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             "Nueva escritura latinoamericana de Héctor 
              Libertella" 
              En Vuelta, nº 15, febrero 1978 
              p. 36-38. 
            "La renovación total de la crítica de la novela 
              latinoamericana contemporánea es el objetivo de este libro 
              de formato pequeño (menos de cien páginas de texto 
              en cuerpo grande). Subrayo lo de hispano americana, y no 
              latino americana como dice el excesivo título, porque 
              la literatura brasileña juega muy poco papel en sus lucubraciones. 
              Hay, es cierto, una mención a Guimarães Rosa en la 
              página 41, pero es una golondrina verdaderamente friolenta 
              para justificar ningún verano. El autor no parece saber que 
              existe una realmente nueva, y diferente, novela brasileña 
              de esta última década. Pero aun aceptando el error 
              común de extender a todo el continente latinoamericano 
              una competencia que sólo funciona, si funciona, en la parte 
              hispanoamericana, el libro presenta suficientes anomalías 
              como para justificar una reseña. 
            La tesis del autor es simple, si no simplista: Se está a 
              punto de presentar la emergencia de un "grupo de cavernícolas", 
              preparados para salir de una vez de sus cuevas, para decantar 
              (el verbo deriva del autor) "la historia literaria de Latinoamérica, 
              violentando desde su oficio aquella mirada doble -Civilización 
              y Barbarie- y reconociéndose estructuralmente in situ 
              practicantes en Continente." O sea: algunos jóvenes 
              desconocidos están dispuestos a salir a enseñar a 
              los discípulos de (digamos) Alfonso Reyes y Pedro Henríquez 
              Ureña lo que es la verdadera historia literaria de la América 
              hispánica. 
            Esta frase no tiene desperdicio. En primer lugar porque el tal 
              grupo de cavernícolas, a juzgar por esta muestra, parece 
              haber salido de las cuevas de la Sorbonne. El mero título 
              del libro alude a un famoso ensayo del Barthes de 1953; los nombres 
              de Derrida y Lacan, la Kristeva y el reflorado formalista ruso Eikhenbaum, 
              son mencionados con respeto y reverencia. Incluso los críticos 
              latinoamericanos que se citan favorablemente son aquellos que han 
              pagado tributo a la vieja y querida Francia no atreviéndose 
              a pensar otra cosa que la viene ya digerida en la rive gauche. 
              El autor no parece advertir que esa forma del colonialismo intelectual 
              ya fue denunciada seriamente por Sarmiento: el mismo que aparece 
              implícitamente citado en el párrafo de la página 
              35. Sin embargo, el autor protesta (p. 17) contra el colonialismo 
              de la novela policial, de origen anglo-sajón, como se sabe. 
              Parece olvidar que también en Francia se han dejado colonizar 
              por ella, como lo prueban Maurice Leblanc y, sobre todo, el delicioso 
              Georges Simenon. 
            Más grave es el hecho de que el autor crea posible renovar 
              hoy la historia literaria de la América hispánica 
              atacando la tesis de Sarmiento en su célebre Civilización 
              y Barbarie, más conocido como Facundo (1845). 
              Es verdad que la tesis de Sarmiento encontró formas de renovarse 
              a través de la versión apocalíptica de Euclides 
              da Cunha (Os sertões, 1902), o la versión romanceada 
              de Rómulo Gallegos (Doña Bárbara, 1929). 
              Pero en este nuevo avatar, y utilizada para desprestigiar a los 
              discípulos de Reyes y Henríquez Ureña, resulta 
              simplemente un mal chiste. ¿Es posible creer en 1977, que 
              alguien nacido en este siglo sea capaz de sostener la tesis de Sarmiento? 
              Il enfonce des portes ouvertes, dicen los Sorbonards, y también 
              otros franceses que nunca han ido a la Sorbonne. En efecto: en su 
              afán de tener razón, este candidato a cavernícola 
              violenta puertas abiertas. La historia literaria de la América 
              hispánica ya hace tiempo que no se ocupa de esta dicotomía 
              sarmientina. Si el autor todavía tiene alguna duda, le recomiendo 
              la lectura del texto; "The Metamorphoses of Caliban," 
              que publica el último número de Diacritics 
              (vol. VII, nº 3, otoño 1977, The John Hopkins University 
              Press, pp. 78-83). Encontrará allí un resumen de la 
              teoría del canibalismo, o calibanismo, ya sostenida por los 
              modernistas brasileños de los años veinte contra los 
              herederos del sarmientismo. 
            Pero tal vez el mayor problema del autor de este libro es su deseo 
              de ser profesionalmente joven. No hay nada malo en ser joven. Como 
              dijo alguien, es una enfermedad que se cura con los años. 
              Pero sí hay mucho en maquillarse de joven. Especialmente 
              cuando se ha pasado la fatídica marca de los 30, y se recuerda 
              el slogan de los años sesenta: "No confíes 
              en nadie que tenga más de 30 años". El concepto, 
              que viene de una visión yankee de la cultura como deporte, 
              ha sido denunciado por los mismos que lo forjaron, apenas ellos 
              cruzaron la raya de los treinta. Esos muchachos que antes no usaban 
              gomina (para adaptar una frase de Borges sobre el famoso tango) 
              ahora no usan pelo. El autor de este libro parece haber nacido en 
              1945, lo que lo hace irreparablemente anciano. 
