Introducción al método del Sr. Concha.
En: Revista Iberoamericana, v. 37, nº 75, abril-junio
1971,
p. 349-356.
"André Gide comentaba cierta vez en su Journal
(octubre 10, 1918) el recurso polémico favorito de Chesterton:
inventar una teoría absurda, atribuírsela a algún
crítico anómimo, y luego aniquilarla victoriosamente.
Aunque oficiante de otra capilla, el Sr. Concha practica una variante,
no menos victoriosa, de ese recurso: la reducción caricaturesca,
de algún punto de vista ajeno, la aniquilación total
de esa caricatura. Aunque sería fácil recordar el
dicho célebre ("Los muertos que vos matáis, gozan
de buena salud"), el hecho de que la dirección de la
Revista Iberoamericana haya decidido dar cabida a las fantasías
del Sr. Concha, obliga a una respuesta más detenida.
En un lugar de su pedestre trabajo el Sr. Concha se refiere a algunos
puntos de vista de mi libro sobre Pablo Neruda, El viajero inmóvil
(Buenos Aires, 1966), sobre las relaciones entre el poeta y su padre.
En la reducción jibárica que practica el Sr. Concha
sobre esos puntos de vista, yo habría indicado en tres
lugares esa relación:
-página 29: comentario a un poema del Memorial de Isla
Negra (poema que el Sr. Concha no transcribe aunque sí
transcribe un pedacito de mi comentario);
-página 34: comentario a una reminiscencia infantil de Neruda
sobre cómo su padre recibió su primer poema (tampoco
transcribe el Sr. Concha el texto de Neruda; también transcribe
sólo un pedacito de mi comentario);
-página 40: comentario al significado simbólico del
uso que da Neruda en su bohemia de Santiago a una capa ferroviaria
que le había obsequiado su padre (aquí el Sr. Concha
se supera: no transcribe ni siquiera un pedacito de mi comentario,
lo que no le impide refutarlo; tampoco indica la página de
mi libro para que el lector no pueda localizar el pasaje original).
Esta reducción caricaturesca, este jugar con los textos,
recortarlos de su contexto, suprimir las reveladoras citas de Neruda,
le permite al Sr. Concha condenar en bloque mis puntos de vista.
Un repaso detenido de lo que realmente digo en mi libro se
impone si el lector de la Revista Iberoamericana, y su digna
Dirección, no van a ser víctimas de los métodos
críticos del Sr. Concha.
En primer lugar, en no menos de doce lugares (no sólo
en los tres caricaturizados por el Sr. Concha) hago referencia
en mi libro a las relaciones de Neruda con su padre, tan importantes
para la comprensión profunda de su personalidad y de su poesía.
Los enumero:
-página 16: se esboza aquí una interpretación
general: Debido a la hostilidad del padre, que no quería
que el niño fuese poeta, Neruda debe inventarse un seudónimo.
En vez de firmar sus versos con su verdadero nombre (Ricardo Neftalí
Reyes) los firmará con el seudónimo de Pablo Neruda,
que a partir de diciembre 28, 1946, se convertirá en nombre
legal del poeta. También se señala allí que
en el Canto general ha quedado una huella
de su ambivalencia ante el apellido paterno, el suyo hasta 1946.
Reyes aparece un par de veces en una lista de execrados nombres
de conquistadores, de incendiarios rapaces, violadores de América.
Pero también aparece más adelante en otro poema del
mismo libro, como nombre de pueblo, oprimido y explotado por los
capitalistas locales o extranjeros.
Nada dice el Sr. Concha de este cambio de nombre y de la circunstancia
de que Reyes sea un apellido ambivalente en sus poemas;
-página 26: se transcriben unos versos de Crepusculario,
el primer libro de Neruda (1923), que comienzan:
Padre, tus ojos nada pueden.
Nada dice el Sr. Concha de estos versos en su artículo.
