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"Una cosecha incesante"
En Mundo Nuevo, n. 10
abril de 1967
p.
"En Chile, el semanario Ercilla organizó no
hace mucho una encuesta para preguntar (y lamentar) por qué
la novela chilena contemporánea no ha producido ningún
equivalente de la brillante trilogía Cortázar-Fuentes-Vargas
Llosa. Aunque la obvia respuesta es que esos tres narradores no
representan la literatura de una sola nación latinoamericana,
sino de América Latina entera, tal vez sea más fácil
reducir la cuestión al absurdo preguntándose imaginariamente
desde México por qué la novela mexicana no ha producido
un equivalente de la trilogía Carpentier-Sábato-García
Márquez; o desde Uruguay, por qué no hay allí
nada que se compare con Guimarães Rosa, Lezama Lima y José
Donoso; o saltando a Venezuela, por qué no aparecen de una
vez los iguales de Onetti, Rulfo, Sarduy. Sin duda, tales preguntas
están mal planteadas. En vez de pensar en términos
estrechamente nacionales y lamentar que aquí no se dé
Fulano o Zutano, hay que pensar en términos internacionales
y felicitarse que América Latina haya producido ya y continúe
produciendo una cosecha tan formidable y variada de novelistas.
Desde el mirador internacional lo que sobre todo sorprende es la
cantidad de nuevos narradores que vienen a la zaga de aquellos nombres
ya ilustres y que aparecen cada año: gentes que abren perspectivas
diferentes y ensayan técnicas audaces o renuevan los experimentos
patentados en Europa y los Estados Unidos; gentes que juegan con
el simultaneísmo de Dos Passos y destruyen el lenguaje como
Joyce, o practican las técnicas hipnóticas del "nouveau
roman" o la ironía lingüística de Ivy
Compton-Burrett y Nathalie Sarraute para desintegrar su visión
de la realidad latinoamericana. Pero sobre todo gente que en México,
como en Lima, en Montevideo como en Buenos Aires, asaltan sin pausa
su realidad.
Ya en anteriores números Mundo Nuevo ha tenido el privilegio
de adelantar fragmentos de la obra en preparación de Carlos
Fuentes (Cambio de piel), de Gabriel García Márquez
(Cien años de soledad), de José Donoso (Este
domingo), de Severo Sarduy (De donde son los cantantes),
para mencionar sólo algunos de los textos más importantes
aquí publicados; también se ha podido ofrecer una
muestra de la nueva narrativa brasileña, a través
de relatos de João Guimarães Rosa, Clarice Lispector
y Nélida Piñón. Esta vez, hemos ido a buscar
entre escritores aún no celebrados por el catálogo
de la fama, entre los jóvenes escritores argentinos, dos
muestras representativas de la vitalidad de una narrativa que atraviesa
las fronteras geográficas y las variaciones lingüísticas.
Tanto Manuel Puig como Néstor Sánchez, que publicamos
hoy, andan en sus años treinta. En ambos se recoge una tradición
narrativa que viene de los maestros (desde Arlt y Borges y Marechal
hasta Sábato, Onetti y Cortázar); en ambos se refleja
un lenguaje hablado rioplatense que tiene entonaciones regionales
en Manuel Puig, cuya novela se sitúa en la provincia de Buenos
Aires, o acento lunfardesco en Néstor Sánchez que
ambienta su libro en los suburbios de la gran capital porteña.
En los dos hay una gran nostalgia de un pasado ya muerto. Los capítulos
elegidos se ubican en los años treinta y están vistos
a través de personajes infantiles.
Pero acá terminan las semejanzas. En tanto que La traición
de Rita Hayworth utiliza el monólogo interior de un niño,
Toto, para dibujar unos seres enajenados por el cine (van todos
los días, sólo hablan de films, se imaginan sus propias
películas, convierten la vida diaria en triste parodia de
sus películas), Siberia Blues sólo toma del
cine la visión fragmentaria y dinámica de la "nouvelle
vague" y todo lo que muestra en una narración deliberadamente
inconexa es un arrabal en que el protagonista, el niño que
llaman Obispo por su poca afición al trabajo, aprende poco
a poco el arte de estafar al prójimo. Una suerte de Oliver
Twist contemporánea y porteña, esta novela de
Néstor Sánchez es sobre todo un enorme esfuerzo experimental
al que se refiere Silvia Rudni en la sección Libros y
Autores de este número de la revista.
El mayor mérito de ambas obras (tan distintas en todo lo
que es honda creación literaria) consiste precisamente en
haber levantado unas estructuras verbales nada convencionales y
en haber logrado a través de ellas reflejar una realidad
latinoamericana: ya sea el mundo casi onírico de una infancia
enajenada por el cine; ya el mundo también enajenado de una
infancia que se ve (más que describe) en términos
de literatura del suburbio. Con la publicación de unos capítulos
de estas dos obras Mundo Nuevo pretende ilustrar sobre la
riqueza y variedad de la nueva literatura latinoamericana."
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