            Por otra parte, la tarea que se propone este libro ya ha sido emprendida, 
              y hace por lo menos diez años, por un grupo de gente de distintas 
              edades (aunque la mayoría tiene la misma del autor de este 
              libro) y en distintas partes del mundo latinoamericano. No creo 
              que haga falta citar a Octavio Paz en México. Todos saben 
              que él ha sido de los primeros en utilizar en nuestra lengua 
              los métodos que aquí se preconizan: la lingüística 
              de Saussure y Jakobson (el autor parece ignorar que Saussure fue 
              traducido al español por Amado Alonso en 1945); la antropología 
              estructural de Lévi-Strauss (que enseñó sociología 
              en la Universidad de Sao Paulo en los años treinta, como 
              lo documentan sus Tristes Tropiques, 1955); el psicoanálisis 
              de Freud en la relectura lacaniana; la semiología de Barthes 
              y la semiótica de Eco, hasta los venerables textos de los 
              formalistas rusos que ha hecho accesibles en 1966 a los colonizados 
              por Francia el fácil divulgador Todorov, después que 
              fueron exhaustivamente estudiados por Victor Ehrlich en un libro 
              de 1955. (Como fue publicado en inglés no fue practicado 
              por los sorbonnards, eruditos de una sola lengua extranjera.) 
            Pero Paz no está afortunadamente solo. Ya en Mundo Nuevo, 
              y a partir de 1966, Severo Sarduy, empezó a publicar trabajos 
              en los que su familiaridad y conocimiento profundo del estructuralismo 
              resultaban evidentes. Estudios sobre Cortázar y Elizondo, 
              sobre Lezama Lima y Góngora, sobre el Barroco en su doble 
              perspectiva diacrónica y sincrónica, fueron anticipados 
              en aquella revista, antes de ser recogidos en libros que el autor 
              cita en la página 95 pero fuera del contexto crítico 
              adecuado, y sin referencia a su carácter de pioneros. Más 
              tarde, en otras revistas y libros, Sarduy ha continuado incorporando 
              a la historiografía y las teorías literarias de la 
              América hispánica, la obra de Bakhtine en la relectura 
              de la Kristeva en América Latina en su literatura 
              (compilación de César Fernández Moreno, México, 
              UNESCO/Siglo XXI, 1972). En el mismo libro podrá encontrar 
              el autor no uno sino por lo menos dos artículos (de Haroldo 
              de Campos y de Rodríguez Monegal) que anticipan su teoría 
              de la disolución de los géneros en la literatura latinoamericana: 
              tema que, por otra parte, ya está en Borges. 
            En trabajos monográficos que se están publicando 
              desde fines de los años sesenta, y en algunos panoramas que 
              el autor parece desconocer, se han estado aplicando precisamente 
              los métodos que los cavernícolas creen haber descubierto. 
              Para no abrumar al lector, bastará señalar los más 
              notables: el estudio de Josefina Ludmer sobre Cien años 
              de soledad (Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1972), 
              que aplica Lévi-Strauss y la semántica estructural 
              con un rigor increíble; los trabajo de Roberto González 
              Echevarría sobre Carpentier, iniciados en 1971 y que acaban 
              de culminar con el libro, Alejo Carpentier: The Pilgrim at home 
              (1977), en que se aprovecha el método desconstructivista 
              de Derrida para proponer una lectura distinta de las novelas del 
              autor cubano. En Brasil, la Universidad de São Paulo ha producido 
              por lo menos tres estudios que son absolutamente imprescindibles 
              para quien se interese por la nueva literatura: Falencia da crítica, 
              de Leyla Perrone Moisés (Sao Paulo, Perspectiva, 1973), en 
              que el estudio estructural de la crítica sobre Lautréamont 
              permite muy sólidos análisis; Ao vencedor as batatas, 
              de Roberto Schwarz (São Paulo, Duas Cidades, 1977), en que 
              la obra temprana de Machado de Assis es sometida a un análisis 
              socio-literario que está libre de las frivolidades desde 
              los imaginarios discípulos de Walter Benjamin: (digo imaginarios 
              en el sentido que usa Borges la palabra: gente que se "imagina" 
              que es discípula de alguien); A poética do realismo 
              maravilhoso: Los pasos perdidos, de Irlemar Chiampi Cortez (a 
              publicarse en 1978 en Perspectiva, Sao Paulo), donde se analiza 
              a la luz de Propp, Greimas, Bremond, Barthes, Genette y otros la 
              estructura narrativa de una de las más famosas novelas de 
              Carpentier y se construye toda una teoría sobre el realismo 
              maravilloso como atributo del discurso sobre la realidad latinoamericana. 
