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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Otra muestra de la cultura franquista"
En Marcha, Montevideo, nº 627, 20/06/1952.
p. 14.

 

Hace algunas semanas se denunció en estas mismas páginas una calumnia contra Arturo Barea y su novela autobiográfica La forja de un rebelde divulgada por organismos culturales de Franco. Ahora puede mostrarse otro ejemplo de la política seguida por la nueva España. En los Cuadernos Hispanoamericanos (Nº 25, enero 1952), que se editan en Madrid bajo los auspicios del gobierno, se publica una nota contra la reseña bibliográfica que Mario Benedetti dedicó a La colmena de Camilo José Cela en Número (Año 3, Nº 13-14, marzo-junio 1951). El artículo se titula Crítica con moldes y lo firma un tal Rafael Gutiérrez Girardot. Entre muchas otras cosas que no vale la pena examinar (como el error de llamarlo Don Benedetti, como si ignorara que el Don solo puede ir precediendo al nombre y nunca al apellido solo), R. G. G. acusa al crítico uruguayo de practicar una discriminación política en sus juicios. La raíz última de la cualidad de una obra literaria (apunta) está para estos críticos en una circunstancia tan poco literaria como la aparente filiación política del autor. También lo acusa de usar clisés críticos: Y esta cualificación es la que se disfraza con clichés (sic) que ellos manejan a su antojo. Se trata, entonces, de "mensaje", de "estructura", de "técnica", de "problemática humana", de "tensiones", de "contrastes violentos", de "combinaciones" y cuantas cosas más que sólo ellos saben en rigor qué cosa son. Al final invoca como juez, contra la desfavorable opinión de Benedetti, al público literario en general, que ni tiene moldes ni, para leerlo, se fija si él es de derechas o de izquierdas.

Es lástima que R. G. G. practique lo que denuncia. Si él no hiciera crítica con moldes (políticos) habría advertido que en ningún momento de la reseña. Benedetti alude a la condición política de Cela, que jamás menciona la situación actual de España (que el propio Cela, por la sordidez y miseria de sus personajes, contribuye a demostrar), que incluso ni siquiera se permite una indagación de las causas por las que este libro se publica en la Argentina y no en España o de porqué se estorbó su circulación en la península. (Por lo menos hasta junio de 1951, fecha en que visité España). Benedetti estudia La colmena como novela y como tal (por su mediocridad, por su cursilería) la censura. De aquí que al analizarla utilice vocablos que se refieren a la técnica de la novela y que cualquier aficionado (excepto, es claro, y según confesión de parte, el Sr. R. G. G.) conoce y emplea. Pobre e innecesario parece, en fin, el recurso de invocar al público como juez. Ahí están en España los nombres de los que fueron novelistas populares (desde El caballero audaz, hasta Enrique Jardiel Poncela, desde Armando Palacio Valdés hasta Vicente Blasco Ibáñez), que tanto favor recibieron del público y a los que no es posible confundir con los verdaderos creadores de la literatura española.

Pero hay algo más en el ataque del Sr. R. G. G. Hay una acusación general de anglofilia que incluye, también, a la publicación en que Benedetti escribe y cuya dirección integra. Cualquiera que ojee el ejemplar en que se publicó la reseña incriminada advertirá que hay un solo trabajo que se refiere a las letras inglesas: un diálogo entre Stanislavski (ruso) y Gordon Craig (inglés) sobre la puesta en escena de Hamlet. El resto del sumario incluye trabajos de Heidegger (alemán), Denis Molina, Juan Cunha, Carlos Martínez Moreno, J. C. Williman (uruguayos) y los directores de la revista (uruguayos todos). Los temas varían desde André Gide a Juan Carlos Onetti, desde Pablo Neruda a Rómulo Gallegos, de Guido Piovene a Antonio Machado. Las reseñas (son ocho) están dedicadas a españoles (tres), a un uruguayo, un italiano, un francés, un norteamericano y un inglés. Si de algo podría ser acusado ese Número ecléctico es de cierta tendencia hacia lo español e hispanoamericano. Y, sin embargo, por la sola autoridad de su nombre, el Sr. R. G. G. decreta la anglofilia de la revista, aunque una ojeada a toda la colección de Número le hubiera demostrado que más preocupada está la revista por asimilar o expresar lo español y lo hispanoamericano auténticos que por registrar las variaciones de una literatura extranjera en particular, por importante que sea.

Si se aplicara al Sr. R. G. G. el método de calumnia indocumentada que él utiliza con ligereza habría que afirmar que el elogio y la defensa de Cela no proceden de un amor por las letras y la cultura sino de la necesidad ineludible de quedar bien con el juez. No es posible olvidar que Cela, rebelde y disconforme como parece, tiene en la España de Franco el oficio (nada envidiable) de censor literario. Pero, ¿por qué pensar siempre lo peor? ¿Por qué no creer, simplemente, que el Sr. R. G. G. defiende a Cela y a la España de Franco porque cree en ambos, porque está honestamente equivocado, porque tiene mal gusto, porque no sabe nada de literatura, porque no es un crítico sino un gacetillero?

E.R.M.

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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