la muda de piel de
su estética, el mismo fenómeno de cambio e inmovilidad,
de aventura y orden.
De los muchos enfoques posibles de este tema quisiera hoy elegir
uno que me parece contribuye a aclarar completamente el proceso.
Es el que consiste en el análisis de una estética
explícita en la obra de Neruda. Y digo explícita
porque todo poeta tiene su estética aunque no se cuide de
expresarla explícitamente, e incluso aunque (como M. Jourdain
con la prosa) la tenga sin saberlo. No. En el caso de Neruda no
es así. En muchos momentos de su obra el poeta ha expresado,
muy explícita y deliberadamente, cuál es su Arte Poética.
Esas declaraciones asumen, a veces, la forma de un poema, en la
mejor tradición horaciana. Otras veces, son textos en prosa,
artículos críticos, hasta declaraciones periodísticas.
Pero en estos textos, a través de ellos, es posible recomponer
una estética explícita y hasta programática
de Pablo Neruda.
Subrayo una vez más el adjetivo explícita
porque existe desde hace tiempo el prejuicio de que Neruda es un
poeta volcánico y torrencial, intuitivo, desconocedor de
las reglas del arte. Incluso circulan por ahí trabajos de
quienes le cuentan las sílabas, o le corrigen la puntuación,
o le prosifican los versos para que queden más claros. Todo
eso está bien, si se acepta como la inevitable labor pedagógica
de la crítica, la puesta en limpio de un texto complejo,
para hacerlo más accesible al lector o especializado. Pero
estos derechos de la crítica no nos deben hacer olvidar los
derechos de la poesía. Y menos aún nos deben hacer
olvidar que el poeta (sí, este mismo poeta volcánico
y torrencial) sabe más de lo que parece, conoce muy lúcidamente
su oficio, tiene una poética, o varias.
El volcán, el torrente, también tienen sus leyes,
su sistema.
De manera que una exploración, así sea preliminar
como la que podré efectuar ahora, de la estética de
Pablo Neruda puede ayudar a situar lo que he llamado el sistema
del poeta. Es decir: el conjunto de reglas, o principios, que
rige muy explícitamente su poesía. Para llegar a definir
ese sistema, esa estética, me apoyaré en textos de
distintas épocas y distintos orígenes. Algunos son
muy conocidos, y han sido harto glosados por la crítica;
otros lo son menos, pero merecen ser más difundidos. En todos,
la preocupación del poeta por definir su poesía (y
por definirse) alcanza las condiciones básicas de lucidez
e intuición que garantizan el acceso al sistema completo.
II
El primer texto que invoco ahora es el poema que se titula, muy
explícitamente,"Arte poética", y figura
en la primera parte de Residencia en la tierra
(1933). Ya Amado Alonso le ha dedicado algunas páginas de
su admirable y discutible estudio: Poesía y estilo de
Pablo Neruda (1940). Otros críticos, en particular Alfredo
Lozada, han comentado y ampliado las observaciones de Alonso. (2)
Aquí me propongo examinar el poema desde un ángulo
algo distinto. Dice así:
Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores
-posiblemente de otro modo aún menos melancólico-
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí,
con melancolía
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso. (3)
En cuatro lugares distintos de su libro ha examinado Alonso con
algún detalle el poema. La primera vez es para indicar su
tema general:
Hay en este poema unos bastidores de sombra y espacio,
de sueños funestos, frente pálida y marchita, campana
ronca, espejo viejo, olor de casa sola; y en este escenario, la
sed de agua invisible. El anhelo, que lleva en sí esperanza
y promesa de logro: goce de amar y goce de poetizar: (...)
La angustia le asalta, pero es una angustia indirecta,
como si se sintiera temeroso de ladrones o fantasmas. Su poesía
es el viento repentino que le azota el pecho y le pide lo profético
que hay en él. El acento se pone en esta afirmación
y exaltación de sí mismo y de su chispa sagrada. Por
eso la atmósfera es de melancolía, no de congoja,
en este golpe de objetos que llaman sin respuesta. (24)
El resumen parece adecuado y no deja de señalar ninguno
de los aspectos básicos del poema. Pero es un resumen, o
glosa, de su tema y su punto de vista, únicamente. Unas páginas
más adelante, en el capítulo II, titulado "Intuición
y sentimiento", intentó Alonso un análisis más
pormenorizado de la estructura de imágenes del poema. Empieza
con una nueva síntesis que es, pedagógicamente, muy
acertada:
El poema, que consta de una tirada única de
21 versos, expresa en los 15 primeros el ácido gusto de boca
que le deja la vida (1-14, autorretrato con cuatro rasgos característicos;
5-9, anhelos de romper el círculo angustioso de su soledad;
10-15, como respuesta a esos anhelos y a su dolorosa sensibilidad,
contemplación de la inetivable degradación de su propio
ser); en los 6 versos últimos, la gloriosa compensación
del don poético y de su ejericio. (...)
