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"Obras completas. Andrés
Bello"
En: NRFH, XVII, p. 399-406.
ANDRÉS BELLO, Obras completas. Tomo
2: Borradores de poesía. Prólogo sobre "La
poesía de Bello en sus borradores", por Pedro P.
Barnola, S. J. Ministerio de Educación, Caracas, 1962; cviii
+ 639 pp., 10 láms.
"Éste era sin duda uno de los volúmenes más
esperados de la monumental edición de Obras completas
de Andrés Bello que está publicando el Ministerio
de Educación de Venezuela. Desde que se anunció en
el volumen primero que los borradores poéticos serían
recogidos en volumen aparte, se creó una expectación
que el volumen actual viene a satisfacer. Aquí se recoge
por primera vez un material poético desconocido, penosamente
descifrado de los manuscritos de don Andrés, reconstruido
con esmero y sabiduría, preparado para una lectura sin mayores
tropiezos. Ya en el primer volumen (Poesías, 1952)
la Comisión Editora había reunido "nuevos
poemas [...] así como numerosas variantes de redacción
de composiciones conocidas desde mucho antes", según
aclara ahora en una Advertencia editorial (p. cvii). Para este nuevo
volumen la Comisión "decidió reservar [...]
las piezas más importantes, que forman dos grandes unidades:
A) los versos en proceso de elaboración de lo que hubiera
sido el poema América; y B) las sucesivas elaboraciones de
la versión al castellano del Orlando enamorado",
del Boiardo. También recoge este volumen un Apéndice,
"formado con algunos textos relativos a la labor poética
de Bello": un fragmento de su traducción de Windsor
Forest, de Alexander Pope; una rectificación de lectura
de la versión de los 24 primeros versos de la Elegía
I, libro primero, de Tibulo; un fragmento de la traducción
de La Marsellesa de la Paz, de Lamartine, que tal vez no
haya sido hecha por Bello (como apunta la misma Comisión
Editora); variantes de redacción de su traslado del Salmo
50, que provienen de un nuevo manuscrito.
La parte más importante del nuevo volumen es, sin disputa,
la que se refiere a los borradores del esbozado poema América.
"En esta ocasión -declara la Comisión
Editora- se recogen los restos o complementos, queremos creer
que completos, de lo que se ha conservado del ambicioso programa
poético de Bello. Sería ocioso subrayar las extraordinarias
dificultades que ha ofrecido a la Comisión la lectura y transcripción
de la enrevesadísima caligrafía de Bello, complicada,
además, por innumerables tachaduras, correcciones, adiciones
y enmiendas que no simplifican precisamente la tarea de interpretación,
animada siempre, durante largos meses -aun años-, por el
deseo de ser exactos y precisos en ésta que estimamos piedra
sillar del monumento que las generaciones americanas han dedicado
al poeta de la independencia cultural del continente".
Los anteriores volúmenes de esta colección de Obras
completas habían rescatado, por lo general, piezas olvidadas
en periódicos; si habían incorporado inéditos
(como el comienzo de una traducción y adaptación de
The Rivals, de Sheridan), se trataba de textos de menor entidad.
Aquí se ofrecen borradores que pertenecen a uno de los períodos
más fecundos de la producción poética de Bello,
borradores que son por otra parte sumamente ricos y complejos. Por
eso parece acertado que la Comisión Editora subraye por sí
misma la importancia de este nuevo
volumen: "Con estos Borradores de poesía creemos
no caer en exageración, al expresar el convencimiento de
haber dado forma al volumen más importante de cuantos pueden
elaborarse para el mejor conocimiento del poeta que había
en el ilustre caraqueño".
Pero si no es discutible la importancia objetiva del volumen, parece
necesario calificar un poco su calidad. Hasta cierto punto, los
Borradores de poesía satisfacen realmente la expectación
creada desde hace algunos años. Un estudio minucioso de los
textos aquí publicados y de sus numerosas variantes permite
penetrar en el taller del poeta, verlo trabajar el verso, esbozar
una metáfora, desecharla o llevarla a la perfección,
vacilar entre varios comienzos o remates, jugar con una rima, una
alusión, una cita ajena. Ningún futuro estudio estilístico
de Bello poeta podrá realizarse sin el apoyo de estos Borradores
de poesía.
