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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Panorama bibliográfico del año 1948"
En Marcha, Montevideo, Nº 461, 1948, p. 20-21

LETRAS HISPANOAMERICANAS

"Algunas notables ausencias, algunas presencias parciales, algunas obras capitales, prestan especial fisonomía a este heterogéneo panorama de las letras hispanoamericanas en 1948. Mientras tres de los más importantes escritores americanos (Borges, Gabriela Mistral, Eduardo Mallea) no recogieron sus obras más recientes en volumen; mientras otro (Alfonso Reyes) sólo publicó trabajos secundarios o circunstanciales; otros dos (Pablo Neruda y Ezequiel Martínez Estrada) culminaron -el uno con su Obra completa, el otro con su Martín Fierro-, una labor creadora de años. Para la comprensión de la fisonomía literaria del 48 no basta, pues, con el examen de lo publicado; hay que señalar -así sea someramente- lo que debió publicarse, lo que no logró acabamiento. Por eso se debe subrayar, de manera especial, el hecho de que ninguno de los cuatro libros que en enero de este mismo año anunciara Jorge Luis Borges, vio la luz: ni el tomo de cuentos fantásticos para la editorial Losada, ni el volumen de ensayos para la editorial Sudamericana, ni la antología del cielo y del infierno para la editorial Claridad, ni la antología de la poesía gauchesca para Fondo de Cultura Económica. A cambio de toda esta ambiciosa labor, Borges publicó en el número 167 de la revista Sur un cuento (paradójicamente calificado de REALISTA): Emma Zunz, historia de una humillante venganza y de una desesperada soledad. También publicó Borges, en distintas revistas literarias, sus minuciosos escolios de Dante, con devoción tan ejemplar, con tan absorbente entrega, que no vaciló en redactar hasta dos veces la misma nota. (Ejemplo: un imperfecto borrador, El enigma de Ulises, apareció en el Nº 3 de Escritura; una redacción impecable, El último viaje de Ulises, en La Nación, 22/VIII/948). Hay que subrayar, asimismo, la omisión del último libro de poemas de Gabriela Mistral, anticipado en los versos que dócilmente reprodujeran Sur, Cuadernos Americanos y La Nación; o la de la novela de Mallea, uno de cuyos capítulos -uno malo- difundió el Nº 5 de Escritura bajo el título de La salida nocturna. Tampoco debe silenciarse la política literaria de Alfonso Reyes este año; su lema parece ser: no tirar ningún papel, recoger amorosamente todo lo escrito. Y en vez de dedicar su espléndida madurez a la coronacion de su teoría literaria, de la que El deslinde fue abrumador prolegómeno, prefirió Reyes reunir hasta el último fruto de su cosecha en varios libros, de desigual importancia pero de buena doctrina: Grata compañía y Entre libros (ambos de crítica literaria); Cortesía (libro de amistades); Letras de Nueva España y De un autor censurado en "El Quijote" (ambos, monografías).

Una Residencia en la tierra

La más importante publicación poética de 1948 fue, sin duda, la de los diez tomitos en que la editorial chilena Cruz del Sur recogiera toda la producción poética de Pablo Neruda bajo el título común de Residencia en la tierra. Esta edición, inaugurada en 1947 con La canción de la fiesta y Crepusculario, se cerró este año con los tres volúmenes -España en el corazón, Dura elegía, Himno y regreso- que presentan la lírica posterior a la guerra española. Tal publicación ha sido concebida como homenaje al que es, sin disputa, el mayor poeta americano. Por la calidad de su presentación, por las notas y documentos que acompañan cada tomo, por el inteligente cuidado de cada detalle constituye en verdad el mejor homenaje a Neruda. Otro homenaje lo tributó la editorial Pleamar al reproducir en hermosísima edición uno de sus libros más populares: Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Como un tercer homenaje -de carácter político este-, podría considerarse el volumen Pablo Neruda acusa que reune algunos textos relativos al incidente que motivó su desafuero como senador chileno. Inútil agregar que estos textos no pertenecen para nada a la poesía. -(Edit. Pueblos Unidos).