El objeto contemplado es su propia persona en medio
de la vida y el mundo. La intuición, mucho más honda
que la mera percepción inteligente, busca y configura el
sentido último del objeto. Y el sentido configurado por la
intuición del poeta debe ser la expresión justa del
sentimiento con que el poeta se ve a sí mismo en la perpetua
desintegración y degradación en que consiste la vida
le conjura imágenes de cosas desgastadas, quebradas, envejecidas,
ensuciadas, envilecidas, sórdidas, tocadas de la ruina. No
cosas de por sí sin valor, sino cosas cuyo valor está
en caducidad. (30-31)
A continuación, Alonso analiza con algún detenimiento
ciertas imágenes de los versos 5-15. En otro pasaje de su
libro (pp. 52-57) vuelve sobre la primera parte del poema, hasta
ese verso 15 que sirve de puente o bisagra, entre las dos partes.
El crítico español descifra imágenes, prosifica
y descodifica esta poesía que a él le parece singularmente
hermética (como lo indica el subtítulo de su libro)
y singularmente negativa. Ya veremos hasta qué punto es posible
admitir estos términos. La última referencia extensa
a este poema ocurre en el capítulo VI, "La forma".
Allí Alonso dedicó un párrafo largo a comentar
precisamente los seis últimos versos, aquéllos que
había pasado por alto en el análisis detallado del
capítulo II. Dice entonces:
Es una concepción neorromántica de
la inspiración, que guarda de la romántica la actitud
receptiva y profética del inspirado, pero que en lugar del
misterioso ente inspirador, espíritu universal que insuflaba
en el inspirado un sentido, una forma de la realidad, ahora pone
a la realidad en su realísimo desorden, en su movimiento
sin tregua, pidiendo lo profético que hay en el poeta, llamándolo
sin más respuesta que un nombre confuso. El nombre
confuso, lo informe del poema, tiene que expresar simbólicamente
lo informe de la realidad. (134)
De inmediato, Alonso trata de situar esta forma de poetizar de
Neruda en el contexto de la poesía contemporánea:
En esta desestima de la forma y en este concepto
de la inspiración poética parecen haber influído
las fugaces escuelas de los futuristas y superrealistas franceses
(Blaise Cendrars, Louis Aragon, etc.), cuyo programa era dejar que
se cumplan las asociaciones psíquicas sin entrometerse el
poeta con propósitos de forma, dejarse invadir por el caótico
espíritu universal y obedecerle poéticamente, sin
colaborar con él más que con "cierta orientación
al poema", como si la misión de la poesía fuera
no tanto la creación de mundos de sentimiento y fantasía
cuanto el sentir una presencia oculta de algo misterioso
y extraño al mundo práctico de nuestra inteligencia:
es el sentido que tiene ese "golpe de objetos que llaman sin
ser respondidos".
Los superrealistas franceses, se desbandaron pronto,
y en los diez años de poesía recogidos con Residencia,
Pablo Neruda ha ido abandonando la pura aventura a la deriva, para
dar cada vez más lugar a sus fuerzas poéticas creadoras
y a lo que en la poesía hay de forma. (134-135)
Es posible estar de acuerdo con Alonso en la interpretación
general de este poema, en particular con lo que él observa
en la página 24 y completa con el análisis de imágenes
de las páginas 30-31. Aunque hay en esta
parte de su escolio algún error (en la p. 32 hasta cita mal
el verso 15), la caracterización de este aspecto del poema
es acertada. (4) Alonso ve bien sobre todo dos
cosas importantes: (a) el objeto del poema es el poeta; (b) la poesía
es una compensación ante un mundo que se desintegra. También
describe acertadamente el origen romántico de la inspiración
del poeta (p. 134) y el carácter predominantemente negativo
de esta etapa de la producción poética de Neruda.
Pero hay otras cosas en su análisis que son muy discutibles,
o que implican una incomprensión muy grave no sólo
de aspectos básicos de la poesía de Neruda sino de
toda la poesía contemporánea. En primer lugar, examinemos
ciertas omisiones en lo que se refiere al carácter negativo
de esta poesía. El verso 15 dice explícitamente:
-posiblemente de otro modo aún menos
melancólico-,
Subrayo el aún menos porque Alonso omite hacerlo.