-página 27: se transcriben unos versos del Canto general
(1950) en que Neruda vuelve a referirse a su padre:
y la barba dorada de mi padre saliendo
hacia la majestad de los ferrocarriles,
versos que asocian no sólo la imagen del padre al ferrocarril
(el padre era obrero ferroviario) sino que subrayan su barba dorada,
de español. Nada dice el Sr. Concha de esta cita;
-página 28-29: se transcribe un largo pasaje del Memorial
de Isla Negra (1964), en que Neruda describe a su padre en estos
términos:
El padre brusco vuelve
de sus trenes:
reconocimos
en la noche
el pito
de la locomotora
perforando la lluvia
con un aullido errante,
un lamento nocturno,
y luego
la puerta que temblaba;
el viento en una ráfaga
entraba con mi padre
y entre las dos pisadas y presiones
la casa
se sacudía,
las puertas asustadas
se golpeaban con seco
disparo de pistolas,
las escalas gemían
y una alta voz
recriminaba, hostil,
mientras la tempestuosa
sombra, la lluvia como catarata
despeñada en los techos,
ahogaba poco a poco
el mundo
no se oía nada más que el viento
peleando con la lluvia.
Aunque el Sr. Concha transcribe mi comentario a este pasaje, como
no transcribe el texto de Neruda, se evita explicar a su lector
que es Neruda, y no el crítico, el que presenta esa imagen
aterrorizante, de su padre hostil, llegando en la noche con todo
el estrépito de la locomotora y la tormenta. Me echa a mi
la culpa de una interpretación que el poeta, a los sesenta
años, y en el libro autobiográfico que escribe para
celebrarse, presenta como fidedigna. Curioso método el del
Sr. Concha;
-página 30-32: se comenta una página en que Neruda
evoca un episodio de infancia, cuando le hacen beber una copa de
sangre de cordero. Ese texto, uno de los más reveladores
que ha escrito, no sólo describe su horror sino que lo vincula
con un episodio posterior: la visita al cementerio donde está
enterrado su padre.
Cito un fragmento de "La copa de sangre", que está
reproducido en la página 31 de mi libro:
Entro en un patio, voy vestido de negro, tengo corbata
de poeta, mis tíos están allí todos reunidos,
son todos inmensos, debajo del árbol guitarras y cuchillos,
cantos que rápidamente entrecorta el áspero vino.
Y entonces abren la garganta de un cordero palpitante, y una copa
abrasadora de sangre me llevan a la boca, entre disparos y cantos,
y me siento agonizar como el cordero, y quiero llegar a ser centauro,
y, pálido, indeciso, perdido en la desierta infancia, levanto
y bebo la copa de sangre.
Si este pasaje es notable por lo que simboliza del rito de iniciación
en la edad del hombre, no menos notable (y terriblemente revelador)
es el siguiente, que encadena, con el anterior, después de
un punto y aparte:
Hace poco murió mi padre, acontecimiento estrictamente
laico, y sin embargo algo religiosamente funeral ha sucedido en
su tumba, y este es el momento de revelarlo. Algunas semanas después
mi madre según el diario y terrible lenguaje fallecía
también, y para que descansaran juntos trasladamos de nicho
al caballero muerto. Fuimos a mediodía con mi hermano y alguno
de los ferroviarios amigos del difunto, hicimos abrir el nicho ya
sellado y sedimentado, y sacamos la urna, pero ya llena de hongos,
y sobre ella una palma con flores negras y extinguidas, la humedad
de la zona había partido el ataúd y al bajarlo a su
sitio, ay, sin creer lo que veía, vimos bajar de él
cantidades de agua, cantidades como interminables litros que caían
de adentro de él, de su sustancia.
Pero todo se explica, esta agua trágica era
lluvia, lluvia tal vez de un sólo día, de una sola
hora tal vez de nuestro austral invierno, y esta lluvia había
atravesado techos y balaustradas, ladrillos y otros materiales y
otros muertos hasta llegar a la tumba de mi deudo. Ahora bien, esta
agua terrible, esta agua salida de un imposible, insondable, extraordinario
escondite, para mostrarme a mi su torrencial secreto, esta agua
original y temible me advertía otra vez con su misterioso
derrame mi conexión interminable con una determinada villa,
región y muerte.
