Graciliano Ramos: Angustia. Traducción
de Serafín J. García. Editorial Independencia, Montevideo,
1944, 246 páginas.
"Una encuesta realizada en 1942 entre intelectuales brasileños
señaló a Angustia, de Graciliano Ramos, como
una de las mejores novelas de la literatura brasileña.
Esta consagración estadística acentuaba el éxito
de una obra, vastamente difundida en el país de origen.
Angustia integra ese grupo de la novelística actual
que se caracteriza por una violencia no mitigada y por la insistencia
en el desarrollo de situaciones desagradables y repugnantes. Los
ejemplos sudamericanos de esta tendencia son demasiado conocidos
para que sea necesario insistir en ellos. Ramos aporta a esta
corriente una recatada objetividad que redime en parte el origen
melodramático de la misma.
El argumento de esta novela se reduce a la historia de Luis da
Silva, un humilde empleado pueblerino, cuya inadaptación
social y sentimental se transforma en aislamiento hostil, hasta
degenerar en locura criminal. El pretexto anecdótico con
que se revela este conflicto vital es el amor por Marina y el
odio por Julián Tavarez -complejo afectivo que conduce
al protagonista al crimen. Para resolver este argumento de odio
y pasiones morbosas, Graciliano Ramos ha trazado una cuidadosa
arquitectura. La motivación psicológica (o psicopatológica)
del personaje central ha sido vigilada empeñosamente. Se
ha cuidado la ubicación social, la herencia, la breve historia
anterior al amor por Marina. Luis da Silva aparece como el último
representante de una familia que ha degenerado. El sentimiento
obsesionante de la degradación familiar, unido a la casi
indigencia actual y a la soledad afectiva, han hecho de seu
Luis un fracasado. A esto se suma la obsesión sexual
que parece dormida, pero que se manifiesta al contacto con Marina.
Esa sexualidad es morbosa e introduce elementos de perversión
en sus relaciones con la muchacha. La perversidad se acentúa
con la intervención de Julián Tavarez, que frustra
toda posibilidad de amor satisfecho y normal. A medida que aumenta
el odio, seu Luis se degrada más. En determinado
momento (cerca del fin de la novela) la conciencia de su degradación
le hace exclamar: "¡Idiota! ¡Husmeando inmundicias
como un perro!" Ese convencimiento posee al lector desde
las primeras escenas.
La índole dostoyewskiana del tema no puede escapársele
a ningún lector atento. Pero es forzoso reconocer que Ramos
no es ningún Dostoyevski. La ejecución de la novela
transparenta su pobreza creadora, su limitación imaginativa.
Un examen rápido lo mostrará. La novela está
escrita en primera persona (recurso de principiante). Ramos aprovecha
esa circunstancia para centrar fuertemente la obra en el protagonista.
Todo el conflicto se conoce a través del espíritu
cada vez más obsesionado ("angustiado")
del protagonista. Por lo tanto, los otros personajes aparecen
deformados en función de sus relaciones circunstanciales
con seu Luis y según la visión subjetiva
e interesada de éste. La realidad de estos personajes se
empobrece hasta casi desaparecer. Queda únicamente el protagonista,
cada vez más enajenado. Es claro que Ramos sabía
lo que arriesgaba y prefirió, pese a todo, el enfoque centrado
y unilateral, que unifica pero hace monótona la obra. Esta
predilección se revela, además, en el carácter
cíclico del relato: en las primeras páginas da Silva
anota el estado psicológico posterior a su experiencia
del crimen, que realiza recién en las últimas páginas.
El relato se cierra así fuertemente.
Donde se evidencia mejor la relativa incapacidad creadora de
Ramos es en el desarrollo de la trama. No me refiero a la vulgaridad
de ciertas escenas (vulgaridad inherente al personaje). Me refiero
al tejido de casualidades y de azares que afligen las páginas
de este libro. Uno de los más burdos es, quizás,
el modo como obtiene seu Luis la cuerda con que matará
a Tavarez. El más molesto es el que pretende justificar
la relación inicial entre el protagonista y la futura víctima.
Estos defectos básicos -fallas en la creación de
los personajes y en la invención de las escenas- dicen
muy claramente que Ramos no es un auténtico novelista,
aunque sea un escritor estimable.
La traducción de Serafín J. García constituye
un esfuerzo apreciable, ya que la moderna novelística brasileña
está plagada de localismos, casi imposibles de traducir.
Frente a ellos, en muchos casos García se limitó
a explicarlos en nota; en otros casos los transcribió sin
aclaraciones. En algunos lugares prefirió la traducción
literal, descuidando el valor literario de la obra. (Ejemplos:
polvo de arroz, en la pág. 89 o criación,
en la pág. 149). Aunque no he podido consultar el texto
original estoy seguro que en muchas oportunidades donde García
traduce usted, Ramos usó el familiar y más
confianzudo vocé. Estos pequeños detalles
empañan algo la traducción."