Sin embargo, la importancia de esta matización dentro del
tono negro del poema no puede ser pasada por alto. A partir de este
verso, el poema se vuelve sobre sí mismo y cambia completamente
el sistema de imágenes. La visión
negra de los primeros catorce versos que la palabra melancólico
había situado tan precisamente ("melancolía"
es bilis negra, en la etimología más acertada) resulta
ahora transformada. (5) El poeta da lugar a toda
una serie de imágenes cuya raíz afectiva no es la
angustia, ni la desesperación, ni la melancolía. Por
el contrario, un sentimiento de unidad oscura con el cosmos se apodera
de él. Aunque Alonso ve bien un aspecto de la transformación
-en la página 24 indica que "el acento se pone en esta
afirmación y exaltación de sí mismo y de su
chispa sagrada"-, sin embargo no ve del todo bien la metamorfosis
que se ha producido en los últimos seis versos y sigue insistiendo:
"Por eso la atmósfera es de melancolía, no de
congoja, en este golpe de objetos que llaman sin respuesta".
El error consiste en creer que la melancolía de los primeros
catorce versos sobrevive al descubrimiento de la vocación
profética en últimos seis. Alonso registra, en la
página 24, la presencia del "viento repentino que le
azota el pecho y le pide lo profético que hay en él".
Pero no registra, ni analiza, las otras imágenes que acompañan
a ese viento. Es decir: anota el viento, viento de origen romántico,
victorhuguesco y apasionado, pero no comenta para nada las noches
de substancia infinita, también de clara estirpe romántica;
ni registra ese día que arde con sacrificio (qué palabras
clave: arder, sacrificio). Y por eso, la llamada de lo profético
que hay en el poeta queda reducida para Alonso a la inspiración.
En una nota a las páginas 30-31, en que hace la prosificación
del poema, los versos 15-21 se condensan en este telegrama:
... pero de pronto, la inspiración me llama
y en el poetizar encuentro el confuso sentido que me niega la vida.
(31)
El don profético es algo más que la inspiración.
Los seis versos finales del poema sintetizan una
estética de la poesía como profecía, de la
poesía como algo que está surgiendo del fondo más
abismal del mundo y del poeta, de la poesía como iluminación,
como rito y como salvación. De todas estas notas, Alonso
sólo reconoce la inspiración y la salvación.
Se le escapa precisamente lo más significativo: la apelación
a lo profético. (6)
Lo curioso es que Alonso había encontrado, en las páginas
134-135, la exacta filiación estética de Neruda. Allí
indica su vinculación con el romanticismo y con el superrealismo.
Pero si se repasa su caracterización de este aspecto en la
poesía de Neruda, se podrá ver por qué Alonso
se equivoca; y tan gravemente. Su síntesis de la raíz
romántica de la poesía de Neruda refleja una concepción
simplista de la inspiración como un "misterioso ente
inspirador". Y opone a ese misterioso ente la "realidad".
Pero en la poesía romántica de más profunda
inspiración (pienso en Blake, en Hugo, en Hölderlin,
en Nerval) las cosas no ocurren así. Como tampoco ocurren
así en Neruda. No hay un "espíritu universal",
separado y opuesto a la realidad: hay la realidad, en todas sus
dimensiones. Y la operación que habrá de realizar
Neruda (sobre todo en Residencia en la tierra) es dar voz
a esa realidad total, en sus contradicciones, angustias, confusiones,
melancolías, pero también en sus golpes de misterio,
de profecía, de plenitud.
De la misma manera se equivoca Alonso al hablar del superrealismo.
En primer lugar, se confunde al citar juntos el futurismo (movimiento
efímero aunque interesante) y el superrealismo, movimiento
que lejos de ser fugaz, y de haberse desbandado, como dice Alonso
en 1940, ha continuado existiendo, evolucionando e impregnando la
poesía y el arte de este siglo. Del vasto y complejo superrealismo,
Alonso sólo cita a Cendrars y a Aragon, aunque incluye en
una nota una cita del primer Manifiesto del Superrealismo,
de André Breton (1924). La perspectiva, aún en 1940,
es totalmente insuficiente. También erra Alonso al ver la
escritura automática como el centro de las pesquisas superrealistas.
Una lectura atenta del Manifiesto, le hubiera permitido ver
que se trataba de una revolución completa en la manera de
aprehender la realidad. Y que no perseguía una ausencia de
forma sino la búsqueda de formas que permitan un acceso total
a la realidad. La última cosa importante que se le escapa
a Alonso es la relación entre lo que él llama el neorromanticismo
de Neruda y el superrealismo. Breton y los suyos no sólo
proclamaron una poesía nueva y moderna. También reivindicaron
al romanticismo, y en particular algunos de sus genios más
soslayados, como Blake, el Marqués de Sade, Lautréamont.
