Samuel Butler: El camino de toda carne (The
Way of All Flesh. Traducción de Máximo Ibáñez.
Emecé Editores, Bs. Aires, 1944, 450 páginas.
1
Ubicación
"El camino de toda carne es la obra maestra de Samuel
Butler. Su importancia, su excepcional ubicación en la
literatura inglesa, están razonablemente expresadas por
Morton D. Zabel, en estos términos: "Cuando en
1903, la novela póstuma de Samuel Butler, The Way of
All Flesh, fue publicada, pareció demoler todos los
ideales tradicionales de orgullo familiar y de conformidad doméstica
que habían sido siempre fomentados por los moralistas y
novelistas británicos. La amarga postura iconoclasta de
este libro tuvo una inmensa influencia sobre escritores y dramaturgos.
Fue la señal para una nueva actitud hacia los problemas
sociales y sexuales en la vida moderna; y era como una culminación
con respecto a las ya escépticas actitudes expresadas sobre
estos asuntos por la novela y el drama "nuevos" de los
años 80 y 90. El ingenio o el desprecio o el escepticismo
o el salvajismo que, en la venidera ficción de E. M. Forster
o D. H. Lawrence o Somerset Maugham o James Joyce, serían
dirigidos contra las leyes y las morales establecidas, estaban
ya enteramente profetizados en el libro de Butler, tan exactamente
como este mismo libro estaba anticipado en el drama de Ibsen y
Shaw, en el pesimismo de Thomas Hardy, y en los impulsos revolucionarios
del moderno pensamiento científico, económico y
moral." Esas palabras definen bien uno de los caracteres
fundamentales de la obra: la plenitud de su pensamiento crítico.
En el espacio reducido de esta nota se indicarán otros
rasgos importantes y complementarios
2
Anécdota
El pretexto anecdótico de esta biografía simulada
es la historia de Ernesto Pontifex. Pero es un pretexto que se
cumple a conciencia. Al iniciarse la obra Butler examina brevemente
la familia Pontifex desde un lejano bisabuelo (muerto en 1812)
hasta el padre del héroe, el limitado Teobaldo (nacido
en 1802). Este retrato de una familia pretende menos deducir leyes
de herencia que trazar un gráfico de los métodos
pedagógicos y de las creencias básicas del siglo.
El centro de gravedad del relato es la formación de un
carácter; para ello se estudiarán cuidadosamente
y se rastrearán todas influencias formativas posibles.
En rápidos y penetrantes capítulos se da la vida
de Jorge Pontifex y la cruel educación que dio a sus hijos;
se conoce la formación de Teobaldo, su ordenación
como sacerdote y su casamiento con la hija de un clérigo.
Toda la historia está contada en una sucesión de
apuntes costumbristas que no excluye el comentario satírico
y que puede inducir a los distraídos en la creencia de
que se trata de una mera novela de costumbres. La envoltura anecdótica
permite dibujar plenamente los caracteres y establece (con solidez,
sin afectación oratoria) las convicciones, las creencias
y las supersticiones que movían a los hombres en 1835,
año en que nace el protagonista. En ese momento el cuadro
se halla completo y el lector conoce internamente el ambiente
donde se desarrollará la vida de Ernesto. (El conocimiento
es interno y no se refiere a la descripción detallista
del mundo circundante o al retrato miniaturista de los personajes;
se refiere a las pasiones que impulsan a sus seres, a las ideas
que los dominan, al aire intelectual y moral que respiran, a sus
inflexibles convencionalismos). El anfibológico epitafio
de Jorge Pontifex cierra esta primera parte de la obra. En la
parte siguiente (que se extiende hasta la mayoría de edad
de Ernesto) Butler indica cuidadosamente la crueldad básica
pero no intencional de los métodos educativos de Teobaldo;
su mezquina y fría inteligencia, su cómoda ortodoxia,
su moralidad intachable y rígida. La niñez y la
juventud de Ernesto se desarrollan en un medio indiferente y brutal,
limitado por las fórmulas inflexibles de la educación
victoriana y agravado por la condición clerical de su hogar.
La vida en el colegio del Dr. Skinner y en Cambridge aumenta esta
sujeción de la inteligencia a las ideas fabricadas de antemano.
No se debe creer, sin embargo, que Ernesto reedita la apasionada
tortura del pequeño Copperfield en manos de su padrastro
o de la débil y firme Jane Eyre en su internado. Estos
castigos (morales y materiales) fortalecen el ánimo de
sus víctimas; la opresión cruel y desapasionada
que sufre Ernesto lo anula y lo hace ordenarse sacerdote, siguiendo
las huellas de Teobaldo. En la tercera y última parte del
libro se asiste a la liberación de Ernesto, después
de una dolorosa (a ratos cómica) purificación. Una
intensa y doble experiencia (la cárcel, el matrimonio)
revela poco a poco al héroe su verdadera personalidad.
Dicha liberación va acompañada del descubrimiento
de su auténtica vocación de escritor. La formación
de su personalidad se ha completado. El subtítulo más
apropiado para la novela sería, a la manera de Goethe,
Los años de aprendizaje de Ernesto Pontifex.
