Graham Greene: El que pierde gana. Traducción de
Victoria Ocampo, Buenos Aires, Editorial Sur, 1954, 123 pp. Edición
Inglesa: Loser takes all. London, Heinemann, 1955, 140
pp.
"Bertram, honesto contador inglés, piensa casar con
su joven novia, Cary, en una iglesia de Maida Hill y pasar la
luna de miel en Bournemouth. Para él es el segundo matrimonio
y la experiencia del primero (la mujer no valía nada) le
aconseja la prudencia, la rutina, la moderada felicidad que se
acepta pasados los cuarenta. Pero el azar, o el Destino, se interpone
bajo la apariencia del jefe supremo, el GOM (Gran Old Man, o sea
el Gran Viejo) como lo llaman en la oficina. So pretexto de consultarlo
por un error en unas liquidaciones, lo invita a encontrarse con
él en la Riviera y trasladar el modesto casamiento suburbano
al marco fastuoso y gastado de Montecarlo. Bertram acepta.
Las consecuencias son un desencuentro que le hubiera gustado
a Kafka para hundir a sus héroes en la angustia, pero que
en manos del urbano y entretenido Greene es sólo pretexto
para jugar con la ruleta, con la pasión del dinero y las
altas especulaciones, con los sacos de pijamas (ella nunca encontraba
uso para los pantalones) y con la institución sacrosanta
del matrimonio. En ese plano, la novelita (que Greene califica
abiertamente de entretenimiento) es divertida, muy legible y nada
más. Pero Greene introduce también su pequeña
sátira contra ciertos fieles (hay un casamiento por la
iglesia descripto en términos muy cómicos) y no
puede evitar la presencia de su personaje favorito: Dios. Poco
a poco se comprende que este entretenimiento es, como la Commedia,
una alegoría. No tan elaborada como la de Dante, y no tan
importante, pero una verdadera y sólida alegoría.
El Jefe, ese GOM, es Dios (GOD, en inglés); un Dios
demasiado ocupado para echar algo más que una mirada rápida
e indiferente sobre cada una de sus creaturas; un Dios que les
abre una puerta y se olvida de las corrientes de aire (lo malo,
postula la novelita, no es cohabitar sin estar casados; lo malo
es no estar casados por la iglesia). Cuando ya el barro está
hecho y cuando ya las creaturas en su desesperación están
por incurrir en otros pecados graves (ella se desliza hacia un
adulterio, él sólo ve y ambiciona el dinero del
juego), entonces Dios (digo: el GOM) se acuerda y los salva a
último momento. La experiencia es dura y por encima de
la miel final de la novelita queda el acre gusto de la ironía
de Greene. En unas palabras liminares que no figuran en la traducción
se defiende Greene de críticos católicos que lo
ven detrás de cada protagonista de sus novelas; se defiende
también de acusaciones menores. Es evidente que por más
excusas que dé, por más que rotule su fábula
de entretenimiento, Greene no puede dejar de entretenerse con
lo que constituye hace ya tiempo su obsesión: el pecado
(casi siempre carnal) y ese Dios implacable que acecha entrelíneas.
La solapa de la edición en español que tiene
el raro mérito de haber sido publicada antes que la original
inglesa- postula una distinta interpretación (moral) de
este entretenimiento. No es excluyente de ésta pero es
tal vez menos atractiva."