Si Alonso hubiera entendido mejor a qué
fase de romanticismo profético estaba vinculado Neruda; si
hubiera visto más hondamente sus conexiones (simpatías
y diferencias, en realidad) con el superrealismo, entonces su análisis
de "Arte poética" no habría sufrido de tantos
errores y omisiones.(7)
La poesía que Neruda propone en su "Arte poética"
es, pues, una poesía profética. No una poesía
sólo hermética, como cree Alonso. La confusión,
el caos, la oscuridad, la melancolía; sí, todo eso
existe y esta allí. Pero también hay algo más.
Hay una metamorfosis del poeta y del mundo que empieza en el verso
15 y que permite a Neruda ver en lo oscuro, encontrar su camino
confuso a través del don de la profecía. El
error de Alonso puede explicarse tal vez, por su propia formación.
Alonso llega a Neruda por el camino de Góngora y de la lectura
de Góngora que hicieron en España los poetas de la
generación del 27.(8) Aunque en muchos
aspectos, la poesía de Góngora ha dejado su huella
en la de Neruda, el poeta chileno es de otra estirpe que su maestro
cordobés. Su filiación está, como ya he indicado,
en ese tipo de poeta profético que fue William Blake a fines
del siglo dieciocho y comienzos del diecinueve, que fue Víctor
Hugo en buenas partes de su vastísima obra, que fue Lautréamont
en los Chants de Maldoror, que fue Walt Whitman en sus Leaves
of Grass. La multiplicidad y complejidad y oscuridad del mundo
se expresa para ellos, como para Neruda, a través del trance
profético. El poeta es, en esta concepción, el espacio
donde el viento y la noche y el día que arde se encuentran
para suscitar por medio de la palabra el don profético. Desde
el mismo vortex de esta conflagración de elementos y sustancias,
centrado en la oscuridad y el movimiento, el poeta habla. Ahí
esta la raíz del canto.
III
Es posible llegar a esta conclusión por otro camino. En
testimonios que sólo se han conocido muy posteriormente al
libro de Alonso y que, por lo tanto, este no pudo haber utilizado,
Pablo Neruda ha confirmado esta visión profética de
su poesía. Me refiero, es claro, a las cartas que envió
el poeta a José Santos González Vera,
el fino humorista chileno, y a Héctor A. Eandi, escritor
argentino con quien mantuvo una larga amistad epistolar. Estas cartas
pertenecen a finales de la década del veinte y ya han sido
glosadas in extenso, en mi libro sobre Neruda.(9)
Aquí sólo recogeré algunos fragmentos que
ayudan a explicitar este sentido de lo profético que impregna
toda la poesía de Neruda en esos años. No se olvide
que el poeta está viviendo entonces en el Oriente, rodeado
por gentes que hablan lenguas qué él desconoce por
completo, obligado a usar el inglés (idioma que hasta el
día de hoy habla mal) como único vínculo con
la minoría educada a la europea. Son años que yo he
comparado con una temporada en el infierno; años en que la
única persona con la que Neruda puede hablar de poesía
es su amigo inglés, Andrew Boyd, que le presta los poemas
de Blake y los de T. S. Eliot, las novelas de D. H. Lawrence y de
Aldous Huxley.
La primera carta a Eandi en que Neruda define sus aspiraciones
poéticas, sus vacilaciones, su crisis, es de mayo 11, 1928.
Allí dice:
A veces por largo tiempo estoy aquí tan vacío,
sin poder expresar nada ni verificar nada en mi interior, y una
violenta disposición poética que no deja de existir
en mí, me va dando cada vez una vía más accesible,
de modo que mi labor se cumple con sufrimiento, por la necesidad
de ocupar un dominio un poco remoto con una fuerza seguramente débil.
(62)
Se plantean ya aquí los dos términos de esa situación
que Alonso había descubierto y subrayado en su comentario
de "Arte poética": el poeta como objeto de contemplación,
la poesía como compensación. Pero en la carta se ve
más claro que en el poema, o en el comentario de Alonso,
el papel salvador de la poesía, ya que no sólo salva
al poeta sino que rescata al mundo, como se verá.
