Francisco
Acuña de Figueroa (1791-1862) nació y murió en
Montevideo. Recibió una formación clásica, tal
como se impartía en la época colonial, de la que no
se apartó, a pesar de los sucesivos y profundos cambios ideológicos
y políticos de los que dio testimonio a lo largo de su cuantiosa
obra poética. Fue, en su época, "el poeta de Montevideo",
de sus avatares, de sus mandatarios y de las personas de relevancia
en aquella sociedad. Cronista en verso de los episodios más
dramáticos, registró los acontecimientos, día
a día, del Segundo Sitio de Montevideo y fue autor del Himno
Nacional uruguayo y de otros himnos; tradujo obras clásicas
y contemporáneas, incorporó formas y ritmos populares,
compuso poemas visuales, epigramas, anagramas, acrósticos en
los que celebra, entre loas y burlas, una gran variedad de estampas.
Describió su caudalosa producción como compuesta por
piezas Patrióticas, Amatorias, Fúnebres, Jocosas, Religiosas,
Ingeniosas, Enigmáticas, Varias, Epigramáticas y Satíricas,
sin contar aquellas que excluyó, ocultó y olvidó.
En su autorretrato, se presenta en los siguiente términos: |
|
Era algo trigueño, De rostro festivo, De talle mediano, Ni grande, ni chico. De nariz y boca Un poco provisto Y el lacio cabello Algo enrarecido. Eran apacibles Sus ojos y vivos, A veces locuaces Y a veces dormidos. Su rostro era feo Más no desabrido, Sino que inspiraba Confianza y cariño. Tuvo algunas veces Defectos y vicios, Mas su alma era noble Su pecho sencillo. Un lunar tenía Con vello crecido Fijado en el medio Del diestro carrillo. |
Su acento era suave |