La prosa imaginativa

No hubo, este año, una sola novela memorable. Los esfuerzos de algunos jóvenes, o maduros, escritores hispanoamericanos no lograron sazón. Quedaron en eso: esfuerzos. El lector sabrá disculpar, por lo tanto, el tono inevitablemente melancólico de esta sección. La obra más ambiciosa la concibió Leopoldo Marechal en su extenso Adán Buenosayres (Editorial Sudamericana), intento frustrado de abarcar toda la complejidad del mundo porteño, su fauna pintoresca y cosmopolita, su caótico folklore; obra satírica y paródica, con fuertes y trasparentes reminiscencias de La Divina comedia, de Los sueños, del Ulysses, de Un modelo para la muerte. (Hay episodios calcados sobre los de estas ilustres invenciones); novela de clave que fija un momento -pasado inmediato- de la literatura argentina; relato contaminado de autosatisfacción, de milicia católica, de vulgaridad insistida, de humorismo directo. Otros títulos revelaron menos ambición, pero igual inmadurez. Son: El túnel por Ernesto Sábato (Edtorial Sur), obra adolescente y palabrera, inconcebible en el prosista de Uno y el universo; El impostor por Silvina Ocampo (Revista Sur, Nos. 164-67), mediocre trabajo de redacción sobre un tema que quizá Henry James hubiera sabido contar; El lugar del diablo por Carmen R. L. de Gándara (Editorial Sudamericana), colección de pulidos relatos, pretendidamente trascendentales, hinchados y sin rigor intelectual; El estruendo de las rosas por Manuel Peyrou (Editorial Emecé), vulgar historieta policial, contada con algún ingenio y mucha arbitrariedad. El concurso de cuentos organizado por la revista Sur no deparó mayores satisfacciones. Un jurado, integrado por Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges, Ezequiel Martínez Estrada, Manuel Peyrou y Eduardo González Lanusa, distinguió con el Primer Premio a Hundimiento, del poeta sentimental Juan Rodolfo Wilcok. Todo el relato traslucía cierta despreocupación, cierto aire burlón, de quien no se toma en serio el trabajo o de quien sabe que no es del oficio; era mediocre, abundaba en tonterías y se resolvía en nada. (En estas páginas de "MARCHA" se denunció la influencia de las ficciones de Borges sobre ésta. Al rechazar tal afirmación, el mismo Borges ha señalado, modesta y erróneamente, la superioridad de Wilcok y ha indicado que la semejanza entre sus obras quizá se deba a una común orientación literaria, a lecturas compartidas: Stevenson, Henry James, Franz Kafka). Los otros cuentos destacados por el jurado -Transfiguración de Rosa Chacel, El tamaño de mi esperanza de Nisha Orayen y Las cuatro cartas de Juan Sobral de Adolfo L. Peérez Zelaschi- no mejoraban el nivel marcado por el Primer Premio. (Los textos están publicados en el Nº 164-165 de Sur).

