El cronista de The End of the Affair (El fin de la aventura),
novela de Graham Greene que se comentó en estas páginas
en el Nº 622, recibió una carta del Sr. Rodolfo Fonseca
Muñoz, algunos de cuyos párrafos se publican ahora
con autorización del autor. Se publica asimismo la respuesta.
Estimado amigo Rodríguez Monegal:
Hace días que tenía esta carta para escribirle
pero como el asno metafísico no encontraba más motivos
a favor de los que veía en contra, y permanecía
indeciso ante dos idénticamente atrayentes montones de
heno. Hasta que el encuentro casual con Sarandy Cabrera agregó
más heno al montón correspondiente a la decisión
de escribirle a usted, y ahí va la carta.
La crítica suya o recensión del FINAL DEL ASUNTO
de Greene, me parece en buena parte injusta para con Greene.
Usted habla de "LA SUTILEZA DE SUS PROCEDMIENTOS",
de "SU HABILIDAD APOLOGÉTICA", de que por eso
"PUEDE ENVOLVER SUS PROBLEMAS RELIGIOSOS EN HISTORIAS INTERESANTES"
y de que "LA HISTORIA ES EL CEBO" y "LA PROPAGANDA
NUNCA PARECE TAL".
¿No le parece que después de eso resulta incomprensible
la subsiguiente absolución de Greene: "NO HAY DESHONESTIDAD
EN ESTE MÉTODO, PERO TAMPOCO HAY OBJETIVIDAD"?
Si Greene hizo de su novela una obra apologética, evidentemente
habría deshonestidad y de la más grave, porque con
el cebo de su calidad literaria y de la atracción de sus
historias, proporcionaría solapadamente la propaganda de
sus ideas religiones. Me parece una grave deshonestidad literaria.
Por supuesto lo deshonesto está, no en hacer propaganda
de sus ideas sino en esconderla bajo las formas de una novela
inofensiva.
Pero no parece que Greene merezca las críticas que
usted le hace sufrir. Por lo menos en esta obra y en EL REVÉS
DE LA TRAMA.
Es cierto que Greene es católico; y que no lo oculta
en sus obras; que sus personajes dejan un saldo favorable a la
fe, y que las soluciones novelescas se edifican en base a un sutil
argumento religioso. Pero no parece justo negar a los católicos
ni a los temas católicos la posibilidad de proporcionar
material novelesco honesto, considerado el asunto con indiferencia
crítica en cuanto al sentido extra artístico de
la obra o más bien de la realidad que la obra pinta.
No creo que usted se coloque en esa posición, y su
posterior comentario de Claudel me autoriza a atribuirle una imparcialidad
en la materia digna de la seriedad de su labor crítica.
Con Greene sin embargo usted se abusa en el sentido inglés
de la palabra abusar, y con perdón de los puritanos. (Habría
que sacar el "se").
El otro punto en el que discrepamos es en el juicio que usted
hace de Sarah.
¿"SÓLO LA MUERTE PUDO SALVARLA DE REINCIDIR
EN EL ADULTERIO"? Parece que su casi voluntad de morir, y
el texto de la carta de despedida, deben hacernos pensar lo contrario.
Eso en cuanto a Sarah dentro de la novela. Ahora con respecto
a lo que podría haber hecho la Sarah de la novela si la
dejemos vivir más tiempo, por supuesto no podemos decir
ni que sí ni que no, por más que sus intenciones
finales eran muy buenas.
Yo encuentro a Sarah, como a Scobie, ejemplos nítidos
de hombres o mujeres mediocres, sin pena ni gloria, pero aspirantes
no ya a la santidad si por santidad entiende usted un grado excelso
o superlativo de virtud, sino simplemente a la salvación
personal. Constituidos sobre la arcilla de las debilidades, no
creo que sea necesario "DESENTERRAR TEXTOS" de ninguna
especie para probar su ortodoxia. (Por otra parte si Sarah no
es ortodoxa porqué hace a Greene apologeta). La realidad
está empedrada de Sarahs y Scobies; personas sin homogeneidad
de carácter, discretas (por oposición a concretas),
oscilantes al impulso de sus pasiones, de la debilidad de sus
voluntades y de la honestidad de sus intenciones últimas.
Ese tipo humano, tan frecuente y tan pobre, ha sido objeto constante
de la atención de la ética católica, construida
justamente para que en ella pueden encontrar un camino no sólo
los santos sino también los pobres hombres. Esa es su universalidad
escatológica.
Perdóneme la lata -como diría su amigo Quijano.
Lo saluda afectuosamente,
RODOLFO FONSECA MUÑOZ.
Estimado amigo Fonseca:
Muchas gracias por su carta y por su discrepancia. Creo que sus
objeciones se sintetizan en tres puntos. Permítame contestarlos.
1) No creo incomprensible lo que Ud. llama absolución
de Greene. Me parece lícito que Greene haga propaganda
de sus ideas (de aquí lo de "no hay deshonestidad
en ese método"); pero señala la falta de
objetividad que esta actitud supone. Me refiero, claro está,
a la objetividad narrativa, al hecho de que el novelista fuerce
la mano de personajes y acontecimientos para difundir sus ideas.
Cuando me refería al cebo de la historia quería
decir eso: la habilidad narrativa puesta al servicio de la propaganda
(o apologética). De aquí que en realidad mi artículo
no se opone (como Ud. parece creer) a que Greene haga propaganda
de sus ideas (¿y quién no la hace?). Lamento únicamente
que ese afán proselitista tenga en este caso particular
de The End of the Affair un efecto pernicioso sobre la
novela.
2) El segundo punto es más difícil de probar. He
creído deducir de la novela (que leí cuidadosamente
dos veces en su texto original) que "sólo la muerte
puede salvarla (a Sarah) de reincidir en el adulterio".
Mi interpretación ha sido confirmada por personas amigas
con las que he comentado el libro (puedo citarle, ya que Ud. los
conoce, a Mario Benedetti y a Carlos Martínez Moreno) e
incluso he visto que el cronista del Time la ha indicado.
Pero ¿cómo convencerlo? Lo único que puedo
pedirle es que repase la novela, como he hecho yo el recibir su
carta.
3) La frase sobre los textos que habría que desenterrar
significa dos cosas: Estaba dirigida en principio a un amigo católico
que, efectivamente, había desenterrado esos textos para
probar la ortodoxia de Greene; significaba, además, mi
propia ignorancia de la buena doctrina. De todos modos, no veo
contradicción en esa frase ya que si Sarah era una santa
(como parece querer decir Greene) qué importa que no parezca
ortodoxa. Los santos, he creído entender, son elegidos
por Dios. La obra podría parecer heterodoxa y sin embargo
ser (para Greene) un esfuerzo serio de apologética.
Su carta me ha estimulado mucho. Le agradezco nuevamente que
se haya ocupado de la reseña.
Hasta pronto.
Emir Rodríguez Monegal.