En una carta escrita pocos meses más tarde (septiembre 8),
Neruda contará al amigo:
He completado casi un libro de versos: Residencia
en la tierra, y ya verá usted cómo consigo aislar
mi expresión, haciéndola vacilar constantemente entre
peligros, y con qué sustancia sólida, uniforme hago
aparecer insistentemente una misma fuerza. (62)
La reiteración que quiero subrayar aquí es la que
está contenida en la última línea: "una
misma fuerza". En una carta que había escrito
a González Vera un mes antes se encuentra también
la expresión "misma" que le sirve para dibujar
esa continuidad del poeta y la poesía, esa fuerza.
... mis escasos trabajos últimos, desde hace
un año, han alcanzado gran perfección, (o imperfección),
pero dentro de lo ambicionado. Es decir, he pasado un límite
literario que nunca creí capaz de sobrepasar, y en verdad
mis resultados me sorprenden y me consuelan. (...) Todo tiene igual
movimiento, igual presión, y está desarrollado en
la misma región de mi cabeza, como una misma clase de insistentes
olas. Ya verá usted en qué equidistancia de lo abstracto
y lo viviente consigo mantenerme, y qué lenguaje tan agudamente
adecuado utilizo. (63)
En otra carta a Eandi (abril 24, 1929) habrá de insistir,
caracterizando su poesía de entonces con una lucidez que
falta a muchos de sus críticos.
Es un montón de versos de gran monotonía,
casi rituales, con misterio y dolores como los hacían los
viejos poetas. Es algo muy uniforme, como una sola cosa comenzada,
como eternamente ensayada sin éxito. (65)
La referencia a los viejos poetas y a una poesía monótona,
casi ritual, permite comprender mejor el sentido profundo de su
búsqueda. Porque se trata de algo más que de un hermetismo
de poeta lúcido y con claves. La poesía a la que oscuramente
aspira el Neruda de estos años es una poesía del misterio
metafísico del mundo (no en el sentido contemporáneo
de la palabra misterio, trivializado por la mala novela policial,
el cine barato). Él aspira a una poesía del rito.
Poco a poco se va formando esa visión del poeta como vate,
que llevará al reconocimiento de la visión profética.
Ese reconocimiento se dará en una larga carta-diario a Eandi
que Neruda comienza en octubre 5 y concluye en noviembre 21. Allí
se encuentra esta frase:
El poeta no debe ejercitarse, hay un mandato para
él y es penetrar la vida y hacerla profética: el poeta
debe ser una superstición, un ser mítico. (67)
En las mismas cartas hay otros testimonios de la lucidez con que
Neruda contemplaba su quehacer poético y esbozaba una poética.
No sólo en lo que dice de sus propios versos, sino también
en lo que dice de la poesía ajena, y en particular de la
española y argentina de esos días, es posible encontrar
testimonios de esa lucidez poética que tanto se le ha negado.
Examinaré brevemente a algunos de los pasajes relevantes
de esta correspondencia.
La primera referencia literaria que nos interesa está en
una carta a Eandi (septiembre 8, 1928). El amigo argentino le ha
enviado Don Segundo Sombra, y Neruda agradece el envío
con estas palabras:
Lo leí con sed y como si hubiera podido tenderme
otra vez sobre los campos de trébol de mi país escuchando
a mi abuelo y a mis tíos. ¿Verdad que es algo grandioso
y natural, algo conmovedor? Olor a extensión, a caballos,
a vidas humanas, repetidos de una manera tan directa, comunicados
tan completamente. (62)
El entusiasmo de Neruda por la novela de Güiraldes no es únicamente
literario. A través del libro, y de lo que el libro tiene
de evocación nostálgica de una infancia y de una visión
hondamente arcádica de la vida campesina, Neruda recupera
su propia infancia campesina, su propio deslumbramiento ante la
naturaleza, su nostalgia de un mundo natural y poblado de hombres
como Don Segundo. Su valoración es literaria sólo
en la medida en que la literatura se confunde con otras experiencias
existenciales.
Pero donde su discrepancia con cierta poesía que estaba
de moda entonces, se hace más explícita en una carta
de abril 24, 1929, al mismo Eandi. El recuerdo de Buenos Aires,
de la Avenida de Mayo ("que entreví como en sueños"),
de los grandes periódicos argentinos, de algunos escritores
que conoció (Xul Solar, "un muchacho largo, de negro"),
lo llevan a hablar de Borges, con el que establece ya una temprana
discrepancia:
Me parece más preocupado de problemas de la
cultura y de la sociedad, que no me seducen, que no son humanos.
