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"Sobre la estética de Worringer"
En Marcha, Montevideo, nº 460, 24/12/1948
p. 15
Guillermo Worringer: El arte egipcio. Problemas
de su valoración. Traducción de Emilio Rodríguez
Sadía. Buenos Aires, Ed. Revista de Occidente Argentina,
1947. 178 pp., 44 ilustraciones.
Guillermo Worringer: La esencia del estilo gótico.
Traducción de Manuel García Morente. Buenos Aires.
Revista de Occidente Argentina, 1947, 173 pp., 47 ilustraciones.
"En estas dos obras -tan discutidas como famosas- que ha reeditado
oportunamente Revista de Occidente Argentina, Guillermo Worringer
no pretendió trazar una historia del arte egipcio o un panorama
del gótico. Como los títulos (o subtítulos)
lo indican, le ha preocupado la valoración y la esencia de
esos estilos artísticos antes que la precisa ubicación
de un artista en el tiempo o el estudio minucioso de una obra individual.
Su examen ha sido realizado en profundidad; su busca intenta alcanzar
las raíces de la actitud estética del hombre egipcio
y del hombre gótico. Por eso, sus audaces conclusiones últimas
han suscitado, y seguirán suscitando, tan fuerte oposición,
y el debate en torno a las mismas no podrá considerarse cerrado
por ahora.
Para juzgar esos libros en todo su alcance conviene estudiar primero
un ensayo que Worringer publicara originalmente bajo el título
de Abstracción y Proyección sentimental,
y que los editores españoles de sus obras omitieron incorporar.
Worringer comienza su trabajo deslindando la estética de
lo bello en las artes plásticas de la estética de
lo bello en la naturaleza, y advierte que concentrará su
atención en la primera. Afirma luego que su investigación
parte del supuesto de que la obra de arte se coloca como organismo
independiente y equivalente al lado de la naturaleza y en su más
profunda esencia no tiene conexión con ella. Entra, entonces,
Worringer al análisis de la estética fuertemente subjetiva
de Teodoro Lipps, que parte no de la forma del OBJETO estético,
sino del comportamiento del SUJETO contemplador. Es la teoría
de la Proyección sentimental y su definición
más simple la da Worringer con estas palabras: El goce
estético es el goce objetivado de uno mismo. Gozar estéticamente
quiere decir gozar de mí mismo, sentirme en un objeto sensible
diferente de mí. Una cita de Lipps (Aesthetik,
247) permite aclarar más este concepto fundamental, al mismo
tiempo que muestra los dos tipos posibles de proyección sentimental:
la positiva y la negativa. Dice Lipps: Las formas son bellas
sólo en tanto que existe esta proyección sentimental.
Su belleza es vivirme idealmente, con libertad, en aquellas formas.
Al contrario, son feas, cuando no es posible, cuando en la forma
o su contemplación yo me siento sin libertad, cohibido por
una inhibición subyacente.
El análisis de Worringer pretende demostrar, contra Lipps,
que una estética que parta (como ésta) del concepto
de la proyección sentimental no sirve para enjuiciar todas
las formas de la historia del arte. En una palabra: que es insostenible
admitir que el proceso de la proyección sentimental haya
sido el supuesto de la creación artística en todo
tiempo y lugar. (No se puede emplear la proyección sentimental
para la estimativa o el goce del arte egipcio o del estilo gótico.
Por eso, Worringer buscará otra vía de acceso a esos
estilos). Frente a la urgencia de la proyección sentimental
levanta el crítico alemán la urgencia de abstracción
en el hombre. Y explica: Así como el apremio de la proyección
sentimental, como supuesto de la vivencia estética, encuentra
su satisfacción en la belleza de lo orgánico, el apremio
de la abstracción se satisface en la belleza de lo anorgánico
inánime, en las formas de cristalización o, dicho
de un modo general, en toda ley abstracta y necesaria.
La interpretación de Worringer se apoya -aunque no servilmente-
en las teorías de Alois Riegl. Worringer lo reconoce explícitamente
al escribir: Riegl fue el primero en introducir en el método
de investigación de la historia del arte el concepto de "voluntad
artística". La concepción de Riegl se opuso
a la de Semper, para quien la historia del arte era en el fondo
una historia del poder (Simplificando esta posición
podría decirse: El artista hace lo que puede; si logra formas
feas es porque no pudo lograr las bellas. Piénsese qué
apreciación negativa de lo gótico facilita un enfoque
semejante). Al poner al acento en la voluntad, Riegl permitió
comprender que no siempre una obra de arte revela una incapacidad
de poder lograr determinada forma bella, sino también puede
revelar una voluntad de lograr otra forma distinta. (Por ejemplo,
el artista gótico no busca, como el griego clásico,
la forma bella).
También subraya Worringer en su estudio la unilateralidad
de todos nuestros juicios sobre la producción artística
del pasado y nuestro pre-juicio de que toda obra de arte debe aproximarse
a la vida orgánica, debe imitar la realidad. El crítico
se opone a esta interpretación parcial y limitadora. Y después
de afirmar enfáticamente que los valores de una obra de
arte que llamamos su belleza radican, hablando en general, en sus
valores de dicha; después de insistir en que cada
estilo representa para la humanidad que crea de acuerdo con sus
necesidades psíquicas la más alta dicha; Worringer
determina que la necesidad de la proyección sentimental
sólo puede ser considerada como supuesto de la voluntad artística
donde ésta se inclina hacia la vida orgánica, es decir,
al naturalismo en alto sentido.
