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"Una síntesis luminosa"
En Marcha, Montevideo, nº 402, 24/10/1947
p. 15.
PEDRO HENRIQUEZ UREÑA: "Historia de la cultura en
la América hispánica". México, Fondo de
Cultura Económica, 1947, 240 páginas, 27 ilustraciones.
"Culminando su excepcional labor humanística Pedro
Henríquez Ureña realizó en los últimos
años de su vida dos magistrales síntesis de la historia
cultural y literaria de América hispánica. Una de
ellas Literary Currents in Hispanic America fue
publicada en 1944 por la Harvard University Press en Cambridge,
Mass. La otra Historia de la cultura en la América
hispánica aparece ahora, póstumamente, bajo
el sello editorial del Fondo de Cultura Económica (México,
1947). Ambas obras se complementan; ambas recogen (con el mismo
espíritu de amor y trabajo) la esencia del pensamiento y
el arte de nuestra América.
Henríquez Ureña planeó esta Historia de
la cultura como una síntesis rigurosa, despojada en absoluto
de exaltaciones oratorias, digresiones o adjetivación tropical:
una síntesis pedagógica, en el buen sentido de la
palabra. Los hechos básicos, las fechas principales, los
nombres influyentes y una certera y sobria calificación:
ese es, fue su objetivo. La vasta materia (caótica, indisciplinada)
se ordenó racionalmente en manos de Henríquez Ureña
y se dejó encerrar en una Introducción y ocho capítulos,
con un total de (apenas) 172 páginas.
La Introducción fija la más exacta denominación
para nuestra América: América hispánica en
vez de América latina; la situación geográfica,
los países que abarca (incluso Brasil). Examina el problema
de los idiomas con respecto a las metrópolis y en los distintos
países americanos. El primer capítulo, dedicado a
Las culturas indígenas, estudia no sólo las más
evolucionadas (la azteca, la quechua) sino otras más primitivas.
Determina el grado cultural de cada una e indica, finalmente, el
aporte de las culturas indígenas de América a la civilización
universal (p. ej., aporte en plantas: el cacao, el maíz,
la papa o batata, etc.). En el capítulo segundo, El descubrimiento
y la colonización de América, traza Henríquez
Ureña un rápido panorama de España y Portugal
durante el Renacimiento y señala las consecuencias culturales
de la Colonización. (Una doble: por un lado "decapitó"
las culturas indígenas destruyendo sus monumentos; por otro,
los misioneros contribuyeron con su estudio de las lenguas indígenas
a la difusión y conservación de sus obras. Recuérdese
el caso del Popol Vuh). El capítulo tercero, La
cultura colonial, abarca un período de tres siglos. El
autor reseña desde la fundación de los primeros conventos
(el primero fue el de los padres franciscanos en la ciudad de Santo
Domingo, 1502) hasta la erección de las hermosas iglesias
barrocas del Brasil: Bahía, Olinda, Recife, Río de
Janeiro, Minas Gerais. También apunta la fundación
de colegios, seminarios, universidades y bibliotecas (La afición
a la lectura en aquellos siglos era enorme: "Así, en
1795, una sola remesa de libros recibida en El Callao, puerto de
Lima, sumaba 37.612 volúmenes" comunica el autor). También
la aparición de imprentas y periódicos. En veloces
trazos comenta los trabajos científicos y las primeras creaciones
literarias surgidas en estas tierras (La Araucana de Ercilla
o los Comentarios Reales del Inca Garcilaso, por ejemplo),
así como dibuja un panorama escueto de la literatura colonial,
completado con apuntaciones sobre música, artes plásticas,
arquitectura. En el capítulo cuarto se estudia La independencia
(1800-1825). Ante todo se señala la diferente evolución
política del Brasil: de Colonia a Imperio, como de Imperio
a República, sin mayores efusiones de sangre. La trayectoria
independientista de los distintos países americanos está
someramente indicada, sin descuidar (es claro) el examen de las
teorías políticas. La brevedad y la inquietud de este
período (dice el autor) no favorecieron la creación
de obras de arte. Se valoran, sin embargo, los principales esfuerzos:
las novelas del Periquillo Sarmiento, la poesía gauchesca
de Hidalgo, la poesía de exaltación revolucionaria
de un Olmedo o un Heredia, la obra múltiple de Andrés
Bello.