También permiten precisar mejor el rumbo de la actividad
poética de Bello, sobre todo en el período importantísimo
de su residencia en Londres (1810-1829), cuando esboza y compone
lo que en definitiva se llamarán las Silvas americanas.
El estudio de estos borradores permite verificar cómo va
creciendo en Bello la idea de un poema sobre América, cómo
toma por distintos rumbos (a veces contradictorios), cómo
cuaja en formas que al cabo no le satisfacen del todo. Para la génesis
de las Silvas, estos borradores son de incalculable valor.
Asimismo rescatan, para el placer de la lectura, algunos fragmentos
que el poeta desechó por no considerarlos tal vez como llegados
a una última sazón, pero que ya llevan la marca de
lo creado. Uno de los más hermosos es, sin duda, el que evoca
nostálgico la patria lejana (pp. 80-82). Hace ya algún
tiempo que la erudición venezolana había extraído
este fragmento de la papelería inédita y lo había
dado a conocer, con legítimo orgullo nacional.
A pesar de estos méritos, nada pequeños, la edición
tiene limitaciones que sería injusto no señalar. El
trabajo de transcripción de los borradores parece haber sido
realizado con extremo cuidado; casi siempre se indica el texto de
la primera redacción, aunque no siempre se señala
el orden posible de las otras variantes. Además, se publica
como versión definitiva (en cuerpo grande, encabezando cada
página) lo que tal vez sea sólo una reconstrucción
ideal de los editores. Las precisiones críticas son escasas
y, por lo mismo, resulta imposible saber qué lugar corresponde
a cada fragmento particular en la evolución del poema. Es
cierto que la letra de Bello es endiablada; no menos cierto es que
ante un montón de borradores no siempre es posible determinar
la antigüedad relativa de cada uno. Pero aun así, habría
sido posible tal vez comunicar al lector estos problemas, discutir
cada secuencia hipotética, indicar con números o letras
la antigüedad probable de cada borrador. Que la Comisión
Editora ha realizado semejante tarea, es indudable. Hay prueba en
esta edición de que los manuscritos han sido numerados (cf.
p. 95: "Los manuscritos que corresponden a esta Tercera
parte, están numerados así: 5, 9, 12, 13... hasta
el 25"), pero esa numeración no es comunicada al
lector sino excepcionalmente.
La división en tres partes de los borradores correspondientes
a las Silvas americanas parece asimismo arbitraria. ¿Corresponde
a distintas etapas de la composición? ¿Trata de agrupar,
temáticamente, los borradores? Por una indicación
que ofrece la Comisión Editora en la p. cviii parece que
prima este último criterio:
La primera sección se ha ordenado en tres
partes.
Se empieza con el tema de la tierra, su conocimiento,
su preparación y cultivo, versos inéditos de Bello.
La segunda parte corresponde, en cuanto al asunto,
a la silva La agricultura. de la zona tórrida.
Y la tercera, al tema de la silva Alocución
a la poesía, o sea, a la invitación a la emancipación
poética del Continente hispanohablante, sobre los hechos
legendarios, históricos y heroicos del nuevo mundo.
Sin embargo, aun la más rápida lectura permite advertir
que hay pasajes en dichos borradores que no corresponden exactamente
a esa supuesta división en tres partes. Así, la famosa
personificación del banano (que figura tanto en la Agricultura
como en la Alocución) en estos borradores hace
su aparición en la primera y segunda partes, no en la segunda
y tercera. Por otro lado, los textos son muy similares, como puede
comprobarse por este cotejo de las versiones "definitivas"
con las tradicionales:
Borradores de la "primera" parte
(pp. 49-50):
...y a fallecer obliga
la pesadumbre de la hermosa carga
al banano, primero de los dones
que dio la Providencia en copia larga
del tostado ecuador a las naciones;
cuya sabrosa fruta
la pobre mesa del esclavo adorna;
o cuando cruda o cuando al sol enjuta
en hilos de dorada miel se torna;
vegetal bienhechor, que no forzado
de humanas artes rinde el premio opimo
y ni al rastro es deudor, ni al rudo arado
ni a la corva segur de su racimo;
escasa industria bástale, cual puede
ofrecerle a intervalos mano esclava;
crece veloz, y cuando exhausto acaba
numerosa prosapia le sucede.