Pero la necesidad o urgencia de la proyección sentimental
no agota los impulsos de toda creación estética. La
forma muerta de una pirámide o la supresión virtual
manifestada en un mosaico bizantino hablan claramente de otra
voluntad artística, tan poderosa como la primera: la de abstracción.
Comenta entonces Worringer: El apremio de abstracción
existe también al comienzo de todo arte y permanece dominante
entre ciertos pueblos de alto grado de cultura, mientras que, por
ejemplo, entre los griegos y otros occidentales, languidece lentamente
para dar lugar al apremio de la proyección sentimental.
Y al buscar las raíces de esa urgencia de la abstracción
Worringer descubre que mientras el apremio de la proyección
sentimental tiene su condición en una relación de
confianza dichosa y panteísta entre el hombre y los fenómenos
del mundo externo, el apremio de la abstracción es la consecuencia
de una gran inquietud del hombre por los fenómenos del mundo
externo y corresponde, respecto a la religión, a una coloración
trascendental de todas las representaciones. Los pueblos que
sentían esa inquietud tendían a separar el objeto
del mundo externo de la conexión de la naturaleza y del infinito
juego cambiante del ser, para purificarlo de toda dependencia vital,
es decir, de lo azaroso, para hacerlo necesario y universal y acercarse
a sus "valores absolutos". Cuando lo lograban (agrega
Worringer) sentían aquella felicidad y liberación
que a nosotros nos hace sentir la belleza de la plenitud vital orgánica,
pues ellos no conocían otra, y por eso debemos llamarla "su"
belleza.
En la última parte de su trabajo intenta mostrar Worringer
que la proyección sentimental y la abstracción
podrían, en definitiva, considerarse emparentadas si se advierte
que hay en ambas un impulso común de auto-enajenación.
Este impulso puede manifestarse en dos tipos distintos. En el siguiente
texto, Worringer pretende una caracterización de dichos tipos:
La intensidad del impulso de la autoenajenación en la
abstracción es incomparablemente mayor y más consecuente.
No es, como en la necesidad de la proyección sentimental,
una urgencia para abandonarse al ser individual, sino una urgencia
de librarse del azar del ser humano en general, del aparente capricho
de la existencia orgánica general, por medio de la contemplación
de algo necesario e inconmovible. Y apoyado en esta concepción
Worringer podrá concluir su ensayo con estas palabras: En
este sentido, entonces no parecerá atrevido reducir todo
goce estético, como quizá toda sensación humana
de dicha, al impulso de autoenajenación, que es su más
honda y última esencia. (He preferido resumir al crítico
alemán en sus propias palabras en vez de pretender suplantarlo.
La versión que utilicé, obra de Samuel Ramos, puede
verse en el número 12 de la desaparecida revista mexicana
El Hijo Pródigo, marzo de 1944).
El cabal conocimiento de la estética de Worringer es el
presupuesto necesario para lograr el acceso total a sus dos libros:
El arte egipcio y La esencia
del estilo gótico. Muchas de las objeciones de detalle
que han merecido sus especulaciones en nuestro ambiente -desde que
en el número 11 (mayo de 1924) de la Revista
de Occidente publicó Ortega y Gasset una adaptación
de Formprobleme der Gotik, indicando que
cuanto hay de certero y mesurado en el punto de vista de Spengler,
está ya en Worringer- procedieron casi siempre de una
imperfecta comprensión o de un culpable olvido del contenido
doctrinario de estos libros. Es claro que esta comprensión
no impide que puedan discutirse los enfoques audaces de Worringer
o algunas de sus apresuradas simplificaciones; ni tampoco significa
que sea necesario adherir a priori a su teoría de la abstracción
o a su peculiar versión de la proyección sentimental
de Lipps. Pero sí significa que no se debe pretender aniquilar
sus enfoques sin un conocimiento minucioso de su posición
estética. Y como estos dos libros no exponen en forma didáctica
su estética, sino que la presentan ya en acción, aplicada
a la estimativa del arte egipcio o a la investigación de
los problemas formales del gótico, parece más provechoso
emprender el examen de las ideas estéticas de Worringer,
no a partir de estas investigaciones sino desde su claro ensayo
sobre Abstracción y Proyección
sentimental.
Es claro que el lector puede buscar en estos dos libros otra cosa
que el conocimiento de la estética de Worringer. En cuyo
caso quien lea o relea estas obras con ese espíritu no dejará
de advertir la riqueza de los enfoques sucesivos, ni el sutil planteamiento
de problemas de distinta índole, ni la busca ahincada de
las raíces estéticas: la voluntad de forma de cada
pueblo, la esencia de su estilo. No corresponde examinar aquí
al detalle los resultados de las investigaciones emprendidas por
Worringer en el arte egipcio o en el estilo gótico. Aunque
sus enfoques no sean totalmente originales (véase, por ej.,
qué hábilmente aprovecha las ideas de Erman-Ranke
y de Leo Frobenius para su caracterización de la cultura
egipcia), en ellos introduce siempre Worringer un pensamiento inquieto,
una sensibilidad finísima, y una audacia de conceptos que
si bien demasiado lejos, otras veces sirven para estimularlo fuertemente,
para suscitar inesperadas reacciones. Y este es, creo, uno de los
valores perdurables de estos libros."
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