I
FECHA DE NACIMIENTO
"Ignoro si es bastante conocida esta anécdota del
profesor norteamericano William Berrien de la Universidad Berkeley
(California). En la duda, la contaré una vez más.
En 1935 visitó Berrien el Uruguay; en su natural busca
del dato preciso intentó averiguar a qué se debía
que mientras algunos afirmaban que Rodó había nacido
en 1871, otros (y eran los más numerosos) insistían
en el 1872. Preguntó qué afirmaban los registros
de la Matriz y pudo descubrir entonces que nadie había
ido a consultarlos; que la diferencia de fecha se mantenía
porque a nadie se le había ocurrido empezar por el principio.
El resto de la anécdota no es ya tan edificante. Berrien
fue a la Matriz y pudo documentar allí que Rodó
había nacido el 15 de julio de 1871. En la Revista Hispánica
Moderna (New York, octubre de 1936) publicó el resultado
de su investigación el distinguido hispanista.
Con la fecha de nacimiento de Horacio Quiroga -y con un problema
de mayor gravedad a éste vinculado- ha sucedido algo semejante.
No sólo el indocumentado Luis Alberto Sánchez en
su Nueva Historia de la Literatura Americana (Buenos Aires,
1944) indicaba el año de 1879 como el de su nacimiento;
también Pedro Henríquez Ureña en Las corrientes
literarias en la América hispánica (México,
1949) apuntaba el mismo año. Y en el Uruguay no faltaban
quienes los hubieran precedido o acompañado en el error,
por ejemplo Alberto Lasplaces, tanto en sus Nuevas opiniones
literarias (Montevideo, 1939) como en su Antología
del cuento uruguayo (Montevideo, 1944), Nicolás Fusco
Sansone, en la Antología y crítica de literatura
uruguaya (Montevideo, 1940), y Julio J. Casal en Exposición
de la poesía uruguaya (Montevideo, 1940). Es cierto
que sus amigos y biógrafos José María Delgado
y Alberto J. Brignole habían indicado en su Vida y obra
de Horacio Quiroga (Montevideo, 1939) la fecha exacta: 31
de diciembre de 1878. Pero como no acompañaban de ninguna
documentación su aserto y como su obra fuera concebida
más como biografía novelada (o novelera) que como
estudio histórico, su mera afirmación resultaba
insuficiente; por otra parte, no parecía difícil
relevar a lo largo de sus digresivas páginas numerosos
errores de información, imprecisiones y descuidos, que
contribuían a acentuar la reserva y alimentar la duda.
No parece adecuado reclamar ahora el mérito, tardío,
de haber consultado los archivos parroquiales de Salto. Parece
prudente, en cambio, dar a conocer los resultados de esa investigación
elemental. Como lo certifica la reproducción fotográfica
de parte del Folio 536 del libro 9 de Bautismos de la Iglesia
de Nuestra Señora del Carmen, El día diez y nueve
de Mayo de mil ochocientos setenta y nueve: el Presbítero
Don Juan Bautista de Aguinaga con licencia de mí el infraescrito
Cura Vicario de esta parroquia de Nuestra Señora del Carmen
del Salto Oriental bautizó en ella solemnemente a Horacio
Silvestre que nació el día treinta y uno de Diciembre
del año próximo pasado, hijo legítimo de
Prudencio Quiroga, argentino, y de Pastora Forteza, oriental;
abuelos paternos Juan y Ciriaca Narvajas; abuelos maternos Juan
y Francisca Saldaña, fueron padrinos Francisco Forteza
y Magdalena Forteza de Trillo a quienes instruya. Por verdad lo
firmo. Licdo. Pedro García Salazar.
II
NACIONALIDAD DE ORIGEN
Este documento no resuelve, sin embargo, un problema lateral
y de más larga proyección. Se ha llegado a afirmar
reiteradamente que Horacio Quiroga, aunque nacido en Salto Oriental,
había sido inscripto en el Consulado de la República
Argentina. Así lo da a entender, por ejemplo, un estudio
de John A. Crow, de la Universidad de California, publicado en
1939; así lo expresa, asimismo, la ya citada Antología
y crítica de literatura uruguaya: Su partida de
nacimiento fue inscripta en el consulado de la República
Argentina que funcionaba en dicha ciudad por la circunstancia
de ejercer su padre el cargo de cónsul de ese país.
