"La carta del Sr. Director contienen muchos temas que sólo
lateralmente se vinculan con el central. En rigor, no sería
necesario comentarlos pero para que no quede ni la sombra de sospecha
de que puede haber algún interés en silenciarlos,
se comentarán a continuación. Debe subrayarse sin
embargo, que no arrojan ninguna luz sobre el tema central aunque
ilustran los procedimientos tácticos del sr. Director.
Trivia
El Sr. director finge asombrarse de que su carta de marzo 21
haya sido contestada por otras personas que su destinatario. Sin
embargo su misma carta ya era contestación a una del Sr.
Adolfo Pascale dirigida al Sr. director de MARCHA. ¿Puede
asombrarse que otros practiquen sus mismos métodos? También
finge asombrarse de que sea la sección literaria (y no
la jurídica, inexistente) la que se ocupa del tema tratándose
de un Instituto de Investigaciones Literarias y Archivos Literarios
el asombro no parece sincero.
Ambigüedades
El señor director en su carta de marzo 21 calificó
de "asociados" a las tareas del Instituto a los
Dres. Ardao y Real de Azúa, al prof. Gervasio Guillot Muñoz.
La página literaria de MARCHA denunció la
ambigüedad del término. En momentos en que se discutía
quiénes tenían acceso a los papeles del Instituto
no podía invocarse el caso de estos señores, ninguno
de los cuales tuvo acceso a los mismos (al menos durante la administración
del actual director).
El Sr. director niega que los cinco folletos publicados hayan
tenido una tirada de doscientos ejemplares. Pero no dice: A) qué
tirada les atribuye; B) qué distribución realizó
de los mismos.
Con respecto al prof. William Berrien el Sr. director invoca
un agradecimiento fechado en Guadalajara en setiembre de 1953.
Pero no dice qué agradece el prof. Berrien. Indudablemente
que no puede agradecer el envío de copias de las cartas
de Rodó a Unamuno -que solicitó en carta al director
de la Biblioteca Nacional de fecha 17/VII/1953 y que en agosto
19, 1953 no había recibido aun (según me comunica
en carta privada de dicha fecha). Poseo una carta del prof. Berrien
(enero 5, 1955) en que detalla con precisión el asunto
y se refiere a "los datos que tanto la Biblioteca Nacional
como el Instituto parecían no querer suministrarme".
En la misma carta, el prof. Berrien cuenta que el señor
director (con quien se encontró en 1953 en el Congreso
del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana) trató
de hacerlo desistir de publicar su trabajo sobre la correspondencia
Rodó-Unamuno alegando que tenía ya en galeras un
libro sobre el tema -libro que, hasta la fecha de hoy, permanece
inédito.
El caso del prof. Berrien es ejemplar de la diligencia con que
a veces "atiende" el Instituto a los investigadores
extranjeros. Aunque pueda parecer impresionante la lista de otras
personas atendidas, valdría la pena saber cómo fueron
atendidas.
Tergiversaciones
Si el Sr. director sólo se hubiera dedicado a estas trivialidades,
a este uso equívoco de palabras como "asociado"
o "atendido", sus recursos tácticos tal
vez no hubieran merecido comentario. Pero una de las características
de su carta es la tergiversación de lo dicho o hecho por
su supuesto adversario. Conviene puntualizar estas tergiversaciones:
1º) En el Nº 4 de la primera serie de cinco puntualizaciones
(luego se aumentaron a seis) se refiere el Sr. director a la publicación
por el suscrito "en edición privada del Diario
de viaje a París de Horacio Quiroga, propiedad del Instituto"
y también a otras publicaciones mías de "fragmentos
de cartas del mismo narrador pertenecientes al Instituto asimismo."
Es correcto. Pero ¿por qué aclarar que estas publicaciones
se hicieron "sujetándose únicamente a la
formalidad de una autorización interna"? ¿No
basta dicha autorización si emana del director del Instituto?
Para la edición privada se utilizaron hasta los mismos
clisés de la edición del Instituto, facilitados
gentilmente por el actual desmemoriado director. ¿Qué
mejor prueba de que la edición había sido debidamente
autorizada?
Lo que la página literaria había señalado,
y censurado, al Sr. director no es que él hiciera (o mejor:
prometiera hacer) trabajos para editoriales extranjeras.
Lo que se le reprocha -y es muy distinto- es que, so pretexto
de que promete dichos trabajos no permite el acceso de los materiales
a otros investigadores. Lo que se denuncia es un abuso de la situación
de privilegio que tiene el Sr. director.
2º) El Archivo Artigas constituye, contra lo que dice la
carta, un caso de excepción., ya que establece que sus
documentos no pueden ser utilizados por los investigadores hasta
que no hayan sido publicados; no pueden ser citados siquiera por
el prologuista del volumen en que se difunden. No es el caso del
Instituto. El Sr. director, por ejemplo, no sólo ha publicado
algunos documentos de sus Archivos con comentarios suyos
en ediciones del Instituto, los ha publicado en la prensa, en
la cátedra, en exposiciones.
3º) La transcripción de un juicio del suscrito sobre
la obra de investigación del Sr. director, previa a 1948,
no puede ser invocada cuando lo que se discute es la obra y la
política del Sr. director como director. Por más
que halague mi vanidad, dicha transcripción es irrelevante.