El gaucho Martín Fierro y otros personajes

El acontecimiento crítico del año lo constituye, quizá, la publicación de Muerte y transfiguración de Martín Fierro por Ezequiel Martínez Estrada (Editorial Fondo de Cultura Económica). Martínez Estrada no se ha limitado a estudiar la vida y la obra de José Hernández desde un punto de vista estrictamente literario. Ha buscado llegar, también, a las raíces de su concepción; ha intentado recrear, también, los tiempos en que vivieron el poeta y el gaucho; ha querido, también, arrojar viva luz sobre la realidad actual de su patria. (El libro se subtitula: Ensayo de interpretación de la vida argentina). Por eso esta obra rebasa el campo literario y alcanza un plano de encendida polémica sociológica. No es éste el lugar más adecuado para emprender un examen detenido de sus novecientas páginas de texto; quede tal empresa para un próximo comentario. (Otra faz de la crítica del poema la ofreció el libro de José Roberto del Río: El autor del "Martín Fierro", Ciorda y Rodríguez Editores. Pero esta faz es la del patrioterismo, de la ineptitud crítica, de la erudición sin inteligencia). También pueden destacarse otros títulos que ofrecen un claro índice del creciente interés que evidencia América hispánica por la labor crítica. Ellos son: Anastasio el Pollo por Manuel Mujica Láinez (Editorial Emecé), excelente biografía de Estanislao del Campo, el del fausto criollo; El arte de la prosa en Juan Montalvo por Enrique Anderson Imbert (El Colegio de México), lúcido examen de una personalidad y un estilo impares; La novela ecuatoriana por Ángel F. Rojas (Editorial Fondo de Cultura Económica), buena y entusiástica síntesis del género; Andrés Bello por Pedro Lira Urquieta (Fondo de Cultura Económica), claro y superficial resumen de la vida y la vasta obra del gran humanista americano.

Los clásicos de América hispánica

Una sola editorial dedicó su esfuerzo a la publicación impecable de los clásicos hispanoamericanos: Fondo de Cultura Económica, de México. Su Biblioteca Americana -dedicada a la memoria de Pedro Henríquez Ureña, que la proyectara poco antes de morir-, aumentó este año en tres títulos: la exhaustiva Vida de Ercilla que en 1917 publicó José Toribio Medina, prologada, anotada e ilustrada ahora por el historiador chileno Ricardo Donoso; la Filosofía del entendimiento de Andrés Bello, en cuya extensa Introducción José Gaos estudió cuidadosamente y por vez primera su pensamiento filosófico; El libro de los libros de Chilam Balam, donde se recogen los textos religiosos, históricos, médicos, cronológicos, cosmológicos, astronómicos y literarios de los Mayas -textos, en su totalidad, posteriores a la Conquista-, en una valiosísima edición preparada y traducida por Alfredo Barrera Vázquez con la colaboración de Silvia Rendón.

Españoles americanos

Aunque sea imposible trazar desde Montevideo un panorama de las letras españolas en 1948 -la incomunicación levantada por el franquismo recién comienza a despejarse-, ello no significa que se deba dejar de lado las obras más importantes que publicaron este año en América algunos escritores españoles; especialmente cuando cuatro de ellas pertenecen a don Américo Castro, a Ramón Gómez de la Serna, a Pedro Salinas y a Guillermo Díaz-Plaja. La más importante por sus proyecciones, por su largo aliento, por su estimulante aire polémico, es la de Américo Castro: España en la historia (Editorial Losada). Este libro busca determinar las raíces de lo hispánico, los rasgos esenciales de su fisonomía, y estudia para ello el conflicto de las sucesivas culturas medievales, apoyando el acento en el aporte de moros y judíos. La obra más original de 1948 es la voluminosa autobiografía que con el título provocativo de Automoribundia compusiera el inagotable Ramón Gómez de la Serna (Editorial Sudamericana). Toda una época literaria, todo un mundo, están encerrados en sus páginas inquietas, certeras, de pausada y minuciosa memoria; toda una literatura que sirve de glorioso marco historiado al auto-retrato (muy favorecido, es claro) que Ramón lega a la posteridad más inmediata. El mayor aporte crítico del año se reparte entre dos obras. Una es La poesía de Rubén Darío (Editorial Losada), donde Pedro Salinas renueva profundamente los enfoques sobre el gran poeta hispanoamericano. (Una escritura descuidada y una cierta impaciencia inexplicable empañan algo este trabajo de Salinas). La otra es Federico García Lorca (Editorial Guillermo Kraft), donde Guillermo Díaz-Plaja emprende de manera total y con gran rigor el examen de la poesía lorquiana, desde su estética, pasando por una interpretación de su andalucismo y de su obra conocida, hasta la obra olvidada, que el crítico recupera gracias a la ayuda de devotos admiradores del poeta. También deben mencionarse para concluir este panorama -forzosamente sintético- una valiosa edición de las Cartas completas de Lope de Vega, preparada por el filólogo Ángel Rosemblat (Editorial Emecé); una nueva redacción (depurada de ciertas concesiones al régimen franquista) del estudio de Pedro Laín Entralgo sobre La generación del 98 (Editorial Espasa Calpe) y una irregular antología de Ensayos de Ramiro de Maeztu (Editorial Emecé), prologada, con ejemplar cuidado, por su hermana.

