Roberto de las CarrerasRoberto de las Carreras nació en Montevideo en 1873 y murió en la misma ciudad, en 1963. Fue poeta, diplomático y, ante todo, un polémico dandy en la escena del novecientos montevideano. Como ha planteado Ángel Rama, “su arte no se explica sin su vida y su vida no se explica sin su época”. Roberto fue hijo natural de Ernesto de las Carreras —secretario del Gral. Leandro Gómez— y de Clara García de Zúñiga, una descendiente de patricios, famosa por una vida de riqueza y excentricidades. Su condición de hijo ilegítimo, condena a ser silenciada por cualquier familia burguesa, fue exaltada por el propio poeta, así lo sintetiza Emir Rodríguez Monegal: “descubre que su única salida es asumir la imagen que los otros le han impuesto: lo han hecho bastardo, y empezará por proclamarlo, transformándose de víctima en victimario. De aquí nace su poesía, de aquí su desafío, de aquí sus desplantes y escándalo”. Con la herencia recibida tras la muerte de su padre, viaja a Europa en 1895 y regresa convertido en un dandy. Alternando el juego entre persona y personaje, se autotitula Doctor en Anarquismo y Voluptuosidad y pasea su bandera del Amor Libre y la Revolución Sexual por la escandalizada aldea montevideana. En tiempos de estudio, había sido amigo de Carlos Vaz Ferreira, pronto lo será de Julio Herrera y Reissig. Tras una nueva muerte —de su madre esta vez—, Roberto hereda otras riquezas, pero hacia 1906 su dinero se esfuma. Con apoyo oficial, es designado cónsul en Paranaguá, Brasil. De acuerdo a Arturo Sergio Visca, sus escritos son más importantes por “su calidad testimonial que por sus calidades literarias”. Escribió poesía, prosa poemática y narrativa, y prosa de libelista. Según el crítico, es en esta última donde revela su mejor talento, “un casi endiablado ingenio para la invectiva”. Entre sus publicaciones se encuentran Al lector (1894), Sueño de Oriente (1900), Amor libre, interviews voluptuosos con Roberto de las Carreras (1902), Yo no soy culpable… (1905), Psalmo a Venus Cavalieri (1905), Diadema fúnebre (1906), La visión del arcángel (1908) y La Venus celeste (1909). Con menos de cuarenta años, Roberto de las Carreras comienza a padecer los primeros síntomas de la enfermedad mental que, ya avanzada, lo hará pasar confinado el resto de su vida. Desde muy joven soñaba la gloria marmórea y, al decir de Ángel Rama, recibió a cambio “una corona de sombras”. Muere a los 90 años, tras medio siglo de reclusión, con un recuerdo muy vago de su pasado. |