Borradores de la "segunda" parte (p.
91):
y para ti el banano
desmaya al peso de la dulce carga,
el banano, primero
de cuantos ricos dones
otorgó Providencia a las naciones
del ecuador feliz con mano larga:
vegetal bienhechor, que no forzado
de humana industria, rinde el premio opimo;
no es a la podadera, no al arado
deudor de su racimo;
cuidado escaso bástale, cual puede
hurtar a sus fatigas mano esclava;
crece veloz, y cuando exhausto acaba,
adulta prole en torno le sucede.
Alocución a la poesía, 1823
(cf. Obras completas, t. I. Poesías, 1952,
p 48):
bajo su dulce carga desfallece
el banano, ...............
A la agricultura de la zona tórrida,
1826 (cf. ibid., pp. 66-67):
y para ti el banano
desmaya al peso de su dulce carga;
el banano, primero
de cuantos concedió bellos presentes
Providencia a las gentes
del ecuador feliz con mano larga.
No ya de humanas artes obligado
el premio rinde opimo;
no es a la podadera, no al arado
deudor de su racimo;
escasa industria bástale, cual puede
hurtar a sus fatigas mano esclava;
crece veloz, y cuando exhausto acaba,
adulta prole en torno le sucede.
El mero cotejo demuestra que los borradores de la "primera"
y "segunda" parte son, en este caso, borradores
de la misma personificación de la Agricultura, que los editores
ubican en la "segunda" parte. Es obvio que en esta
división en partes la Comisión Editora ha seguido
un criterio temático que no ilustra suficientemente la génesis
de la composición de las dos Silvas. Cabe conjeturar
que la masa de borradores está mucho menos dividida en partes,
es menos susceptible de clasificaciones y distinciones, de lo que
esta publicación permite suponer. Es indudable que Bello
volvió, una y otra vez, sobre estos borradores, y que volvió,
además, en distintas épocas de su vida y en forma
más o menos azarosa. Pero tal vez la Comisión Editora
no encontró otra forma de publicar estos borradores que imponerles
una división tripartita que es, por lo menos, discutible.
Más grave es la insuficiencia crítica del prólogo.
Aunque el autor señala correctamente algunos aspectos de
la poesía de Bello en esta época -su indudable mérito
como poeta aunque su inspiración no fuera fácil, su
amor por Venezuela, su conocimiento directo de la naturaleza tropical-,
no examina críticamente los problemas que estos borradores
plantean. Es evidente que la labor de desciframiento y ordenación
ha recaído por completo en otras manos y que el prologuista
se ha limitado casi siempre a estudiar la versión considerada
como definitiva por la Comisión Editora. Al no haber examinado
a fondo los borradores mismos, el prologuista ha descuidado algunos
aspectos sumamente importantes para la comprensión del proceso
poético que pretende describir.
Por eso, al reconstruir las intenciones de Bello en su redacción
de las Silvas, el prologuista se plantea una serie de falsos
problemas críticos. Su tesis parece ser que Bello intentó
primero la "composición parcial de varias silvas
y fragmentos de silvas, mayormente de género descriptivo";
que luego intentó "refundir dichas silvas en un poema
que se titularía América", varios de cuyos
fragmentos, ya refundidos, publicó en 1823 bajo el título
de Alocución a la poesía; que finalmente, "fracasado
ese intento, y desechada la idea del poema", Bello decidió
restaurar "las silvas y sus diversos fragmentos a la vida
propia y de parcial unidad que tuvieron al principio" (p.
xxi).