UN AÑO DE TRADUCCIONES

Este año de 1948 ha sido particularmente malo para las traducciones: malo por la escasa calidad de casi todo lo publicado; malo por la menor cantidad con relación a panoramas anteriores. En 1947 pudo señalarse, en estas misma páginas, la crisis editorial argentina como un fenómeno que afectaba profundamente toda la producción literaria; pudo indicarse, además, que pese a los esfuerzos conjuntos de los editores y a algunas medidas interesadas del gobierno, el problema no había sido conjurado; se pudo, en fin, concluir el examen con estas palabras: la crisis no ha pasado. Un vistazo a las mejores obras publicadas este año, así como a las más notorias omisiones, permitirá confirmar -curiosamente- tal afirmación.

NADA.- El capítulo de omisiones es, tal vez, el más copioso.Ya se sabe que os editores hispanoamericanos no se resuelven a encarar directamente la publicación bilingüe de los textos poéticos de nuestro siglo. Por eso, parece preferible no lamentarse porque 1948 no haya editado ningún volumen de Yeats o de Eliot, de Eluard o de Claudel, de Stefan George o de Rilke. Pero sí es justo lamentar que mientras ingleses y norteamericanos rivalizan en actualizar a Henry James, en espléndidas ediciones anotadas, esta año los hispanoamericanos no hayan vertido una sola obra del gran novelista. (La mediocre traducción de uno de sus más sorprendentes relatos, Los amigos de los amigos, en el número 159 de Sur, no altera el cuadro); que mientras un editor inglés ha comenzado a publicar en volúmenes uniformes las obras de Graham Greene -cuya última novela: The Heart of the Matter, fuera proclamada uno de los libros del año-, nada se traduzca de Greene en Hispanoamérica, pese al éxito indiscutido con que fuera recibido en 1945 uno de sus relatos semipoliciales: El ministerio del miedo; que mientras la última novela de de William Faulkner, Intruders in the Dust, es leída y discutida en todo el mundo de habla inglesa, nada del intenso novelista sureño se publique en nuestra lengua. Y esto no pasa sólo con las letras inglesas. Pasa igualmente con los libros franceses. Siguen sin traducir al español dos obras capitales de Gide: la autobiografía Si le grain ne meurt... de 1928; el fabuloso Journal, de 1939; no se ha vertido aún la última novela de Malraux: Les noyers d'Altenburg, escrita durante la ocupación alemana; no se publicó ninguna de las últimas obras literarias de Cocteau, aunque algún editor argentino (Santiago Rueda) haya decidido traducir el mediocre diario de filmación de La belle et la bête; permanecen desconocidas las novelas de Michel Leyris, de Simone de Beauvoir, de André Rousset (para citar algunos ejemplos), aunque cualquiera de los tres haya merecido notoriedad por sus vinculaciones políticas o afectivas con el pontífice del existencialismo. Ninguno de los casos propuestos arriba a la consideración del lector alcanza, sin embargo, la ejemplaridad paradójica de este último: La forja de un rebelde, novela autobiográfica de Arturo Barea, exilado español en Londres, aunque circula en versión inglesa y ya se anuncia una francesa, no ha sido publicada aún en español. (El número 12 de Los anales de Buenos Aires reprodujo un fragmento del libro). El lector habrá advertido que se ha preferido escoger ejemplos de autores conocidos en nuestro ambiente para subrayar más la pobreza y la real desorientación de este conjunto de traducciones de 1948.

