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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Alfonso Reyes : crítico y erudito "
En Marcha, Montevideo, Nº 439, 1948.
p. 14.

ALFONSO REYES: Grata compañía (México, Ediciones Tezontle, 1948) y Entre libros (México, El Colegio de México, 1948)

I

"Hay un Alfonso Reyes poeta y cuentista; hay otro traductor y Maestro (así, con mayúscula). Pero, quizá el más Alfonso Reyes de todos los conocidos o posibles sea el crítico y erudito. El Alfonso Reyes de Cuestiones estéticas, de El Cazador, de Simpatías y diferencias, de Cuestiones gongorinas, de Capítulos de literatura española, de La crítica en la edad ateniense, de La antigua retórica, de El deslinde, para citar sólo algunos de sus títulos más difundidos. En una palabra: el Alfonso Reyes de los dos volúmenes que pretextan esta nota; volúmenes de ensayos, prólogos y reseñas bibliográficas.

En este Reyes, que ahora propongo a la atención del lector, cohabitan las siguientes especies que algunos distraídos juzgarán inconciliables: un crítico sutil y original, un erudito infatigable, un devorador de libros, un estilista. Porque este Reyes -para decirlo en términos más coloquiales- lee todo, tiene todo fichado, juzga todo con lucidez y autoridad, escribe con gracia incomparable. Es (parece ser) el crítico perfecto.

No teme -como algunos entristecidos candidatos a la genialidad- las áreas subalternas o anónimas de la erudición: fichaje de documentos, copia de manuscritos, cotejo de variantes, corrección de pruebas. Tampoco teme perder su originalidad estudiando con esmero a otros críticos, reseñando servicialmente su labor, citando las ajenas opiniones. No teme, en fin, que los ociosos, los irresponsables, lo acusen de impersonal, de meramente descriptivo, al emplear todos los materiales de la crítica (incluso la impresión subjetiva) para la composición, la creación, de una unidad superior: el juicio -válido por la personalidad que lo suscribe, es claro; pero válido, también, por la calidad del trabajo, por la intensidad del estudio, por la suma de experiencias que lo informa. (¿Y qué trasnochado, qué improvisador, pudo creer que el juicio es cosa meramente subjetiva?)

II

Frente a la crítica impresionista que los americanos copiaron dócilmente a los europeos a fines del siglo pasado, se alzó en las primeras décadas del nuestro, una nueva corriente que en Alfonso Reyes, el mexicano, encuentra uno de sus más valiosos ejemplares. Los críticos de su escuela estudiaron con ahínco los textos, se formaron en severas disciplinas filológicas, colaboraron (desde el peldaño más humilde hasta la culminación del edificio) en la tarea de dotar a la crítica en nuestro idioma de un cuerpo sólido de investigaciones, de un programa de trabajo, de normas eficaces y maduras.

Reyes fue a Madrid el año 1914. Allí trabajó con Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos; preparó, como ayudante de Raymond Foulché-Delbosc (como albañil, escribiría más tarde el propio Reyes) una edición crítica de Góngora; anotó libros para la biblioteca de "Clásicos Castellanos" de "La lectura", y para la serie clásica de la editorial Calleja; escribió reseñas bibliográfícas -sobrias, certeras, enriquecedoras del tema- para la Revista de Filología Española y para El Sol de Madrid.

Sus inquietudes no se redujeron al mundo clásico español. Estuvo atento a las corrientes literarias de su hora: leyó Proust, tradujo a Chesterton, comentó a Henri Michaux. Tampoco descuidó señalar ningún aporte a la cultura hispanoamericana: ya se tratara de una edición de la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, o una bibliografía venezolana, o un libro sobre Rodó. Su labor crítica fue de incomparable intensidad. Casi diría: abrumadora. Pero su estilo jamás denotó fatiga; fue (sigue siendo) ágil y fresco.

No sé de ejemplo más provechoso para la juventud americana de hoy que el examen de la obra crítica de Reyes, ya sea en sus obras más ambiciosas, ya en sus volúmenes más modestos, como los que ahora publica. En estos puede verse, por encima del motivo circunstancial que justifica cada página, la labor de un hombre. Digo mal: no la labor, sino el resultado de la misma, la cosecha. Mírese este ejemplo, tomado de Grata compañía. Siete páginas le bastan a Reyes para examinar las relaciones (que Proust no indicó) entre Charles Swann y los cuadros de Vermeer, así como para trazar el sutil enlace que puede descubrirse entre el arte del pintor de Delft y el arte del novelista francés. Dice Reyes: "Y este halo de ilusión microscópica, de luz penetrada hasta los átomos, ¿no recuerda, acaso, el arte mismo de Marcel Proust? Este procedimiento de apariciones estáticas, que paulatinamente la luz analiza y descifra, hasta metamorfosear los cuerpos en almas ¿no es, con mucho, el procedimiento de Marcel Proust? ¿No nos ha dejado así, el novelista, algo como el santo y seña de su obra, al deslizar entre otros nombres el nombre en apariencia accesorio de Vermeer de Delft?" (V. Página 73). Siete páginas que dibujan lo esencial del tema que doce años después desarrollaría independientemente, en una monografía, René Huyghe; siete páginas que son el producto último de una honda lectura de Proust, de un estudio penetrante del arte de Vermeer.