La evidencia de la biografía de Bello y de los borradores
mismos parece sugerir otra cosa. Es probable que Bello haya intentado,
antes de 1823, una suerte de poema descriptivo, unas Geórgicas
americanas, de las cuales quedan abundantes pruebas en la "primera"
parte de estos borradores. Escribió muchos fragmentos sobre
la naturaleza americana (y no sólo venezolana), detalló
las labores del campo, exaltó la belleza del paisaje. Pero
ese poema no llegó nunca a terminarse. Cuando Bello inició
la publicación de la Biblioteca Americana (Londres,
1823) extrajo dos fragmentos de esos borradores, los trabajó,
les prestó cierta unidad
y los imprimió en su revista bajo el título de Alocución
a la poesía y con la advertencia de que eran parte de
un poema inédito titulado América.
La palabra inédito que usa Bello al presentar la
Alocución ha confundido al prologuista de estos borradores:
"Para esa fecha Bello habla del poema como si se tratara
de algo existente, y aun se diría concluido. Escritor tan
sobrio como lo fue siempre Bello, y tan preciso en su lenguaje como
exacto en el uso de los tiempos verbales, se expresa en esa ocasión
en forma que parece categórica, y que equivaldría
a decir: tengo concluido e inédito un poema titulado América,
del cual publico ahora, como muestra o anticipo, estos dos fragmentos.
Nótese que no dice: poema en preparación, o inconcluso,
sino simplemente: inédito". La argumentación
del prologuista podría volverse del revés, como un
guante. Cuando dice inédito, tampoco dice Bello: concluso.
La verdad es que los poetas suelen dar por escritas obras que sólo
existen en borrador. En el momento en que Bello publica la Alocución
a la poesía tiene, probablemente, una montaña
de borradores que forman la base o proyecto de un poema, América.
Para él, para su voluntad de creación, para su proyecto
o idea poética, el poema ya existe y está inédito.
No es posible pedir al poeta precisiones de abogado.
Entre 1823 y 1826 (fecha en que publica el Repertorio Americano
y la silva A la agricultura de la zona tórrida)
corre mucha agua bajo el puente de Londres. Ya Bello ha ido abandonando
poco a poco ese poema general y, sin embargo, no ha abandonado la
idea del poema. Con motivo de la publicación de la nueva
revista vuelve sobre sus borradores y extrae algunos fragmentos,
los trabaja, les da mayor unidad interior y crea una de sus obras
maestras. La nota con que publica A la agricultura es muy
interesante: "A estas silvas pertenecen los fragmentos impresos
en la Biblioteca Americana bajo el título "América".
El autor pensó refundirlas todas en un solo poema: convencido
de la imposibilidad, las publicará bajo su forma primitiva,
con algunas correcciones y adiciones. En esta primera [La agricultura
de la zona tórrida] apenas se hallarán dos o tres
versos de aquellos fragmentos" (cf. Ob. compl., t. I,
lámina frente a la p. 64, que reproduce facsimilarmente la
página del comienzo de la silva en el Repertorio Americano,
octubre de 1826, p. 7).
Es decir: la idea de un poema general es tal vez el primer
germen poético, muy anterior a la publicación de cualquiera
de las dos Silvas, una idea para la que Bello se va preparando
a través de la composición de los fragmentos que ahora
se publican como borradores. Pero cada vez que intenta dar forma
completa al poema, fracasa, y debe conformarse con extraer del conjunto
de papeles inéditos primero una, luego la otra Silva.
Cuando Bello habla de refundir las Silvas en un poema
no quiere decir que las Silvas sean anteriores a la idea
del poema. Pero sí que son primero como ejecución
o realización de una parte del proyecto general. Hay una
metáfora (que aparece en estos borradores y en la Alocución
a la poesía) que demuestra claramente la ambición
de Bello (escribir unas Geórgicas americanas) y su
conciencia de no estar, sin embargo, a la altura de la empresa:
En la "segunda" parte de estos borradores (p. 88)
dice así la versión "definitiva":
Vendrá también el día en que
inspirado
de las divinas musas,
algún Marón americano ensaye
los blandos tonos de la lira etérea;
que a la hoz y al arado dicte leyes,
y las granjas, las greyes
ecuatoriales cante,
y las dádivas mil con que la zona
de Febo amada al labrador corona...