JEAN PAUL SARTRE fue al autor más difundido y discutido del año. La editorial Losada publicó su intensa colección de cuentos: El muro, y las dos primeras partes de su novela-río: Los caminos de la libertad. La Editorial Ibero-Americana tradujo un ensayo filosófico: Lo imaginario y anuncia la inmediata publicación del libro que ofrece la parte central de la doctrina sartriana: El ser y la nada. La editorial Sur dio a conocer la valiosa Reflexiones sobre la cuestión judía. Sin embargo, no se han publicado aún sus debatidas piezas teatrales (desde Les mouches hasta Les mains sales), ni sus importantes ensayos de crítica literaria (Situations I y II, Baudelaire). El interés por Sartre no se limitó este año a la edición de sus obras. Además de numerosos ensayos en revistas literarias, se publicaron libros dedicados a la exposición de su filosofía -p.ej., el de Paul Foulquié: El existencialismo (Editorial Salvat) o el de Vicente Fatone: El existencialismo y la libertad creadora (Editorial Argos)-; o a la negación de su doctrina -p.ej., del punto de vista marxista: El existencialismo por Henri Lefebvre (Editorial Lautaro) o, del punto de vista católico: Introducción al existencialismo por Monseñor Francisco Vives Estévez (Editorial del Pacífico)-; o al examen de las vinculaciones de su obra literaria con otras formas del existencialismo -p. ej., Valoración literaria del existencialismo por Guillermo de Torre (Editorial Ollantay). No todos estos libros abordan su tema con autoridad; los mejores, los más informados, son los de Fatone y de Torre, aunque ambos sean susceptibles de críticas de detalle. De Albert Camus, cuyas relaciones con el existencialismo sartriano están oscuramente indicadas, se publicó esta año una extraña, ambiciosa e irregular novela: La peste (Editorial Sur). Pero sigue desconocida parte importante de su obra, que es (para algunos) la más valiosa de las letras francesas de hoy; siguen inéditos en castellano su primera novela: L'étranger; uno de sus melodramas: Le malentendu; sus ensayos: Le mythe de Sisyphe. (La revista argentina Sur tradujo el año pasado la pieza teatral Calígula y Las cartas a un amigo alemán). Cabría señalar, también, entre las traducciones del francés, las dos obras menores de Gide: La escuela de las mujeres y Roberto-Genoveva (Editorial Poseidón) y el texto lírico de Juana de Arco en la hoguera por Paul Claudel, fina labor de Ángel J. Battistessa (Edición de la Municipalidad de Buenos Aires).

EVELYN WAUGH -uno de los más importantes novelistas ingleses de nuestros días- estuvo representado este año únicamente por Retorno a Brideshead, una de sus más discutidas novelas, pero no la mejor, ni la más característica. El lector hispánico deberá seguir esperando, tanto sus excelentes primeras obras (A Handful of Dust, p. ej.) como su última despiadada sátira de Norteamérica (The Loved One). La revelación del año la constituyó, sin duda, la obra de George Orwell, uno de los más agudos críticos literarios de Inglaterra. La editorial Sur tradujo sus Ensayos críticos, mientras Guillermo Kraft publicó su deliciosa sátira política: Rebelión en la granja. (Los dibujos de Lino Palacio han hecho creer a muchos que se trata de un cuento para niños. En cierto sentido lo es: en el mismo nocturno sentido en que se sigue considerando literatura infantil a los feroces Viajes de Gulliver, obra con la que ha sido comparada esta sátira de Orwell). La publicación de una intensa novela de Nigel Balchin (Mi propio verdugo, Editorial Emecé) o de los autobiográficos cuentos de Cristopher Isherwood (Adiós a Berlín, Editorial Sur) no pudo disimular el vacío que creó una de las más penosas omisiones del año: La tumba sin sosiego de Cyril Connolly, libro misceláneo cuya versión española por Ricardo Baeza anunciara la editorial Sur reiteradamente, llegando a anticipar algunas páginas en el ejemplar de su revista dedicado a la literatura inglesa (Números 153-156 del año 1947). Esta obra del obeso editor de Horizon consigue conciliar milagrosamente una sutil inteligencia con una erudición intachable, una sensibilidad poética con el humor más despiadado.