3
Sátira
La anécdota (la historia de Ernesto Pontifex) no ocupa
totalmente el contenido de El camino de toda carne. Butler
no pretendió trazar solamente un cuadro individual de la
conquista de la personalidad. Pretendió trazar un cuadro
completo de las condiciones contra las que debía luchar
un hombre de su época (adviértase que el protagonista
nace en el mismo año que Butler). El objetivo de la obra
es mucho más vasto que el que traduce su acción
y la crítica del autor no se limita a un caso particular
sino que ataca a las condiciones generales. Es cierto que la evolución
que sufre Ernesto es completamente personal (así como es
completamente personal la solución de su conflicto); también
es cierto que Butler ni intentó hacer simbólicas
las experiencias de su héroe, ni lo transformó en
el joven inglés típico. Pero todo esto, sin embargo,
no modifica el hecho de que su lucha se realiza contra los mismos
prejuicios, los mismos convencionalismos (no importa qué
variadas formas afecten) que enfrentan sus contemporáneos.
Sus experiencias, en vez de tener valor simbólico, tienen
valor representativo. Interpretada así, la crítica
social del libro es enorme y sus consecuencias (como lo señala
M. D. Zabel) muy importantes. En el mismo sentido se debe entender
el valor autobiográfico de esta novela. Ernesto y Teobaldo
Pontifex no son Samuel Butler y su padre, el reverendo Tomás
Butler; no lo son porque no se trata de repetir las mismas personas
en las mismas situaciones; o (dicho en otras palabras) no se quiere
disimular una autobiografía. Pero la identificación
respectiva es posible si se consideran las relaciones internas
de cada pareja, las posiciones espirituales que representan y
el conflicto que las divide. El propio Butler ha desautorizado
la interpretación autobiográfíca estricta
al presentar a su héroe con una ingenuidad y con una vacilante
decisión, completamente ajenas a su propio carácter.
(Samuel Butler supo oponerse a su temible padre y no se hizo clérigo,
por lo cual debió ganarse la vida en el exilio australiano).
Pero la no coincidencia total de sucesos o de caracteres, no disminuye
la semejanza de situaciones. Este aspecto autobiográfico
del libro aumenta su valor como documento social, a la vez que
permite al estudioso reconstruir algunos episodios de la vida
de Butler. En otro orden de cosas, la vehemencia de la sátira
butleriana está explicada por esos ecos autobiográficos.
La peculiar inteligencia del autor -su acerada ironía,
su imaginación poderosa y lógica, su carencia absoluta
de prejuicios- ha convertido este sólido estudio en uno
de los más temibles ataques contra una sociedad basada
en la mentira y en la compulsión moral. La crítica
es constante, aunque a veces aparezca atenuada o disimulada sutilmente.
Para quienes leyeron Erewhon, su deliciosa utopía,
El camino de toda carne puede resultar demasiado equilibrado.
La audaz y lúcida imaginación que concibiera aquella
obra aparece transformada en un minucioso y disolvente poder de
análisis, que no respeta ninguna institución, ninguna
autoridad. Para apreciar el efecto que produjo en un espíritu
inteligente léase lo que expresa Bernard Shaw en el prólogo
de La Comandante Bárbara.
4
Estructura
El rico contenido intelectual de El camino de toda carne fue
un obstáculo para su elaboración literaria. El material
era vastísimo y la empresa harto difícil. Butler
trabajó en el libro durante ocho años; al morir
en 1902 no había terminado de revisarlo. La novela fue
publicada en 1903, en su última elaboración. Pese
a los constantes retoques de su autor algunos capítulos
no están suficientemente madurados y hay algunas incongruencias
no justificadas (p. ej., las relaciones entre Alethea y el narrador).
Pero estos defectos no son los fundamentales. Lo importante es
que la misma organización de la novela es irregular. Ello
se debe a que Butler no es un gran novelista en el sentido en
que lo son Flaubert o Tolstoi. La estructura de su obra se resiente
por el ardor intelectual de su autor, por su pensamiento satírico.
Las proporciones normales de una novela, el equilibrio entre sus
distintos elementos se hallan alterados aquí por la intención
del autor. En vez de una narración sólidamente construida,
realizándose en pleno equilibrio (piénsese en L'éducation
sentimentale) Butler agrupa su material en pequeños
o grandes momentos, desigualmente distribuidos, cortados por digresiones
de carácter religioso o por saltos en el tiempo que anticipan
un juicio posterior (en vez de contemporáneo) a los sucesos
narrados. Por otra parte el análisis es el fuerte de Butler
y no solo el análisis psicológico de los personajes,
sino también el análisis intelectual del ambiente
(así, p. ej., las ideas de Ernesto en la crisis de sus
convicciones religiosas, están sólidamente documentadas
en las corrientes del momento). Todo esto no impide que la obra
contenga algunos cuadros costumbristas de gran riqueza (p. ej.,
el hogar de la madre de Ernesto, compuesto por el autor en la
mejor manera de Jane Austen); y que su interés, como narración,
no decaiga casi nunca.
Una apreciación general de El camino de toda la carne
permite destacar su doble carácter: el intenso valor intelectual
y la rica pero despareja sustancia novelesca. Una lectura menos
crítica que la expuesta arriba permite señalar,
además, la agradable y estimulante frecuentación
de Samuel Butler -amistad que se recomienda sin reservas.
La traducción castellana es correcta, aunque tiene lunares;
la edición es sobria y hermosa."