El texto de la Alocución a la poesía (Ob.
compl., t. I, p. 48) dice:
Tiempo vendrá cuando de ti inspirado
algún Marón americano, ¡oh diosa!
también las mieses, los rebaños cante,
el rico suelo al hombre avasallado,
y las dádivas mil con que la zona
de Febo amada al labrador corona...
Adviértase de paso que el fragmento de los borradores, a
pesar de haber sido situado por la Comisión Editora en la
"segunda parte" (es decir: en la correspondiente
a la silva A la agricultura), es antecedente de la "tercera",
o sea la Alocución.
Como demuestran sobre todo la "primera" parte
de estos borradores y algunos pasajes iniciales de la silva A
la agricultura, Bello soñó ser ese Marón
americano, ese Virgilio del nuevo mundo. Pero timideces de carácter,
cortedad de inspiración, dispersión fecunda de sus
inquietudes y de su actividad múltiple, le impidieron llevar
a cabo lo que proyectaba. De la idea a la realización hay
un abismo. La idea es grande, la realización son unas
cuantas cuartillas caóticas de borradores de las que él
mismo extrajo, en 1823 y en 1826, las dos Silvas. Lo que
impide que el prologuista vea este proceso tan simple es que también
se confunde con respecto al significado de otra palabra. Cuando
Bello habla de un poema, América, el prologuista piensa
en un poema épico. Repetidas veces discute ese posible poema
épico. Así en la p. xxvi señala que ya a comienzos
del siglo XIX había caído en desuso la creación
de poemas épicos (lo que está desmentido por el ejemplo
de Byron y de Hugo, grandes épicos del romanticismo) y sugiere
que tal vez Bello advirtió que cansaban, lo que asimismo
está desmentido por el hecho de que contemporáneamente
Bello está traduciendo un poema épico italiano, el
Orlando
enamorado (cuyos borradores se incluyen en el mismo volumen
que este prólogo), y que aún más tarde, en
Chile, inicia la composición de otro poema épico,
El proscrito, una de sus obras más originales. En
la p. xxxii afirma el prologuista que "Bello se arriesga
-diríamos- por un camino que podía considerarse
vedado a la musa épica, si había ésta de atenerse
a los severos cánones de la preceptiva seudoclásica",
lo que implica ignorar que por esa misma época, en varias
notas críticas de sus dos revistas londinenses, Bello había
señalado su opinión contraria a la aplicación
demasiado rígida de la preceptiva neoclásica.
Estas dos aparentes contradicciones que descubre el prologuista,
y otras que sería tedioso detallar, derivan de una confusión.
Parece obvio que Bello no pensaba en un poema épico sino
en un poema descriptivo, un poema didáctico, unas Geórgicas
-género que estaba muy de moda en esta época.
Es cierto que en los borradores hay fragmentos sobre la reciente
historia de América y hasta algún canto a sus glorias
militares, pero estos fragmentos (que también pasan a las
Silvas) no son incompatibles con el género descriptivo.
En las Geórgicas también hay digresiones narrativas,
algunas tan famosas como la de Orfeo y Eurídice. Por otra
parte, aunque Bello es un gran admirador de Virgilio, no está
sometido servilmente a la retórica neoclásica, como
lo demuestran algunas de sus opiniones críticas de entonces.
Al reseñar, por ejemplo, la Revista del antiguo teatro
español, por Pedro Mendíbil (cf. Repertorio
Americano, t. I, p. 318), Bello censura precisamente al critico
español por haberse propuesto "cánones dramáticos
que, por su severidad, probablemente le harán sacrificar,
no sólo escenas, sino dramas enteros de mucho mérito"
(Ob. compl., t. 9, 1956, p. 725). Hay aquí implícita
una defensa de la libertad creadora del teatro español del
Siglo de Oro. En el mismo sentido se expresa también en otra
reseña del Repertorio (t. 3, pp. 313-314) al observar
con motivo de las Obras dramáticas y líricas de
Moratín: "Ojalá que la severidad de las reglas
que se ha impuesto no frustre en otros talentos menos privilegiados
las disposiciones que, con algún ensanche más, podrían
quizá contribuir a que la parte más racional de sus
reformas se adoptase con menos dificultad y repugnancia"
(Ob. compl., t. 9, p. 733). Lo que dice aquí Bello
de las famosas tres unidades del neoclasicismo puede extenderse
a las otras convenciones de la retórica de este movimiento.