CURZIO MALAPARTE logró con Kaputt (José Serra, Editor) el libro más escandaloso del año. En ningún momento el autor de estas casi apócrifas memorias -suerte de Decamerone unipersonal- olvidó su público; en ningún momento dejó de atribuirse los mejores epigramas, las más audaces ironías frenta al alemán y al fascista, los actos de más puro corazón, "le beau rôle" en fin. Contra el escenario cruel, de crueldad casi lujuriosa, que fue Europa entre 1940 y 1943, se levantó esta maduro "enfant terrible", este testigo morboso y dannunziano, este equívoco antifascista, este gran escritor, este divo.

U.S.A. - Con la traducción de una novela de Thomas Wolfe (Del tiempo y del río) la editorial Emecé facilitó el conocimiento de una de las figuras más valiosas de las letras norteamericanas. Wolfe fue un escritor esencialmente pueril, fijado en la adoslescencia; fue un talento desorbitado e intenso que pretendió captar, a la vez, las angustias y las ansias del artista enfrentado a un mundo indiferente u hostil, y la imagen viva, ardida y frenética, de una Norteamérica que el veía latir como un gigantesco, un montruoso, corazón. Para coronar su intento no supo desechar nada y muchas de sus páginas quizá justifiquen el acerbo adjetivo que le regalara Etiemble (l'ennuyeux Wolfe), pero muchísimas otras rivalizan sin duda con las mejores que se han escrito en el Norte desde los tiempos de Melville y Whitman. Deben señalarse otros dos aportes menores: una colección de los mejores cuentos de Ernest Hemingway, publicada bajo el título La vida feliz de Francis Macomber, Editorial Rueda; el dramático y sobrio reportaje novelado de John Hersey sobre la catástrofe de Hiroshima (Editorial Zig-Zag). Estas son las únicas traducciones valiosas de una literatura que en sus últimos años ha revelado a figuras tan originales como el poeta Robert Lowell, el dramaturgo Tennessee Williams o el novelista Norman Mailer.

ALGUNOS ENSAYOS pueden destacarse fácilmente dentro de un año mediocre, también, en este rubro; el agresivo libro El triunfo de la literatura pura o la Francia bizantina de Julien Benda, racionalista del siglo XVIII extraviado (irremediablemente) en la literatura actual que no comprende pero aniquila (Editorial Argos); la Historia de la filosofía occidental de Bertrand Russell, obra de clara inteligencia y de profunda interpretación personal (Editorial Espasa Calpe Argentina). En un plano menor, aunque importante, cabe también señalar tres libros de crítica literaria: El romanticismo en Alemania, erudito trabajo de Arturo Farinelli, Con Balzac, desordenadas reflexiones de Alain (ambos editados por Argos) y la Historia de la literatura griega, excelente síntesis pedagógica de C. M. Bowra (Editorial Fondo de Cultura Económica). Y tres libros de interpretación histórica: La gran claridad de la Edad Media por Gustave Cohen (Editorial Argos); Pueblos y Estados por Leopold Ranke (Editorial Fondo de Cultura Económica) y La crisis de nuestra era por Pitrim A. Sorokin (Editorial Espasa Calpe Argentina). Eso es (apenas) todo."

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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