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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Martín Fierro, poema de protesta social"
En Marcha, Montevideo, nº 648, 23/11/1952
p. 15.

Enrique Bianchi: Martín Fierro. Un poema de protesta social. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft Ltda., 1952, 85 pp.

"No puede calificarse de novedosa la tesis de este ensayo. Ya la había indicado el propio José Hernández en la carta-prólogo que dirigiera a Don José Zoilo Miguens desde la primera edición del Martín Fierro (1872). Allí se hablaba de los abusos y las desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país; allí se insistía en los trabajos y las desgracias y los azares de la vida de gaucho. Pero si
no novedosa es por lo menos interesante la posición inicial del autor: subrayar el mensaje social del Martín Fierro. Para ello dedica seis de los doce capítulos a estudiar el poema en relación con la vida y actuación política de Hernández,
con relación a las fuerzas históricas en pugna, con relación a lo que otros grandes argentinos (Sarmiento, Rivadavia, Rosas, López Jordán) pensaban y obraron frente al gaucho.

En este libro se recorre, con un enfoque discutible y menor documentación, el terreno ya explorado desde 1934 por Enrique Espinoza en un ensayo, que también está recogido en volumen: El espíritu criollo (Santiago de Chile, Babel, 1951). Ahí se relevan algunos textos coetáneos tan importantes como aquella advertencia de los editores en la 14a. edición (1865): ... el señor Hernández (...) hace de Martín Fierro la historia de los infortunios de nuestro gaucho, penetrando con pensamiento de filósofo hasta lo más íntimo de la azarosa vida de una clase que bajo la dominación colonial como bajo la dominación republicana, sólo ha sido víctima de toda clase de dominaciones.

Esta investigación no aporta ningún elemento nuevo. Y hasta cabría asegurar que ni siquiera examina los últimos análisis del poema, particularmente el muy importante, de Ezequiel Martínez Estrada (Muerte y Transfiguración de Martín Fierro, México, Fondo de Cultura Económica, 1948). Lo que hace el autor de este ensayo es repasar algunos problemas ya bien historiados y presentarlos a la luz dé su interpretación muy parcial. Insiste, por ejemplo, en la actitud anti-gauchesca de los unitarios y se particulariza en el ataque contra Sarmiento. Pero no dice (lamentable omisión) qué otra cosa que usar al gaucho como arma de combate hicieron sus declarados protectores. En sus prejuicios el autor llega a comparar el rechazo de Hernández de una misión en Europa con el viaje que hizo Sarmiento, becado por un gobierno extranjero. Como si pudiera disimularse que se trata de dos situaciones completamente distintas y que lo que podía ser virtud en Hernández (al que se le ofrecía una misión que podía realizar, y realizó, sin salirse del país) no era virtud en Sarmiento que necesitaba, para bien de Argentina y de América, ir a estudiar a Europa. La inclusión a que llega (Evidentemente, Hernández fue más consecuente con sus ideales) sólo demuestra su magnifica ignorancia de cuáles fueron los ideales sarmientinos, entre los que no cabe olvidar éste de la educación del pueblo. Sus prejuicios también se evidencian cuando asegura que Rosas estuvo durante veinte años en el gobierno de la República porque el pueblo lo había querido así, como si don Juan Manuel hubiera sido llevado por voto popular al gobierno y se hubiera mantenido por el renovado sufragio.

El resto del libro está dedicado a un análisis más literario del poema. Tampoco hay aquí ningún aporte memorable. Ni el paralelo Cervantes-Hernández ni el Hudson-Hernández agregan nada. El autor aprovecha cualquier coyuntura para hablar de temas ajenos o para citar a troche y moche páginas de una biblioteca no demasiado escogida. Algunas referencias laterales demuestran que tampoco es demasiado feliz en sus aproximaciones, como por ejemplo cuando compara al bueno de Sancho Panza con el crapuloso Viejo Vizcacha y asegura que constituyen sendas antítesis de Don Quijote y de Martín Fierro; o como cuando se pregunta retóricamente sobre quién ha descripto mejor que Stendhal la batalla de Waterloo como si la descripción que figura en La chartreuse de Parme tuviera otro mérito que mostrar cómo ve un soldado una gran batalla (cualquier gran batalla); o cuando asegura que Stendhal (al que parece dedicar una descolocada admiración) unió en su estilo a la suntuosidad renacentista la cuota elegancia de la más pura tradición clásica; o como cuando califica de preclaros escritores españoles a José María Salaverría y a Ciro Bayo.

Una tesis harto conocida, un enfoque prejuiciado, una erudición claudicante, un estilo de pomposos adjetivos, no son los mejores elementos para componer un estudio literario. Este que comentamos se queda en el terreno de las buenas intenciones y la mala factura (intelectual, estilística)."

E.R.M.

 

Responsables

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lbehar@multi.com.uy

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ssanchez@oce.edu.uy

 


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