A mí me gustan los grandes vinos, el amor, los sufrimientos
y los libros como consuelo a la inevitable soledad. Tengo hasta
cierto desprecio por la cultura; como interpretación de las
cosas me parece mejor un conocimiento sin antecedentes, una absorción
fisica del mundo, a pesar y en contra de nosotros. La historia,
los problemas del "conocimiento", como los llaman, me
parecen despojados de dimensión. ¿Cuántos de
ellos llenarían el vacío? Cada vez veo menos ideas
en torno mío, y más cuerpo, sol y sudor. Estoy fatigado.
(64)
Creo que la frase clave aquí es: "una absorción
física del mundo". Por medio de los sentidos y por medio
de las emociones, el poeta se abre camino dentro del mundo y lo
absorbe físicamente. La cultura, la "literatura",
los libros, no pueden ser sustitutos de esa absorción. Por
eso no es extraño que rechace (ya) a Borges y que le parezca
más interesante el excéntrico Xul Solar, ese personaje
casi desconocido de las letras argentinas del
período, amigo de Borges, ilustrador de alguno de sus libros,
e inventor no sólo de monstruos gráficos sino de un
lenguaje nuevo del que Borges tomó mucho de los rasgos de
la lengua de Tlön en su célebre relato.(10)
Preferir Xul Solar a Borges significa, en ese momento de la carrera
de Neruda, preferir a quien se comunica con las zonas más
oscuras del hombre y rechazar al poeta ultraísta,
lúcido y lúdico que era entonces Borges. Que esta
visión de Neruda es parcial, en más de un sentido,
e injusta, no me parece necesario decirlo ahora que sabemos todo
lo secreto y ritual que encierra la literatura de Borges.(11)
Pero lo que me parece relevante subrayar aquí es que en estas
objeciones de Neruda a una cierta literatura de entonces se encuentra
el mismo rechazo, la misma búsqueda, que en sus poemas proféticos.
También en la larga carta-diario a Eandi de octubre 5-noviembre
21 hay un párrafo sobre la nueva literatura de entonces que
merece destacarse.
. . . ya ve usted qué pobreza existe en la
poesía en castellano, las gentes han perdido todo temperamento
y se dedican al ejercicio intelectual con placer, como si se tratara
de un sport, y aún en esa calidad, todos me parecen
bien mediocres jugadores. El Lugones tan denigrado, me parece en
verdad rico de dotes, su poesía me parece casi siempre poética;
es decir, legítima, aunque anacrónica y barroca. (67)
Para situar mejor este juicio, tan global y lapidario, hay que
recordar que Neruda escribe en los años en que la generación
ultraísta argentina se había dedicado con esmero a
burlarse de Lugones, a atacarlo por su poesía y por su ideología
de derechas. En ese momento, Neruda ve la calidad poética
de Lugones con una claridad que faltaba a los poetas de su generación.
Sólo muchos años más tarde, Borges (uno de
los negadores) reconoció que los poetas ultraístas
habían estado repitiendo a Lugones y que Lunario sentimental
ya había descubierto, en 1909, la ruta de la nueva poesía.
O para decirlo con sus inimitables palabras:
. . . el múltiple Lugones, cuya obra prefigura
casi todo el proceso ulterior, desde las inconexas metáforas
del ultraísmo (que durante quince años se consagró
a reconstruir los borradores del Lunario sentimental) . .
. (12)
Es cierto que aquí Borges, por modestia, olvida señalar
la importancia de su propia obra para la configuración del
ultraísmo argentino, pero aún así es interesante
ver cómo, a la distancia de algunos años (las cartas
de Neruda son de 1929, el texto de Borges de 1941) ambos coinciden
en la valoración de Lugones. En lo que no coinciden es en
la valoración de la poesía misma. Neruda elogia a
Lugones como poeta general, con el que puede encontrar puntos de
contacto, y para deprimir a los jóvenes que ven sólo
el aspecto lúdico, deportivo, de la poesía. Borges
elogia a Lugones como su maestro, un precursor.
Pero al margen de esta imaginaria polémica, conviene subrayar,
una vez más el apartamiento de Neruda de lo que pasaba por
poesía en los años veinte. Ese apartamiento se extiende
no sólo a la poesía argentina, sino a la latinoamericana
y española de los mismos años. Sólo al volver
a España en 1934 encontrará Neruda en García
Lorca y Alberti, en Aleixandre y Miguel Hernández una poesía
con la que pueda dialogar de igual a igual. De esa poesía
él será pronto la cabeza más visible.
