"* En una nota de su "Journal"
(10/X/1919), André Gide juzga con exactitud el "Robert
Browning" de G. K. Chesterton -y lo que dice se puede
aplicar a toda la obra del inquieto escritor. Dice Gide:
"Algunos distingos muy perspicaces, ahogados
en una marea de dialéctica; exasperante necesidad de reducir
al absurdo a un adversario imaginario. La mayor parte de sus parágrafos
comienzan en este tono: "Es una verdad poco comprendida en
nuestro tiempo, etc..." o "ninguno de los estudios de
Browning parece haber advertido...", frases por las que parece
querer dar rareza a (por lo general) la más banal de las
notas. No puedo soportar ese bluff".
* La editorial Sur ha publicado simultáneamente Los
siete pilares de la sabiduría y las Cartas de
T. E. Lawrence -en ediciones íntegras, en versiones escrupulosas.
Se hace conocer así al público castellano una de
las figuras más atrayentes, más vigorosas de la
lengua inglesa, T. W. Lawrence no fue un "homme des lettres",
como Petrarca, como Joyce. Fue, sin embargo, un extraordinario
escritor, agudamente consciente del rigor que tal oficio implica.
Fue, además, una personalidad compleja, atravesada por
graves conflictos morales, por violentas experiencias de la voluntad.
Obsedido por el afán de autoanálisis, lo intentó
repetidamente con profundidad, con fervor sincero (léase
el notable capítulo CIII de Los siete pilares de la
sabiduría). En las dos obras que ahora publica Sur,
se refleja en su plenitud el hombre, su circunstancia y su acción.
* Ramón Fernández -en unas "Equivalences littéraires"
publicadas en la N. R. F. En 1937- caracteriza así "A
la recherche du temps perdu": "La novela de Marcel Proust
está escrita en tres modos, o mejor, su relato presenta
tres aspectos simultáneos que se distinguen según
el ángulo de visión o de receptividad: una novela,
unas memorias, un tratado de estética". El no haber
deslindado claramente estos elementos dispares (deslinde elemental,
en ambos sentidos) ha provocado numerosos malentendidos, múltiples
confusiones.
* Con irreverencia, no exenta de precisión, Robert Graves
y Alan Hodges juzgan así al autor de Canguro: "Lawrence
predicó que el Sol era una divinidad procreativa; se esforzó
en convencer a la mujer que la felicidad para ella reside solamente
en ceder a la locura urgencia sexual de hombres de fornidos lomos
y confeccionó para sí mismo una confusa y privada
religión con las teosofías incoherentes de Madame
Blavatsky, los escritos Yoga de un oscura profeta llamado Pruse,
la opinión filosófica que todo es fusión
emitida por Heráclito, Bacon y Einstein por Jeans, la antropología
de sir James Fraser (cuya Rama dorada es un libro llave
para este período) y otros más, las leyendas mejicanas
y toda la literatura de los psicólogos freudianos, jungianos
y adlerianos. Lawrence carecía del ingenio de Huxley o
del humor juguetón de Joyce: vivió una angustiada,
patética vida y tuvo un enorme, angustiado, patético
séquito. Su más estrecha aproximación a la
felicidad fue cuando (en sus últimos días en Taos,
Nuevo Méjico) compró una vaca llamada Susana, a
la que solía ordeñar con mística devoción".
(The Long Week End, 1931).
* La Quimera ha publicado la primera traducción en castellano
de "La muerte viene hacia el Arzobispo", novela
de Willa Catre. Su autora pertenece a la generación de
Theodore Dreiser y Sherwood Anderson, de Sinclair Lewis y Edith
Warthon. Es un espíritu fino, cuidadoso del estilo, atento
a las proporciones del relato. Algunos de sus cuentos, algunas
de sus novelas integran la más digna literatura de ficción
norteamericana. No es, sin embargo, una personalidad creadora
de primer orden. Su máximas virtud paradójicamente
secundaria, "La muerte viene hacia el Arzobispo"
(su obra maestra) sirve para ilustrar plenamente sobre las posibilidades
y los límites de su creación. Más que una
novela es un conjunto de relatos laxamente hilvanados por la presencia
-como oyente, como espectador- del protagonista Juan María
Latour o de su amigo y colaborador José Levaillant. Como
novela -en la que sería preciso trazar una crónica
completa de la misión del padre Latour, en la que sería
preciso justificar el atrayente título, adecuado apenas
para el capítulo final- carece de virtudes elementales:
organización general, conflicto o conflictos fundamentales.
Abusa, en cambio, de lo meramente anecdótico; practica
sistemáticamente el escamoteo; lleva una situación
episódica hasta su punto de crisis y allí omite
la versión directa sobre los resultados (Véase,
p. ej., el libro octavo). Desaprovecha (por incapacidad o por
voluntaria decisión) muchos momentos de legítima
intensidad. La traducción, de Horacio Laurora, es correcta;
la edita Emecé (Bs. As., 1944). De Willa Catre se puede
leer en castellano con interés "Una dama perdida",
novela, en la versión de León Felipe, y con poco
entusiasmo, "El funeral del escultor", cuento,
en la "Antología del cuento norteamericano",
de Lenka Franulic."