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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Crónica de libros"
En Marcha, Montevideo, nº 403, 31/10/1947.
p. 15.

SILVIO ZAVALA: La filosofía política en la conquista de América. Prólogo de Rafael Altamira. México, Fondo de Cultura Económica, 1947. 163 páginas. Cuatro ilustraciones.

"En este volumen el joven historiador mexicano Silvio Zavala ha intentado trazar un cuadro expresivo y sintético del pensamiento político occidental (especialmente el español) frente al problema de la Conquista de América. Dicho cuadro abarca desde el siglo XVI (con la liquidación de la filosofía medieval) hasta el siglo XVIII (con la filosofía de la Ilustración). Utilizando certero criterio pedagógico, divide Silvio Zavala su estudio en cuatro partes dedicándoles sendos capítulos. El pensamiento de los distintos tratadistas -a veces demasiado denso, hasta ambiguo o contradictorio-está presentado con suma claridad, con una maestría lograda por la lúcida frecuentación de las obras originales.

La primera solución al problema de las relaciones políticas con los habitantes del Muevo Mundo descansa sobre los mismos principios, que rigieron el contacto entre cristianos e infieles: principios de "raigambre medieval", apunta Zavala. En una palabra: los habitantes de América son infieles y deben ser reducidos a la verdadera religión. Nada más expresivo -me parece- que este documento de los Reyes Católicos (fechado en 1479), que aunque no se refiera al Nuevo Mundo, revela claramente el espíritu de la época: "enviamos nuestros capitanes a la conquista de la Grand Canaria, contra los canarios infieles, enemigos de nuestra santa fe católica que en ella están en grand aprieto para se tomar" (citado en la página 25 del presente libro). Todo el capítulo segundo, Cristiandad e Infieles, está dedicado al examen de las doctrinas de un Palacios Rubios o de un Cardenal Cayetano o de un Francisco de Vitoria. Como contraste con estos ilustres teorizadores, recuérdense las palabras que el cronista Gomara hacía pronunciar a Cortés, irónicamente: "La causa principal a que venimos a estas partes es por ensalzar y predicar la fe de Cristo, aunque juntamente con ella se nos sigue honra y provecho, que pocas veces caben en un saco".

En el tercer capítulo, Servidumbre Natural, el problema se enfoca desde un ángulo distinto. Se considera la Conquista como una dominación de hombres prudentes sobre bárbaros. La exageración de esta doctrina fue duramente combatida por Francisco Xavier Clavijero, en 1780, con estas palabras: "jamás hicieron tan poco honor a su propia razón los europeos, que cuando dudaron de la racionalidad de los americanos". En efecto, y según testimonio de Fray Benito de Peñalosa y Mondragón, 1629, se les llegó a considerar sin alma racional o cuando mucho "un grado más que micos, o monas". Pero, no todos compartieron esta creencia. En esta etapa, la motivación religiosa desaparece o se posterga: impera la Razón. Además de los textos tradicionales (p. ej. Levítico, XXV, 44-46) que Zavala no olvida mencionar, se aporta el testimonio de Juan Mayor o el de Fray Bernardo de Mesa o el de Ginés de Sepúlveda.

En el cuarto capítulo, Libertad Cristiana, se indica una fuerte reacción contra los principios de la servidumbre natural: escolásticos españoles "apoyándose en la idea de la libertad cristiana, abogaron porque se tratara a los indios de manera más generosa y pacífica". Ya en pleno siglo XVI, Vasco de Quiroga definía los americanos: "gente tan mansa, tan nueva, tan rasa y tan de cera blanda para todo cuanto de ella hacerse quisiera." Por eso mismo resaltaba más la crueldad violenta de muchos conquistadores y encomenderos, que volvían ineficaz toda la legislación indiana. La figura más famosa, la más discutida, del grupo de defensores cristianos del indio es la de Fray Bartolomé de las Casas. Zavala que dedicara en Cuadernos Americanos (Año III, Nº 2, 1944) un breve y sustancioso artículo al combativo sacerdote, recoge aquí -objetivamente- sus doctrinas y el eco polémico que suscitaran. También estudió Zavala el pensamiento de José de Acosta, Fernando Vázquez de Menchaca, Saavedra Fajardo, etc. El capítulo se cierra con un rápido bosquejo del problema esclavista, trasladado a la servidumbre del negro.

En el quinto capítulo, Igualdad dieciochesca, reseña Zavala el pensamiento de los filósofos de la Ilustración, a partir de los difundidos Montesquieu y Rousseau, interesándose especialmente en la aplicación americana de las doctrinas.

El autor no ha concebido su trabajo como una investigación erudita sólo para especialistas. En realidad, su libro aspira a sintetizar y exponer en forma totalmente llana algunas doctrinas de difícil acceso (en todos los sentidos de la palabra). Tampoco pretende Zavala que su trabajo permanezca ajeno a los conflictos ideológicos contemporáneos. Por el contrario, no ha descuidado el íntimo enlace entre el tema histórico y los problemas actuales. Y ya lo pone en evidencia en el acápite que reproduce un fragmento del Proemio a la Constitución de UNESCO, 1945. El problema de la conquista -el contacto de pueblos de distinto estadio cultural, la sujeción de unos por otros o la pacífica convivencia- alcanza, ya se sabe, hasta nuestra hora. Al examinar el problema de un punto de vista ideológico, Zavala ha facilitado al lector, abundante y valioso material para fundamentar un enfoque contemporáneo. Este es, indudablemente, uno de los méritos laterales del libro: prolongar más allá de sus límites naturales (sin pérdida de su carácter científico riguroso) una perspectiva actual, viva. Además, Zavala ha pretendido mostrar el entronque de nuestra tradición liberal -que generalmente no se busca más arriba del siglo XIX, en los movimientos de la Independencia- con la tradición liberal española que arranca (para Altamira) del período visigodo (siglo V a VII). En su breve prólogo Rafael Altamira reafirma con el peso de su autoridad el enfoque justísimo de Zavala.

Completan el volumen esmeradamente impreso, una discreta bibliografía, un índice de nombres y cuatro ilustraciones. Es el número 27 de Tierra Firme, prestigiosa colección de ensayos sobre temas americanos."

 

VERA CASPARY: Bedelia. Traducción de Vicente Diego Abad. Buenos Aires. Emecé Editores, 1946. 226 páginas, Ilustración de Edgar Koetz.

"La historia de Bedelia, una mujer fatal, sirve de pretexto a Vera Caspary para componer una novela llena de melodramatismo, de confusión sentimental, de ambigüedad y crisis patológicas, de crimen y misterio. Bedelia no es, sin embargo, una novela policial. Se detiene principalmente en la pintura de los caracteres: la hermosa, la hacendosa Bedelia, el confundido Charles.El rótulo que mejor soporta es el de novela psicológica. Es claro que en ningún momento el análisis psicológico es demasiado denso y la autora nunca olvida que el lector (su lector) quiere acción y suspenso y un poco de misterio.

La maestría literal de Miss Caspary se manifiesta en la cuidadosa pintura de ambientes. Y en esto -perdónese la digresión- su talento se asemeja al del director cinematográfico Robert Siodmak (La dama fantasma, Persecución, La escalera de caracol, Los asesinos), al que la une también la predilección por las historias criminales."

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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