4º) El texto básico del Instituto es la Ley de
creación que ha sido siempre citada en los artículos
de MARCHA. En cuanto a si es lícito o ilícito
citar el texto del informe de la Comisión de Instrucción
Pública del Senado (diciembre 11, 1947) esto configura
un problema que deberá resolver antes el Sr. director,
ya que fue él quien por primera vez (y en su carta de marzo
21) lo invocó. Ahora parece haber cambiado de idea; ahora
que se pudo demostrar que el texto del informe era explícito
en cuanto a subrayar que el Instituto debe estar "abierto
a la inquietud de los trabajadores intelectuales".
5º) También se tergiversa el caso del Sr. Pascale.
Pueden dejarse de lado las alusiones irónicas del Sr. director;
ellas no demuestran que tiene razón; a lo sumo demuestran
que no desdeña utilizar ciertas armas. Pero no es cierto
que el Sr. Pascale reaparició"hace muy poco, a
fin de interpone un recurso." Como lo documenta la carta
del Sr. Pascale al director de la Biblioteca Nacional (reproducida
aquí en marzo 16), sus gestiones se reanudaron el 31 de
octubre de 1955 en tanto que el recurso a que alude el Sr. director
fue presentado a mediados de marzo. Tal vez al Sr. director le
parezca breve el lapso; pero sería interesante saber qué
opinión le merecería el director de un Instituto
público que niega el acceso de unos papeles ajenos en 1950
y los vuelve a negar en 1955 y los sigue negando en 1956 a pesar
del recurso legal interpuesto.
Alusiones personales
La incorporación de alusiones personales al texto de una
polémica no es invento del Sr. director -aunque su simpatía
por el recurso así parece acreditarlo-. Nada habría
que decir de las que se han incorporado a su carta si no fuera
que una de ellas implica tergiversaciones que el Sr. director
se hubiera podido ahorrar con estudiar más detenidamente
los antecedentes del Instituto que dirige. Para ilustrar los gastos
en que incurre el Instituto bajo su dirección pone como
ejemplo dos viajes realizados por mí antes de su dirección.
El procedimiento no es coherente. Más ilustrativo hubiera
sido mencionar, con las necesarias precisiones, el viaje del Sr.
director a Méjico en agosto de 1953 para asistir al congreso
ya citado.
Pero ya que el Sr. director ha querido descender a menudas referencias
a mis dos viajes a la Argentina conviene rectificar sus afirmaciones:
1º) El viaje a las Misiones fue realizados en compañía
del Sr. Darío Quiroga, hijo del novelista, y quien era
invitado del Instituto. Los gastos de viaje deben distribuirse
entre dos.
2º) No es cierto que se haya gastado $ 1.000,oo. En el Instituto
existe copia del recibo (que está en mi poder) y por el
que el encargado de la contabilidad recibe $ 170 -"excedente
de los gastos ocasionados en su reciente viaje a Buenos Aires".
La suma queda reducida a $ 830 -lo que tal vez no parezca tan
suntuoso si se tiene en cuenta que implica dos viajes a Buenos
Aires de una persona, un viaje a Misiones de dos personas, y que
el resultado que la obtención de la correspondencia de
Quiroga con Ezequiel Martínez Estrada (la más importante
que mantuvo el gran narrador, la que lo revela íntimamente),
el Diario de Viaje a París en 1900 (también
donación del escritor argentino) y el relevamiento fotográfico
y testimonial de los lugares en que vivió Quiroga y de
los seres reales que inspiraron sus cuentos. (Hay una crónica
en MARCHA, 1950, sobre este último aspecto.)
Por otra parte, mis viajes no arrojan ninguna luz sobre el tema
a que se había hecho alusión en MARCHA: ¿Para
qué da el Estadio 35 mil pesos al Instituto? ¿Para
que se convierta en un repositorio privado, sólo accesible
a quienes sean aprobados por el Sr. director? ¿Para que
el Sr. director disponga arbitrariamente, en su provecho o en
el provecho de quienes él designe, de papeles públicos?
Desafío
La última parte de la carta contiene un desafío
caballeresco que deberá ser declinado por improcedente.
Si el tema en discusión fuera la calidad de las voces del
Sr. director y del cronista de MARCHA, tal vez la competencia
oral tuviera sentido; si se tratara de determinar las dotes oratorias
de uno y otro, tal vez fuera imprescindible. Pero como se trata
de discutir la política del Sr. director de Instituto Nacional
de Investigaciones y Archivos Literarios: como se trata de una
discusión en que los textos impresos son la única
garantía, me parece haber ninguna ventaja en acceder al
terreno oral. Ningún testimonio mejor que éste impreso,
que llega a cada interesado, que puede ser leído y meditado,
que debe ser refutado con documentos y no con palabras.
Una pregunta final
¿Qué tiene que ver con el tema centra toda esta
argumentación que introduce el Sr. director -y a la que
se ha contestado puntualmente aquí? Ella no modifica la
situación básica, ella no aporta luces. Hay un solo
hecho evidente, un solo hecho que cuenta: el Instituto Nacional
de Investigaciones y Archivos Literarios -contra lo que dice su
Ley de creación y sostiene explícitamente sus fuentes
y la tradición democrática a de nuestro país-
está sometido a la arbitrariedad personal de su director,
quien determina qué investigadores pueden tener acceso
y qué investigadores no. Este hecho ya ha sido demostrado
y no requiere más comentarios. Proseguir discutiendo es
ocioso. Las autoridades superiores tienen la palabra."