            Estos trabajos no han sido escritos por ancianos discípulos 
              de Reyes y Henríquez Ureña sino por estrictos coetáneos 
              del autor de este libro. Sin escándalo, pero con firmeza, 
              estos críticos y sus maestros más cercanos están 
              realmente renovando el discurso sobre la narrativa latinoamericana. 
            Las limitaciones graves del método cavernícola se 
              ponen aún más en evidencia en el cuarto capítulo, 
              cuando el autor pasa de la teorización irresponsable a la 
              práctica. Elige seis novelas para mostrar la eficacia de 
              su método. Son: Sebregondi retrocede, de Osvaldo Lamborghini; 
              Farabeuf, de Salvador Elizondo; Cobra, de Severo Sarduy; 
              The Buenos Aires Affair, de Manuel Puig; El mundo alucinante, 
              de Reinaldo Arenas; La orquesta de cristal, de Enrique Lihn. 
              Con excepción de la última, que es muy reciente (1976), 
              las demás han sido analizadas ya a fondo por la crítica 
              precavernícola. En el caso de Sebregondi, el autor 
              viola su consigna de no reconocer antecedentes locales, y hasta 
              cita lo que han dicho sobre este libro Josefina Ludmer (el texto 
              más inteligente del libro) y Leopoldo Germán García. 
              Pero su generosidad termina aquí. Aunque es obvio que ha 
              aprovechado para Sarduy, lo que éste mismo ha dicho de sus 
              novelas en sendas entrevistas conmigo (Mundo Nuevo, 1966; 
              Revista de Occidente, 1970); aunque coincide a la letra con 
              lo que se dice de Cobra en un trabajo de Narradores de 
              esta América (vol. II, Buenos Aires, Alfa Argentina, 
              1972, pp. 421-445); aunque también ha leído los trabajos 
              de González Echeverría sobre Sarduy (de 1971/1972, 
              recogidos ahora en Relecturas, Caracas, Monte Avila Editores, 
              1976) y los de Suzanne Jill Levine (por lo menos al de Review, 
              nº 6, otoño de 1972), el autor no se digna a citarlos. 
              Aparentemente en la biblioteca de los cavernícolas sólo 
              se reconoce la existencia de trabajos publicados por amigos. 
            Para agravar su error, el autor ofrece su análisis de las 
              seis novelas en apenas veinte páginas. Es sabido que Valéry 
              y Borges han llevado la técnica del fragmento y del extracto 
              a refinamientos increíbles. Pero no es éste el caso. 
              Lo que ofrece este libro no es la condensación de un pensamiento 
              crítico sino las notas de clase de un alumno aventajado. 
              En estilo telegráfico y mezclándolo todo, el autor 
              usa y abusa del privilegio de la lectura digestiva para dar sello 
              "propio" a lo que han dicho antes y mejor estudiosos de 
              Europa y la América Latina. Un ejemplo de sus confusiones 
              críticas: al hablar de El mundo alucinante, de Reinaldo 
              Arenas, que está redactado sobre y al margen de las Memorias 
              auténticas de Fray Servando Teresa de Mier, observa en la 
              página 15 que está escrito en "una atmósfera 
              de novela de aventuras que tradicionalmente suponía un empleo 
              libre e irrestricto de la imaginación". Lo que parece 
              no saber el autor es que existe una categoría de novela de 
              aventuras (la novela histórica a la Dumas) en que el texto 
              imaginario se escribe sobre el texto de los documentos, más 
              o menos tergiversados por el novelista. El caso clásico es, 
              se sabe, Los tres mosqueteros, excavados por Dumas-Marquet 
              de las Memorias de D'Artagnan. La novedad de Arenas (discípulo 
              en esto de Dumas) no consiste sino en ofrecer una lectura desconstructiva 
              del texto de Fray Servando, lectura en que no una sino varias versiones 
              de distintos acontecimientos son posibles. El tema ya ha sido preocupado 
              por Julio Ortega (Review, nº 8, primavera 1973) y por 
              Eduardo González (Revista Iberoamericana, nos. 92-93, 
              julio-diciembre 1975). Los cavernícolas no parecen estar 
              enterados de la existencia de estas revistas. 
            Si me he detenido un poco en este libro no es por sus méritos. 
              Pero como ha sido publicado por una editorial que se especializa 
              en crítica literaria y que entre otros autores ha publicado 
              a Adorno y a Benjamin, a Frye y a Barthes, a Guillermo Sucre y a 
              Julio Ortega, cabe sospechar que alguien creyó realmente 
              que la propuesta de este libro merecía ser atendida. Es lástima, 
              porque el discurso crítico sobre la nueva narrativa latinoamericana 
              no puede adelantar con trabajos de este tipo: malinformados, tendenciosos, 
              ingenios, acríticos. Si los cavernícolas quieren participar 
              en el diálogo que está instaurado hace años 
              deben abonarse a alguna biblioteca circulante para saber qué 
              pasa en el mundo fuera de sus cuevas. Entonces, y sólo entonces, 
              podrán salir de las cavernas armados de algo más que 
              los groseros garrotes de antaño." 
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