Tal categórica afirmación permite conjeturar que
la inscripción hubiera sido doble: por un lado, el bautismo
en el Salto, por otro, el registro en el Consulado. Pero no es
éste el caso. Un detenido examen efectuado en los archivos
del Consulado argentino de Salto permite asegurar que no consta
en ninguna parte tal hipotética inscripción.
Y, por otra parte, un simple repaso de la historia institucional
de ambos países muestra por qué no podía
constar. Horacio Quiroga nació antes de la creación
del Registro Civil tanto en nuestro país como en la Argentina.
Las únicas inscripciones válidas eran las del Bautismo
en la parroquia correspondiente. Al aparecer inscripto en la Iglesia
de Nuestra Señora del Carmen del Salto Oriental se elimina
automáticamente la posibilidad de cualquier otra inscripción
ya que sólo podía ser bautizado una vez.
Eso no es todo. Las mismas circunstancias biográficas
contribuyen a iluminar la situación. Horacio Quiroga era
el cuarto hijo del matrimonio Quiroga-Forteza. En el momento de
su nacimiento, su padre ejercía desde hacía dieciocho
años el cargo titular del Vice-Consulado argentino en Salto.
Cuando Horacio no había cumplido aún dos meses y
medio -el 14 de marzo de 1879, para ser preciso- D. Prudencio
murió al dispararse accidentalmente una escopeta de dos
caños que llevaba en la mano. (En el capítulo I
de su biografía, Delgado & Brignole recogen una de
las versiones del accidente.) Horacio fue bautizado recién
el 19 de mayo, unos dos meses después. Muerto su padre
parece poco probable que sus familiares salteños hubieran
pensado en inscribirlo como argentino, para lo que hubiera sido
necesario bautizarlo en alguna ciudad argentina.
La doble investigación cumplida permite afirmar sin lugar
a dudas que Horacio Quiroga nació en 1878 y que su nacionalidad
de origen es la oriental.
III
CONSIDERACIONES FINALES
Tal afirmación no debe sobrestimarse. No pretende tener
más alcance que el que indican sus propios medidos términos.
No despeja por cierto otros problemas vinculados a la vida de
Horacio Quiroga.
Es muy posible, por ejemplo, que en los primeros años
de su vida en la Argentina, a donde se trasladara después
del trágico accidente de la muerte de Federico Ferrando,
Quiroga haya actuado como argentino. La mera circunstancia de
haber nacido de padre argentino se lo autorizaba. Y quizá
esta misma actitud juvenil haya alimentado la leyenda de su inscripción
en el consulado argentino, contribuyendo a despistar a algunos
estudiosos. Aunque más tarde, al incorporarse en 1917 al
Consulado General del Uruguay en la Argentina, hubiera despejado
todo equívoco en lo que respecta a su verdadera nacionalidad
electiva. Todo esto es, ya se ha indicado, otro problema y exigirá,
por lo tanto, una dilucidación aparte.
Queda aquí en pie, asimismo, un problema de índole
estrictamente literaria y que se refiere a la exacta ubicación
del arte de Quiroga. Aunque salteño y montevideano en sus
orígenes, su gran obra de creador pertenece enteramente
a las Misiones argentinas, es misionera. Y esto conduce a la consideración
de aquel enfoque propuesto por algunos: una literatura rioplatense
alzándose por encima de los (ociosos) separatismos nacionales.
Tanto Quiroga, como Sánchez, como Viana, como Bartolomé
Hidalgo, como Juan Carlos Onetti, pertenecen a ambas literaturas.
Y lo mismo podría afirmarse de los emigrados argentinos
de la época de Rosas y de Hilario Ascasubi que (como lo
demuestra concluyentemente Lauro Ayestarán) no sólo
estuvo radicado cerca de veinte años en el Uruguay, sino
que aquí desarrolló la mayor parte de su obra y
escribió sobre sucesos uruguayos y dentro del diferenciado
acento popular de nuestro país.
Tal enfoque conduce a la consideración final. No la comezón
nacionalista sino la disciplina de la erudición ha guiado
esta busca por archivos y documentos. Sería lamentable
que alguien pudiera valerse de estas precisiones para alimentar
una estúpida rivalidad de campanario o una descolocada
reivindicación patriotera."
NOTA. Sin la generosa colaboración
de los encargados de los archivos de Nuestra Señora del
Carmen y del Consulado Argentino, así como del actual Cónsul
de esta nación en Salto, no hubiera sido posible cumplir
esta investigación. Una deuda más vasta tiene el
que esto escribe con el Profesor Adolfo Silva Delgado que prestó
ayuda y dedicación constantes en todas las etapas del trabajo.