IV
Es muy sabido que Neruda habría de renegar de la poesía
de Residencia en la tierra. La experiencia que significó
para él la guerra civil española y la sangre corriendo
por las calles de Madrid, trajo una ruptura dramática con
su poesía de Residencia. En varios lugares, pero sobre
todo en el poema que se titula, "Reunión bajo las nuevas
banderas", y en algunos fragmentos de "España en
el corazón (1937), recogidos ambos en Tercera residencia
(1947), el poeta habrá de renunciar a su paso de lobo, aceptará
la solidaridad con todos los hombres y convertirá su poesía
en arma de combate. En los años que siguen a la guerra civil
española, los años de la segunda guerra mundial, de
la guerra fría, de Corea, Neruda habrá de insistir
una y otra vez en la necesidad de una poesía que sea como
una ametralladora, habrá de denunciar a los poetas de la
evasión, habrá de alinearse como poeta comprometido
y practicante del realismo socialista. En unas declaraciones que
hace en México a Alfredo Cardona Peña, en momentos
en que se publica allí el Canto general (1950), dirá
en forma lapidaria.
Contemplándolos ahora, considero dañinos
los poemas de Residencia en la tierra. Estos poemas no deben
ser leídos por la juventud de nuestros países. Son
poemas que están empapados de un pesimismo y angustia atroces.
No ayudan a vivir, ayudan a morir. (13)
En cierto sentido, Neruda parece estar dando aquí la razón
a Alonso y a su insistencia en el aspecto puramente negativo de
estos poemas. Creo que el poeta olvida en este momento la visión
profética que él mismo había subrayado en su
poesía. Creo que el olvido es deliberado y corresponde a
una metamorfosis de su persona similar a la que sufre Goethe después
de su viaje a Italia. Así como el poeta alemán rechazará
entonces la obra juvenil y hasta la reescribirá en otra clave,
Neruda rechaza su Residencia para situarse en otra estética.
No es posible estudiar ahora en detalle esa metamorfosis que Alonso
calificó de "conversión" y que ha sido examinada
ya por la crítica. Lo que sí me interesa subrayar
es que la negación de Neruda define un momento de su poesía,
ese momento de los años combativos que corren de 1936 hasta
1958, pero no define toda su poesía posterior. En los años
cincuenta, y a partir de Los versos del capitán (1953),
hay una nueva metamorfosis de su poesía, metamorfosis que
habrá de encontrar expresión implícita en el
volúmen que se llama Estravagario (1958). A partir
de este libro, y sin renunciar a sus deberes políticos, a
la solidaridad, al canto del Tercer Mundo, Neruda devuelve a su
poesía un acento que había desaparecido. El acento
que estaba en la raíz de sus búsquedas apasionadas
de los años veinte y treinta, el acentro profético.
Para reconocer con más detalle el proceso profundo que se
produce en el poeta a lo largo de esos años de rechazo explícito
del don profético, conviene volver atrás y examinar
algunos textos que sirven de enlace entre Residencia y Estravagario.
Tal vez los más importantes sean los cuatro prólogos
que Neruda escribió para sendos números de la revista
Caballo verde para la poesía que se publicó
en España bajo su dirección y con el apoyo de los
poetas jóvenes. Son textos muy conocidos, y aquí sólo
examinaré algunos aspectos. Elijo el primero que se titula"Sobre
una poesía sin pureza"
Así sea la poesía que buscamos, gastada
como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por
el sudor y el humo, oliente a orina y azucena, salpicada por las
diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley.
Una poesía impura, como un traje, como un
cuerpo, con manchas de nutrición, y actividades vergonzosas,
con arrugas, observaciones, sueños, vigilias, profecía,
declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias
políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos. (14)
Este texto fue publicado en octubre 1935, ocho meses antes de que
estallara la guerra civil, pero ya en él
se puede descubrir un cambio fundamental en la estética de
Neruda. Al atacar el concepto de poesía pura, no sólo
sienta una posición de combate frente a Juan Ramón
Jiménez y muchos de los jóvenes poetas que entonces
seguían a este maestro.(15) Neruda hace
algo más: ensancha el campo de la poesía para incorporar
todo en ella. Si bien es cierto que continúan predominando
muchas notas negativas (el texto concluye exaltando la melancolía),
no son sólo las notas negativas las que caracterizan esta
estética. Hay incluso lugar para las declaraciones políticas.
Hay lugar para los sueños y las profecías. Es, precisamente,
en esta actitud de incluirlo todo que encuentra Neruda la clave
de su nueva estética.
Poco después, al estallar la guerra civil española,
Neruda planteará los términos de su conflicto, de
su "conversión", en los célebres y celebrados
versos de "España en el corazón". Con el
subtítulo de "Explico algunas cosas", el poeta
declara:
Preguntaréis: Y donde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas ?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras, llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.