Por otra parte, basta una comparación entre los textos definitivos
de la Alocución a la poesía y la Agricultura
de la zona tórrida para comprobar que entre 1823 y 1826
Bello ha decidido prescindir de las figuras de la mitología
clásica. En la Alocución todavía paga
tributo a Marte y Apolo; en la Agricultura desaparece esa
discutida utilería. En realidad, entre una y otra silva Bello
sufre un proceso de modernización que es demasiado complejo
para ser expuesto aquí pero que no debe ser pasado por alto.
Baste señalar que en parte este proceso está motivado
por un contacto con escritores de la emigración española
que llegan a Londres a partir de 1823, y por un mejor conocimiento
de la literatura inglesa que se estaba publicando entonces. (Cf.
mi artículo "Andrés Bello y el romanticismo",
en Número, Montevideo, 1953, núms. 23/24, pp.
151-180). Es curioso señalar, por eso mismo, que en los borradores
aparecen copiosamente las figuras de la poética clásica:
Marte (pp. 13, 98 y 129), Baco (pp. 24 y 89), el Olimpo (p. 47),
Talía (p. 55), Vulcano (p. 61), Ceres (pp. 74 y 89), Apolo
(p. 122). A mi juicio, esto demuestra que buena parte de los borradores
es anterior a este proceso de modernización que podría
fecharse hacia 1824-1825.
En su famosa Antología, Menéndez Pelayo estuvo
más cerca que este prologuista del proceso genético
de las Silvas al suponer que "publicada la Alocución,
y convencido sin duda el mismo Bello de su desigualdad, fue enfriándose
en la continuación del poema, y determinó aprovechar
la parte descriptiva de los fragmentos publicados, para una nueva
composición de más reducidas dimensiones, de más
unidad de plan, y de tal perfección de detalles, que hiciera
olvidar la obra primitiva, enriqueciéndose con sus más
bellos despojos". Es cierto que Menéndez Pelayo
tampoco advirtió ese proceso de modernización a que
me he referido, lo que no es extraño si se tiene en cuenta
su conocida ojeriza contra el romanticismo hispanoamericano y su
ceguera documentada ante los méritos de este movimiento.
Pero lo que es muy singular es que el prologuista no haya seguido
en esta interpretación a Menéndez Pelayo, ya que en
otros pasajes de su prólogo demuestra una admiración
ilimitada por el difundido polígrafo español, a quien
califica (p. xiv) de "crítico tan autorizado e insospechable",
y de quien destaca (p. xvii) "la voz inapelable de crítico
literario". Esto no le impide, sin embargo, transcribir
las palabras ya citadas de su admirado maestro sobre las Silvas
y refutarlas (p. xxii). Lamentablemente, el que tal vez tenía
más razón en este caso era Menéndez Pelayo.
Aunque su juicio no sea siempre "inapelable", su
intuición del
proceso genético de las Silvas parece más correcta.
Si me he extendido en detallar las limitaciones del prólogo
es porque creo que esta edición de Obras completas de
Andrés Bello es muy valiosa y hace honor sobre todo a los
esfuerzos editoriales de Pedro Grases. Por eso mismo, cabe lamentar
que en algunos casos los prólogos no estén a la altura
de los textos. El tomo primero, dedicado precisamente a las Poesías,
lleva una introducción de Fernando Paz Castillo que a pesar
de ser extensísima (pp. xxxvii-cxxxi) cala bien poco en la
creación poética de Bello. En este otro caso, el prólogo
del P. Barnola confunde más que ilumina el tema que pretende
tratar. Por suerte, los borradores están ahí
y pueden ser estudiados independientemente. Una consideración
crítica de los mismos, a pesar de los problemas editoriales
ya apuntados, arrojará sin duda valiosas lecciones en el
futuro."
EMIR RODRÍGUEZ MONEGAL
Instituto de Profesores, Montevideo.
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