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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Un retrato de André Gide"
En Marcha, Montevideo, nº 295, 17/08/1945
p. 15.

Klaus Mann: "André Gide y la crisis del pensamiento modernista". Traducción de León Mirlas. Editorial Poseidón, Bs. Aires, 1944, 340 páginas.

"En alguna parte de su vasta obra ha dicho André Gide: "Ne me comprenez pas si vite, je vous en prie". Esta suspensión del juicio, tan patéticamente solicitada, no responde a un deseo narcisista de morosa contemplación de la propia obra. Responde a la firme y honesta convicción de que todo juicio instantáneo, así como toda definición inapelable, sólo pueden mutilar y desfigurar la verdadera, múltiple y cambiante realidad que ofrece André Gide. Esta dificultad, este malestar que se experimentan al acercarse a su obra con fórmulas preparadas de antemano, la conoce cualquiera que haya intentado expresar por la palabra su experiencia de este autor impar. Pero esta no es la única dificultad. Otra no menor es la de luchar contra la abundancia desorientadora del material documental acumulado por el mismo Gide. El primero en intentar la comprensión y la aprehensión de su esencia (de sus esencias) ha sido el propio creador, quien ha utilizado con tal fin las formas literarias más disímiles, desde la autobiografía objetiva (Si le grain ne meurt, 1926) hasta la ficción novelesca (Les faux-monnayeurs, 1925) o la anotación cotidiana y subjetiva (Journal, 1889-1939). El resultado ha sido una documentación de primer orden, pero (como es natural) extremadamente compleja y difícil de manejar.

Contemplando los dos rostros de Goethe, el izquierdo y el derecho, Pierre Abraham ha descubierto que uno (el derecho) expresa la Sabiduría y el otro la Pasión, agregando, además, que en la figura compuesta predomina la impresión de Sabiduría (Figures de Goethe, en la revista "Europe", 1932). Por el contrario, con respecto a Gide, el crítico puede aventurar que una experiencia semejante arrojaría el saldo favorable a la Pasión, ya que el costado izquierdo de Gide es delator: allí, efectivamente, la pasión contenida con violencia está pronta para el salto. Esto es lo que hace tan verdadera y tan definitiva su declarada inestabilidad; esto es lo que hace tan inútiles por principio todos los intentos de simplificación y de divulgación de sus ideas.

Quizás sean prescindibles esas reflexiones previas, ya que el objeto visible de esta nota es la reseña de la biografía de Gide por Klaus Mann. Quizás no sean prescindibles porque ellas expresan el riesgo ineludible y el defecto original de toda empresa semejante, lo que permite rebajar la responsabilidad de Klaus Mann y sirve a la vez para destacar su joven audacia.

Sin embargo pocas personas estaban en mejores condiciones que Mann para lograr su objetivo. Mann pudo conocer a Gide cuando éste se hallaba en el vigor de su madurez y cuando su influencia podía ser decisiva, al punto que el mismo Mann declara que Gide es el "hombre a quien debo más que a nadie intelectualmente" (ver página 275). Por otra parte la cultura y la inteligencia del biógrafo le permitían recoger directamente todas las complejas alusiones de las obras de Gide. Pero los resultados fueron bastante inferiores a lo que, lógicamente se podía esperar.

El joven Mann se proponía cumplir en esta obra tres cometidos esenciales. Se le puede juzgar, por lo tanto, de tres puntos de vista. Una rápida enumeración valorativa arroja estos resultados:

1. –Como biografía la obra resulta demasiado pobre de información y demasiado sintética en la exposición de los hechos fundamentales de la vida de Gide. No sólo prescinde de muchos episodios significativos, sino que escamotea, además, el comentario profundo de los que presenta. Así, por ej., no hay casi nada de la amistad con Paul Valéry o con Roger Martín du Gard –las que están suficientemente documentadas en muchas páginas del inagotable Journal. Tampoco está indicada con suficiente penetración la relación íntima –centro de casi todas las crisis morales y espirituales de Gide– con Emmanuele, su esposa. (A ese respecto el Journal es un poco elíptico o reticente, aunque contiene abundante material). El aspecto biográfico aparece, en resumidas cuentas, como una débil cuerda sobre la que oscila peligrosamente el libro.

2. –Como crónica de la época contemporánea, su valor es escaso. El cuadro de ambiente que traza Mann adolece de los mismos defectos que el retrato de primer plano: esquemas apresurados y omisiones injustificadas. En cierto sentido estos defectos se agravan porque el retrato individual es casi siempre inteligente, mientras que los breves apuntes de otras personalidades son casi siempre superficiales (p. ej., lo que dice de Julien Green en la página 12, no supera las peores greguerías del temido Klabund en su Historia de la literatura). Por otra parte la importancia moral, intelectual y estética de Gide aparece poco documentada en sus profundas resonancias.

3. –Como crítica literaria, estrictamente hablando, no existe el libro. Los comentarios de Mann no pasan de ser una glosa inteligente o una exposición servicial del contenido inmediato de las obras de Gide; nunca llega a la crítica propiamente dicha. Compárese si no su comentario de Les faux-monnayeurs con el riquísimo autocomentario de Journal des faux-monnayeurs (1925).

Estas breves anotaciones indican el balance poco favorable de una obra cuyo tema, cuyo autor y cuyo subtítulo prometían tanto. Pese a todo no se debe olvidar un valor relativo de esta biografía: puede servir de introducción, no demasiado infiel, al pensamiento y a la obra de Gide. Una introducción que adiestre al lector, permitiéndole abordar luego los textos fundamentales insustituibles del propio Gide. "

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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