(O. C., I, 275)
A continuación, el poeta evoca su casa en Madrid, sus amigos,
el ataque franquista, la sangre de los niños corriendo por
las calles, y concluye:
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas
de los volcanes de su país natal ?
Venid a ver la sangre
por las calles,
Venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
(O. C., I, 277)
Es la hora de la espada. El poeta debe salir a la calle a luchar
junto a los suyos.
1 Emir Rodriguez Monegal: El
viajero inmóvil. Introducción a Pablo Neruda.
(Buenos Aires, Editorial Losada, 1966). En el curso de este trabajo
será citado como El viajero. (Volver)
2 Amado Alonso: Poesía
y estilo de Pablo Neruda. Interpretación de una poesía
hermética (Buenos Aires, Editorial Losada, 1940). Hay segunda
edición ampliada (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1951).
Las citas, salvo indicación en sentido contrario, se hacen
por la primera edición. El trabajo de Alfredo Lozada se titula,
"Estilo y poesía de Pablo Neruda: Examen de la interpretación
de Amado Alonso de Residencia en la tierra", in PMLA,
vol. LXXIX, No. 5 (New York, December 1964, pp. 648-663).(Volver)
3 Todos los textos de Neruda se
citan por la tercera edición de sus Obras Completas
(Buenos Aires, Editorial Losada 1968, 2 vols.), salvo indicación
en sentido contrario. En el curso de este trabajo esta edición
será indicada como O.C. y el numeral romano del tomo
correspondiente.(Volver)
4 El error de Alonso se repite en
la segunda edición; p. 36.(Volver)
5 Para la etimología de la
palabra melancolía, véase Joan Corominas: Breve
diccionario etimológico de la lengua castellana (Madrid,
Editorial Gredos, 2a. edición), p. 389.(Volver)
6 En su extenso estudio, "Interpretación
de Residencia en la tierra de Pablo Neruda" (Mapocho,
Año I, tomo I, Santiago de Chile.) Jaime Concha subraya también
lo "profético" del poema "Arte poética"
y lo vincula con otro verso de "Colección nocturna",
del mismo libro. Pero su interpretación se detiene en esta
aproximación y sigue otros rumbos.(Volver)
7 Para una lectura verdaderamente
iluminadora de este período de la poesía de los siglos
XIX y XX, véase Octavio Paz: El arco y la lira (Mexico:
Fondo de Cultura Económica, 1967, segunda edición),
especialmente las pp. 74-97.(Volver)
8 Una lectura muy distinta de Góngora
es la que propone José Lezama Lima en "Sierpe de don
Luis de Góngora", in Analecta del reloj (La Habana,
Orígenes, 1953).(Volver)
9 Todo este período de la
vida literaria de Neruda está estudiado en las pp. 55-75
de El viajero. Véase también las pp. 208-212.(Volver)
10 Para una aplicación borgiana
del lenguaje inventado por Xul Solar, véase "Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius", en El jardín de senderos que
se bifurcan (Buenos Aires, Editorial Sur, 1941), p. 18. Los
dos libros de Borges ilustrados por Xul Solar son: El idioma
de los argentinos (Buenos Aires, M. Gleizer, editor, 1928) y
Un modelo para la muerte, falsa novela policial escrita en
colaboración con Adolfo Bioy Casares y publicada con el seudónimo
de "B. Suárez Lynch" (BuenosAires. Oportet &Haereses,
1946). Ambos libros tienen viñetas de Xul Solar. (Volver)
11 Véase Emir Rodríguez
Monegal: Borgès par lui même (Paris, Editions
du Seuil, 1970), especialmente las pp. 87-113. (Volver)
12 ) Jorge Luis Borges, Silvina
Ocampo y Adolfo Bioy Casares: Antología poética
argentina (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1941), p. 8.(Volver)
13 Alfredo Cardona Peña:
"Pablo Neruda: breve historia de sus libros", en Cuadernos
Americanos (México, diciembre 1950). Reproducido y ampliado
en Pablo Neruda y otros ensayos (México, De Andrea,
1955), del mismo autor. Cito por una transcripción en El
viajero, p. 12. (Volver)
14 Prólogo al número
primero de Caballero verde para la poesía (Madrid,
octubre 1935). Transcripto en O. C., II, 1040.(Volver)
15 Véase El viajero,
pp. 86-90, para una crónica más detallada de las discrepancias
de Pablo Neruda con Juan Ramón Jiménez y los suyos.(Volver)
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