"El nuevo programa de Literatura para Enseñanza Secundaria
ha suscitado comentarios de distinta índole entre particulares
y hasta en la prensa diaria, tan insensible por lo general a controversias
estéticas. Los comentarios han degenerado recientemente
en polémica pública, con cierto ribete de escándalo.
Nadie que se interese seriamente por el tema puede creer que haya
en esto alguna ventaja.
El único mérito de discutir en público y
ante un auditorio, obviamente no especializado un tema que, como
éste requiere acendrado conocimiento, es el de clarificar
conceptos básicos. Dos puntos pueden ser objeto de debates:
la metodología que consagra el nuevo programa y la actualización
de autores que opera de acuerdo con una nueva valoración
crítica. Aunque ambos temas fueron apuntados por Carlos
Real de Azúa en este mismo semanario (Mayo 27) no han recibido
la atención que merecen. Como integrante de la Comisión
que durante más de dos años trabajó en la
redacción de los nuevos programas me creo autorizado a
señalar la significación de estos dos puntos.
Los antiguos programas encaraban el estudio de la Literatura
desde el punto de vista de la Historia Literaria. Se estudiaban
épocas, siglos, tendencias, corrientes, autores, insistiendo
especialmente en la información crítica y en la
valoración general: se buscaba ofrecer un panorama y lograr
un conocimiento vasto aunque superficial de la evolución
literaria del Occidente. El nuevo programa consagra en cambio
el punto de vista del análisis de textos, lo que suele
llamarse "lectura comentada". Se busca la experiencia
directa de un texto por parte del alumno; el análisis pormenorizado
de las ideas y creencias que contiene y expresa; el relevamiento
de los caracteres estilísticos efectuado ante los ojos
del alumno y no como calificación dogmática.
De aquí que el número de autores exigidos sea ahora
menor, que se autorice al profesor a insistir en un texto capital,
que se busque completar el estudio de un escritor con el de textos
escogidos entre la producción de sus contemporáneos
(las lecturas ejemplares que incorpore el nuevo programa).
El propósito de la actualización de nombres y obras
es evidente: poner al día el estudio de la literatura de
acuerdo con la valoración crítica más exigente
de estos últimos treinta años. En esta operación
se ha debido proceder de dos maneras complementarias: eliminando
obras y autores cuya vigencia estética parece hoy muy disminuida
(la "Guerra de granada" por ejemplo); incorporando autores
antiguos que han sido revalorizados (Góngora o San Juan
de la Cruz) o modernos cuya importancia es ya indiscutible. (Melville
o Proust). Si se examína el nuevo programa atendiendo seriamente
a estos dos puntos, si de discute la nueva metodología
con argumentos, si se repasan los nuevos nombres no con el criterio
(respetable individualmente pero prescindible ahora) de las preferencias
personales, entonces la controversia pública sobre los
nuevos programas puede ser beneficiosa. De otro modo la polémica
será tan sólo (y como dijo una vez Macbeth de la
vida) UN CUENTO (...) LLENO DE ESTRÉPITO Y FURIA QUE NADA
SIGNIFICA.
O sea, polémica en el sentido más criollo de la
palabra."