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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Pasó Maurois"
En Marcha, Montevideo, Nº 394, 1947.
p. 15.

"Si no existiera, firmemente arraigada en esta tierra oriental, la superstición de la cultura francesa -como esencia y única forma de la cultura- sería innecesario reseñar la conferencia dictada por André Maurois, el martes 26 del corriente, en el teatro 18 de Julio. O mejor: sería necesario trasladar la nota a una hipotética sección Sociales. Porque el académico visitante, envalentonado por las brillantes plumas que ilustraban al escaso auditorio, por las pieles que lo cotizaban, por las joyas que lo iluminaban, depuso toda pretensión literaria y enfocó su tema (Climats de l'amour) con un incesante y cursi comadreo, en el que ocasionalmente se creía escuchar alguna mención a Rabelais, algún imperfecto resumen de Proust. (Maurois clasificó a este último como especialista del amour-maladie. Agregó que en Proust se sufren y se gozan los dolores del amor; olvidó decir que para este novelista el amor no es una pasión compartida; que, además, desemboca o degenera en los celos).

No se crea, sin embargo, que Maurois defraudó a nadie. Las espectadoras que lo aplaudieron entusiastas al terminar el acto estaban cumpliendo algo más que un deber social: estaban agradecidas por haber examinado y resuelto tan fácilmente, con tanta limpieza, en tan poco tiempo (gracias a la sabia diligencia de Maurois), un problema complejo como el del amor. Durante una hora se asomaron a sus abismos: vieron a Helena incendiando Troya o a Penélope abrazando a Ulises; vieron al cruzado confiando su dama a un servicial y hermoso paje y a Phillippe d'Orléans cantando un amor antiguo; vieron a la Andromaque de Racine desarrollar su fatal progresión aritmética de amores enlazados y no correspondidos, vieron (o recordaron haber visto) a Mme. de La Vallière rendirse a los fuegos del ávido Luis XIV; vieron desvanecerse a las ingeniosas heroínas de Jane Austen o a Stendhal definir la cristalización del amor; vieron, en fin, a Cora y a Frank matar a Nick Papadakis y a Roger Vailland reeditar, en 1945, la lección enseñada por Laclos desde 1782. (Maurois, arrastrado por su imaginación afirmó -entre otras cosas- que The Postman Always Rings Twice repetía la tragedia de Agamenón. En realidad, no basta que la mujer y el amante (Clitemnestra y Egisto, Cora y Frank) maten al marido (Agamenón o Nick); para que haya tragedia es necesario que el crimen venga de lejos, que la sangre y la culpa caigan sobre los herederos. (La semejanza menos discutible entre ambos crímenes es, quizá, la nacionalidad de ambas víctimas).

Tampoco defraudó Maurois a los espectadores asociales o implumes. Es cierto que no dijo nada nuevo sobre el amor -y más: se jactó de no decir-; es cierto que el generoso idealismo que inspiró sus palabras no llegó hasta las realidades económicas y el auditorio debió pagar por escucharlo. Pero su voz aflautada y untuosa; su dicción tan patriotera que le obligó a pronunciar agudamente hasta el inglés (idioma que no ignora), inventando: Mourning Becomes Electrá, Dickéns; alguna anécdota oportuna, como aquélla de Julián Huxley, donde una señora pregunta en el Zoo de Londres a un guardián puritano, si el hipopótamo es macho o hembra y escucha esta respuesta: Eso sólo podrá interesar a otro hipopótamo; -todo esto distrajo y alivió algo la hora de charla. Y el lector de su Histoire d'Angleterre, de su Byron, de sus Aspects de la biographie, de sus Magiciens et logiciens, sabía ya, antes de la conferencia, que no tenía derecho a pedir (a esperar) más."

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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