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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Graham Greene y la apologética"
En Marcha, Montevideo, nº 631, 19/07/1952
p. 15.

 

El cronista de The End of the Affair (El fin de la aventura), novela de Graham Greene que se comentó en estas páginas en el Nº 622, recibió una carta del Sr. Rodolfo Fonseca Muñoz, algunos de cuyos párrafos se publican ahora con autorización del autor. Se publica asimismo la respuesta.

Estimado amigo Rodríguez Monegal:

Hace días que tenía esta carta para escribirle pero como el asno metafísico no encontraba más motivos a favor de los que veía en contra, y permanecía indeciso ante dos idénticamente atrayentes montones de heno. Hasta que el encuentro casual con Sarandy Cabrera agregó más heno al montón correspondiente a la decisión de escribirle a usted, y ahí va la carta.

La crítica suya o recensión del FINAL DEL ASUNTO de Greene, me parece en buena parte injusta para con Greene.

Usted habla de "LA SUTILEZA DE SUS PROCEDMIENTOS", de "SU HABILIDAD APOLOGÉTICA", de que por eso "PUEDE ENVOLVER SUS PROBLEMAS RELIGIOSOS EN HISTORIAS INTERESANTES" y de que "LA HISTORIA ES EL CEBO" y "LA PROPAGANDA NUNCA PARECE TAL".

¿No le parece que después de eso resulta incomprensible la subsiguiente absolución de Greene: "NO HAY DESHONESTIDAD EN ESTE MÉTODO, PERO TAMPOCO HAY OBJETIVIDAD"?

Si Greene hizo de su novela una obra apologética, evidentemente habría deshonestidad y de la más grave, porque con el cebo de su calidad literaria y de la atracción de sus historias, proporcionaría solapadamente la propaganda de sus ideas religiones. Me parece una grave deshonestidad literaria. Por supuesto lo deshonesto está, no en hacer propaganda de sus ideas sino en esconderla bajo las formas de una novela inofensiva.

Pero no parece que Greene merezca las críticas que usted le hace sufrir. Por lo menos en esta obra y en EL REVÉS DE LA TRAMA.

Es cierto que Greene es católico; y que no lo oculta en sus obras; que sus personajes dejan un saldo favorable a la fe, y que las soluciones novelescas se edifican en base a un sutil argumento religioso. Pero no parece justo negar a los católicos ni a los temas católicos la posibilidad de proporcionar material novelesco honesto, considerado el asunto con indiferencia crítica en cuanto al sentido extra artístico de la obra o más bien de la realidad que la obra pinta.

No creo que usted se coloque en esa posición, y su posterior comentario de Claudel me autoriza a atribuirle una imparcialidad en la materia digna de la seriedad de su labor crítica.

Con Greene sin embargo usted se abusa en el sentido inglés de la palabra abusar, y con perdón de los puritanos. (Habría que sacar el "se").

El otro punto en el que discrepamos es en el juicio que usted hace de Sarah.

¿"SÓLO LA MUERTE PUDO SALVARLA DE REINCIDIR EN EL ADULTERIO"? Parece que su casi voluntad de morir, y el texto de la carta de despedida, deben hacernos pensar lo contrario.

Eso en cuanto a Sarah dentro de la novela. Ahora con respecto a lo que podría haber hecho la Sarah de la novela si la dejemos vivir más tiempo, por supuesto no podemos decir ni que sí ni que no, por más que sus intenciones finales eran muy buenas.

Yo encuentro a Sarah, como a Scobie, ejemplos nítidos de hombres o mujeres mediocres, sin pena ni gloria, pero aspirantes no ya a la santidad si por santidad entiende usted un grado excelso o superlativo de virtud, sino simplemente a la salvación personal. Constituidos sobre la arcilla de las debilidades, no creo que sea necesario "DESENTERRAR TEXTOS" de ninguna especie para probar su ortodoxia. (Por otra parte si Sarah no es ortodoxa porqué hace a Greene apologeta). La realidad está empedrada de Sarahs y Scobies; personas sin homogeneidad de carácter, discretas (por oposición a concretas), oscilantes al impulso de sus pasiones, de la debilidad de sus voluntades y de la honestidad de sus intenciones últimas. Ese tipo humano, tan frecuente y tan pobre, ha sido objeto constante de la atención de la ética católica, construida justamente para que en ella pueden encontrar un camino no sólo los santos sino también los pobres hombres. Esa es su universalidad escatológica.

Perdóneme la lata -como diría su amigo Quijano.

Lo saluda afectuosamente,

RODOLFO FONSECA MUÑOZ.

Estimado amigo Fonseca:

Muchas gracias por su carta y por su discrepancia. Creo que sus objeciones se sintetizan en tres puntos. Permítame contestarlos.

1) No creo incomprensible lo que Ud. llama absolución de Greene. Me parece lícito que Greene haga propaganda de sus ideas (de aquí lo de "no hay deshonestidad en ese método"); pero señala la falta de objetividad que esta actitud supone. Me refiero, claro está, a la objetividad narrativa, al hecho de que el novelista fuerce la mano de personajes y acontecimientos para difundir sus ideas. Cuando me refería al cebo de la historia quería decir eso: la habilidad narrativa puesta al servicio de la propaganda (o apologética). De aquí que en realidad mi artículo no se opone (como Ud. parece creer) a que Greene haga propaganda de sus ideas (¿y quién no la hace?). Lamento únicamente que ese afán proselitista tenga en este caso particular de The End of the Affair un efecto pernicioso sobre la novela.

2) El segundo punto es más difícil de probar. He creído deducir de la novela (que leí cuidadosamente dos veces en su texto original) que "sólo la muerte puede salvarla (a Sarah) de reincidir en el adulterio". Mi interpretación ha sido confirmada por personas amigas con las que he comentado el libro (puedo citarle, ya que Ud. los conoce, a Mario Benedetti y a Carlos Martínez Moreno) e incluso he visto que el cronista del Time la ha indicado. Pero ¿cómo convencerlo? Lo único que puedo pedirle es que repase la novela, como he hecho yo el recibir su carta.

3) La frase sobre los textos que habría que desenterrar significa dos cosas: Estaba dirigida en principio a un amigo católico que, efectivamente, había desenterrado esos textos para probar la ortodoxia de Greene; significaba, además, mi propia ignorancia de la buena doctrina. De todos modos, no veo contradicción en esa frase ya que si Sarah era una santa (como parece querer decir Greene) qué importa que no parezca ortodoxa. Los santos, he creído entender, son elegidos por Dios. La obra podría parecer heterodoxa y sin embargo ser (para Greene) un esfuerzo serio de apologética.

Su carta me ha estimulado mucho. Le agradezco nuevamente que se haya ocupado de la reseña.

Hasta pronto.

Emir Rodríguez Monegal.

 

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