Los capítulos más densos, los más importantes,
son los últimos. El quinto (Después de la independencia)
abarca el período 1825-1960, época caótica
y terrible para América hispánica. (El Brasil ya
se advirtió tiene una evolución aparte. El imperio
bajo don Pedro II fué una "democracia con corona",
según dijera Mitre). Las fuerzas constructoras lucharon por
imponer la legalidad. Se redactaron y promulgaron constituciones,
se intentó devolver la prosperidad a los pueblos arruinados
por las guerras, se pretendió regular las relaciones entre
la iglesia y el estado, se trató de resolver el problema
de la Instrucción pública. El progreso fué
lento. Pero se preparó la etapa siguiente. Aunque en este
período, "la manifestación superior de cultura
es la obra de construcción política y de renovación
social de los legisladores, estadistas y juristas", la literatura,
las ciencias y las artes adquirieron mayor importancia y volumen.
Con su acostumbrada nitidez Henríquez Ureña distribuye
el enorme y disperso material. El romanticismo está muy bien
examinado. No olvida destacar, por ejemplo, que "el romanticismo
llegó a América (1832), directamente desde Francia,
poco antes que a España", y ésta es la primera
vez que América se anticipa a la metrópoli. En el
capítulo sexto, Organización y estabilidad,
se reseñan los treinta años que corren de 1860 a 1890.
Ahora se advierte un equilibrio general. "Las instituciones
son estables desde entonces, con poca variación. Las discordias
civiles, si no desaparecen, disminuyen; hay todavía gobiernos
demasiado autoritarios pero hay respeto para las formas legales,
donde no los hay se finge". Se abre entonces la galería
de figuras ilustres o representativas. Es la época de Eugenio
María de Hostos, de La Prensa y La Nación
de Buenos Aires, de las investigaciones filológicas de Rufino
José Cuervo, de los Ensayos de Montalvo; la época
de la llorada María, de las grandes creaciones novelescas
de Machado de Assis, del leal Tabaré, de El gaucho
Martín Fierro; la época de Juan Manuel Blanes
y el caricaturista genial: José Guadalupe Posada; la época,
en fin, del Vals romántico de Felipe Villanueva, de
Sobre las olas del mexicano Juventino Rosas. El capítulo
séptimo, Prosperidad y renovación, alcanza
hasta 1920. Se abre con el Desastre español en Cuba: 1898.
Se cierra con los movimientos de Reforma Universitaria. Del punto
de vista filosófico implica la liquidación del positivismo
y la difusión de Bergson, Croce y William James. Del punto
de vista literario está ocupado por el Modernismo,
desde los precursores y jefes hasta los últimos epígonos.
La obra de los prosistas del modernismo está, también,
indicada. Sobresalen las figuras de Martí, Darío,
Rodó, Julio Herrera y Reissig. Estudia, además, Henríquez
Ureña el teatro (destacando las tournées de
artistas extranjeros, la obra de los Podestá, Florencio Sánchez);
la música, las artes plásticas, etc., cerrando el
capítulo con la mención elogiosísima de Figari.
El último capítulo, El momento presente (1920-1945)
evidencia, quizá mejor que ninguno, la fina percepción
de valores, la asombrosa erudición, la capacidad de síntesis,
que poseía Pedro Henríquez Ureña. Los movimientos
políticos están claramente indicados, desde la defensa
del proletario y la redención del indio, hasta las intentonas
de tipo fascista que (en el Brasil) culminaron con la Constitución
de 1937. El desarrollo de la prensa (especialmente de las revistas
literarias), las empresas editoriales, los centros de enseñanza
e investigación, la orientación filosófica,
los trabajos científicos, la evolución literaria,
la música culta y la popular, las artes plásticas,
la arquitectura, todos estos aspectos aparecen reseñados
con precisión y lucidez, con justicia. (Hay omisiones, pero
¿cómo evitarlas en obras de esta naturaleza?).
Una copiosa Bibliografía (más de treinta páginas),
dos detallados índices: de nombres y analítico, y
veintisiete ilustraciones muy adecuadas, completan el volumen y
facilitan su aprovechamiento.
Este somero examen del contenido de la Historia de la cultura,
apenas permite advertir su riqueza, el esfuerzo intelectual que
representa, la suma de conocimientos que maneja, la honestidad de
sus conclusiones. Sólo consultando directamente la obra y
conociendo la labor desarrollada por Pedro Henríquez Ureña
a lo largo de 45 años, puede apreciarse justamente su valor
y la enorme importancia de sus afirmaciones.
En las solapas del libro los editores plantean al lector esta pregunta:
"¿Existe la unidad cultural hispanoamericana?"
La mejor contestación la da este libro claro, conciso,
luminoso. No porque Henríquez Ureña plantee y resuelva
la cuestión, sino porque sus páginas son el mejor
testimonio de esa realidad que es la cultura hispanoamericana."
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