El texto completo de "La copa de sangre", se reproduce
en las páginas citadas de mi libro sobre Neruda para documentar
su visión de "la magia y los terrores imborrables de
la infancia" y para mostrar a qué tipo de imaginería
simbólica ha ido reduciendo el poeta la imagen de su padre.
Naturalmente, nada dice el Sr. Concha en su estudio de esta interpretación
autobiográfica;
-páginas 32-34: se transcribe y comenta un fragmento de
las Memorias de Neruda (publicadas en la revista brasileña
O Cruzeiro, en 1962), en que el poeta cuenta la primera reacción
de su padre a la noticia de que el niño quiere ser poeta:
Después de tomar con mano distraída el poema que le
alarga el niño, el padre
distraídamente lo leyó, distraídamente
me lo devolvió, diciéndome.
¿De dónde lo copiaste?
Y siguió conversando en voz baja con mi madre, de sus importantes
y remotos asuntos.
Me parece recordar que así nació mi primer poema y
que así recibí la primera muestra distraída
de la crítica literaria.
También se transcriben en las páginas citadas de
mi libro, las confidencias que una vieja tía de Neruda, doña
Glasfira, hizo a Margarita Aguirre y que ésta reproduce en
su Genio y figura de Pablo Neruda (Buenos Aires, 1964):
sus primeras poesías le costaron azotes, pero
él siguió incólume hacia la meta que le iba
a dar celebridad. Nosotros no supimos estimularlo. Nos hubiera gustado
más que siguiera una profesión liberal, que ganara
dinero. Pero él se fugó por entero a su inspiración
tan honda. Ningún interés humano puede desviarlo.
Por esta confidencia es posible conjeturar que Neruda recibió
algo más sólido y hostil que la distracción
de su padre como respuesta a su vocación de poeta. Que tuvo
que imponer su voluntad contra el desprecio y el castigo, que debió
ampararse en un seudónimo para poder seguir publicando sus
versos. En mi libro se advierte al lector:
Sin duda el proceso que aquí se sintetiza
ha sido más largo y complejo, con etapas intermediarias en
que la indiferencia de José del Carmen por los versos de
su hijo habrá dado paso a una sonrisa tolerante; sólo
después, cuando comprendió que el muchacho realmente
quería ser poeta, la tolerancia se convirtió en firme
oposición. Cuando es indudable que el muchacho ha de ser
sobre todo poeta, el duro hombre rubio de ojos dulces deja las sonrisas
y las amenazas y hasta castiga. De ese terror y ese desafío
a la figura paterna, de esa rebeldía y de esa convicción
de la fatalidad de su destino, nace Pablo Neruda, el poeta. Su padre
fue su primer crítico y marcó para siempre la relación
del muchacho, del joven, del hombre, con futuros críticos.
Inútil subrayar que de toda esta documentación, el
Sr. Concha sólo cita las dos últimas frases de
mi comentario. Al omitir tanto el testimonio de Neruda sobre
la recepción de su primer poema, como el de doña Glasfira
sobre los azotes, el Sr. Concha se permite una fácil victoria
imaginaria;
-página 40: se comenta el uso que da Neruda a la capa de
ferroviario que le dio su padre al partir a la capital, y se transcribe
el pasaje autobiográfico correspondiente:
La Empresa de Ferrocarriles proveía a mi padre,
para sus labores a la intemperie, de una capa de paño gris
que nunca usó. Yo la destine a la Poesía. Tres o cuatro
poetas comenzaron también a usar capas parecidas a la mía,
que cambiaba de mano. Esta prenda provocaba la furia de las buenas
gentes y de algunos no tan buenos.