Otro ejemplo, de Entre libros, este. En 1913 Reyes comenta para la RFE una edición del Guzmán de Alfarache, preparada por Julio Cejador (Madrid, Renacimiento, 1913). En unas ocho páginas resume su juicio, documentado y personal, a la vez, sobre la edición y apunta con ironía algunos errores, algunos excesos del editor. Pero su labor no ha terminado ahí: incluye, además, una examen breve y penetrante de la obra y la personalidad de Mateo Alemán, examen que no olvida tocar problemas tan fundamentales como la creación estilística en Alemán en comparación con la de un contemporáneo, Cervantes; o el de la contaminación en las páginas de la novela de lo narrativo por lo moral y viceversa. Otros hubieran necesitado quizás un volumen y aún así seguirían en deuda con el tema.

III

Al evocar a uno de sus maestros y compañeros desaparecidos, don Antonio Caso, confesaba Reyes en 1946: "La muerte reclama cada día más lugar en nuestro pensamiento y empezamos a sentirnos como aquella espiga de Heine, olvidada por el segador en mitad del campo". Estas patéticas palabras declaran una preocupación principal del Reyes de estos últimos años. Por eso, antes que el segador recupere esta espiga olvidada (su propia vida), el Maestro se apresura a apretar en volúmenes su cosecha de horas. Reúne toda su obra, hasta la menor página, y hace bien. Porque ninguna página suya es indiferente. Todas están tocadas por la magia de su prosa, por su elaborada erudición, por su crítica luminosa. Hace bien, aunque él mismo considere muchas de su sobras con grave humildad y les anteponga advertencias como ésta: "Las noticias literarias que aquí se reúnen, para servicio de aficionados y recordación de algunos amigos, sólo buscan el fin modesto de guardar en letras de molde, y en esa colección que se llama un libro, los papeles que de otra suerte se vuelven un estorbo en las gavetas y hasta un peso muerto en las conciencias". (V. Entre libros, página 5).

Los volúmenes que ahora publica Reyes difieren en su contenido, en su alcance, no en su espíritu. Grata compañía recoge juicios críticos sobre distintos escritores y personalidades europeas y americanas de todos los tiempos. En sus páginas alternan un prólogo de 1919 a Chesterton, con uno a Burckhardt de 1943; una nota sobre Goethe y América con diversos apuntes sobre Descartes (en su estética, en sus sueños) o sobre las novelas de Eça de Queiroz; la evocación dolorida y cordial de Pedro Henríquez Ureña con algunos recuerdos de Unamuno. Libro desigual en sus temas, en sus proporciones, va desde la nota que apenas se extiende sobre dos páginas (con ese fragmentarismo de esencias que ya indicaba Medardo Vitier) hasta el ensayo medular que abarca unas cuarenta.

Si algunas notas revelan su apresurado o circunstancial origen, en ninguna puede señalarse la ociosidad del pensamiento o la trivialidad de la palabra.

Entre libros reúne las reseñas bibliográficas compuestas por Reyes entre 1912 y 1923. Dentro de la uniformidad de criterio (siempre lúcido, bien informado y sutil), Reyes recorre todas las proporciones del género, desde la mera información servicial hasta el análisis exhaustivo y enriquecedor, sin omitir, por cierto, la pequeña nota incisiva y destructora de tanta vaciedad o incompetencia. Este volumen completa la obra ya recogida por su autor en las dos series de Capítulos de literatura española (1939), y debe ubicarse junto al recuerdo vivo, artísticamente trabajado, de Las vísperas de España (1937) o a las páginas informativas que bajo el título de Reverso de un libro publicara en Pasado inmediato y otros ensayos (1941). Queda así documentada casi toda la labor de Reyes en la península, labor fecunda para nuestra cultura hispanoamericana, y ejemplar también de lo que debe ser la colaboración científica entre españoles y americanos."

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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