Aquí el Sr. Concha se sobrepasa: sin citar el texto de
Neruda, ni citar tampoco ninguno mío en apoyo de sus afirmaciones,
me atribuye una interpretación que no hago y que sí
Neruda hace. Yo me limito a citar al poeta, sin agregar un sólo
comentario;
-página 44: se comenta el hecho de que para pagar la primera
edición de Crepusculario, Neruda haya vendido sus
muebles y un reloj que le había regalado su padre:
El sacrificio del reloj es simbólico en más
de un sentido si se tiene en cuenta no sólo la resistencia
de su padre a aceptar la poesía del joven, sino también
lo que el reloj significa como el símbolo de la posesión
viril del tiempo. Así como había metamorfoseado la
capa de ferroviario del padre en capa de la poesía, ahora
convierte el reloj en libro de versos. Curiosos y metafóricos
desquites.
Nada dice el Sr. Concha de este episodio del reloj, a pesar
de que es aquí donde yo también hablo del significado
simbólico de la capa. Pero el Sr. Concha no tiene interés
en discutir sino los temas que su caricatura le autoriza:
- página 66: se hace una referencia a una carta que el padre
escribe a Neruda durante la estancia de éste en el Oriente.
En una carta del poeta a su amigo Eandi, aquél anota que
es la "primera carta en casi tres años". Nada
dice el Sr. Concha de esta carta, ni del posible origen del silencio
del padre;
- página 97: se comenta la muerte de padre y se refiere una
anécdota, transmitida por Margarita Aguirre en su biografía,
que ese mismo día Neruda escribe el primer poema del Canto
General; Nada dice el Sr. Concha de este episodio;
- página 220: se comenta el poema, "Estatuto del vino",
de Residencia en la tierra, y se afirma:
También se canta allí a los hombres
del vino, esos chilenos del Sur que el poeta conoció de niño
y de los que fue paradigma su propio padre, el duro y lejano ferroviario,
esos hombres que fueron sus compañeros en la lejana bohemia
de Santiago.
Nada dice el Sr. Concha de este pasaje que, infortunadamente,
no parece encajar en su esquema dialéctico;
- página 236: se comenta el origen del verdadero del Canto
general y se escribe.
El libro nace el día de la muerte de José
del Carmen Reyes, el duro ferroviario que nunca quiso que su hijo
fuera poeta. En la noche de mayo 7 de 1938, el poeta se encierra
en el escritorio de la casa del doctor Manuel Martín, pide
papel y escribe el primer poema de lo que será (diez y hasta
once años más tarde) el Canto general. A la
mañana siguiente (ha contado el doctor Martín a Margarita
Aguirre), el dueño de casa encontró lo que había
escrito la noche antes el poeta. Es un fragmento del libro II del
Canto general, "Los conquistadores", en que evoca
al duro Almagro.
En mi libro se transcribe el poema entero, que muestra a Almagro,
como un ave rapaz, arrojando la mirada ávida (como de macho
en celo) sobre la tierra chilena. Nada dice el Sr. Concha de este
episodio ni de mi comentario.
Para concluir: Basado en los documentos autobiográficos
del poeta (que reiteradamente señalan su hostilidad que existía
entre él y su padre), apoyado en las confidencias de familiares
y amigos, citando escrupulosamente todos los textos a mi alcance,
he presentado una interpretación que ahora el Sr. Concha
se propone refutar por el método chestertoniano de la caricatura
y la demolición imaginaria. Estoy dispuesto a creer que mi
interpretación es insuficiente, hasta errónea. Pero
no será el Sr. Concha con sus omisiones estratégicas
y sus citas truncas el que me habrá de convencer. El Sr.
Concha tiene todavía mucho camino que recorrer antes de poder
sacar ninguna conclusión sobre mis puntos de vista.
Debe, ante todo, analizarlos uno por uno (doce y no tres
lugares), restaurando las citas omitidas de Neruda y el contexto
completo de las opiniones que me atribuye; debe traer otros materiales
que contradigan mis documentos y puntos de vista; debe, en fin,
leer a Neruda en profundidad, lo que no parece haber siquiera empezado
a hacer en este artículo. Sólo entonces se hará
acreedor a que su texto sea publicado en la Revista Iberoamericana,
y que sea leído con alguna seriedad. mientras tanto su trabajo
sólo sirve pare documentar la mediocridad de un método
ni siquiera polémico."
EMIR RODRIGUEZ MONEGAL
Yale University.
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