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"La literatura como pasión"
por Roger Mirza
En "La Semana" de El Día, Montevideo, año 6, nº 345
16-22/11/1985, p. 9.

 

Reconocido mundialmente como crítico y ensayista, con decenas de publicaciones dentro y fuera del país, Emir Rodríguez Monegal fue director de la sección literaria de "Marcha" durante más de 15 años, colaborador de "Escritura", codirector y fundador de "Número", director de "Mundo Nuevo" y, desde hace más de una década, profesor catedrático de la Universidad de Yale (actualmente Director de Estudios). Invitado especialmente por la Biblioteca Nacional, el Instituto de Profesores "Artigas" (donde fuera profesor) y otras importantes instituciones, para participar junto a Haroldo de Campos en la Segunda Sesión del Seminario Internacional de Teoría y Crítica Literaria, Rodríguez Monegal dictó una conferencia sobre "Borges / Derrida / De Man / Bloom: la desconstrucción 'avant et aprés la lettre'."

Entre sus principales publicaciones destacamos: su estudio sobre Andrés Bello, "J. E. Rodó en el Novecientos" (1950), "El juicio de los parricidas" (1956), la introducción a su edición crítica de las "Obras completas de J. E. Rodó" (1957), "Narradores de esta América" (1964), "Las raíces de Horacio Quiroga" (1963), "Literatura uruguaya del medio siglo" (1966), "El viajero inmóvil" (sobre Neruda), "Borges, par lui même" (1970), "J. L. Borges: A literary biography" (1978) que fue traducida al italiano (Primer Premio en Treviso), al francés y paradojalmente al español (por Homero Alsina Thevenet), "Noticias secretas y públicas de América", Tusquets, Madrid, (también premiado en España), "Antología de la literatura latinoamericana desde la época de Colón al siglo XX" (1977). Actualmente se encuentra preparando sus "Memorias" en varios tomos de los que ya está casi pronto el primero.

Con posterioridad a ser redactado este reportaje el formidable crítico y ensayista uruguayo dejó de existir en Estados Unidos aquejado por un mal incurable. Esta entrevista, en consecuencia, es la última que concedió en Montevideo, en oportunidad de su corta estadía en el Uruguay y de su conferencia sobre Jorge Luis Borges.

 

– En una entrevista así no se sabe por dónde empezar. Comencemos por el final: después de tantos años, ¿por qué vuelve a Uruguay?

ERM: Yo preguntaría, más bien, por qué no pude volver a Uruguay durante todos estos años. Bueno. Los militares no me dejaban. Primero porque mi hija fue acusada de tupamara y como yo le mandaba 80 dólares por mes para que no se muriera de hambre me acusaban de financiar a los tupamaros. Creo que a 80 dólares por cabeza tendrían para tomar el ómnibus. Después empezaron a preguntar por qué tenía un apartamentito en Montevideo y tenía problemas para la renovación del pasaporte. Con amigos en el consulado uruguayo, me lo renovaban clandestinamente, pero eso era peligroso para ellos y para mí, hasta que en 1979 me dijeron: Señor, no se moleste en venir más por acá. Entonces tuve que sacar pasaporte estadounidense porque (sin pasaporte) era como estar preso en Estados Unidos. Y a la primera señal de que había realmente democracia en este país me propuse venir. Claro que una cosa es proponerse y otra poder, porque me enfermé muchísimo e incluso este seminario estaba organizado para junio y en esa fecha yo estaba en el hospital para la segunda operación. Entonces, a la primera oportunidad que me dio el médico de venir, vine. De modo que la pregunta debería ser, ¿por qué no lo dejaron entrar, señor Monegal, a Uruguay en 1973?

– ¿Y cómo encuentra al país?

ERM: Voy a decir algo que tal vez sea mentira o sea falso. En primer lugar, me he encontrado con el país de la forma más viva posible, que es a través de la gente, de los viejos amigos, la familia, los colaboradores de otras revistas. Incluso gente con quien durante algún tiempo hubo alguna separación y vinieron a abrazarme, a darme su cariño. En fin, fue un regreso emocionante, de una emoción que hasta creo que me tiene un poquito enfermo, muy nervioso, muy contento. En cuanto a cómo encontré al país, veo que hay muchos y grandes problemas en varios aspectos. La democracia inmediatamente divide. Los poderes totalitarios no tienen ese problemita, ¿no? y otras cosas así. Pero, claro, esto lo veo pero no puedo salir mucho, leo los diarios no más. Personalmente, privadamente, maravilloso. Me había olvidado que había cielo azul, que las flores tenían olor, que los árboles podían ser verdes. Vivimos todos en el hemisferio Norte en un mundo tan poluido que ya no nos damos cuenta. Vivo en una pequeña ciudad (New Haven) de muy pocos habitantes, que no tiene por qué tener ese cielo entre gris y ocre como es todo el año, pero claro, del otro lado de la bahía hay una fábrica de productos petroquímicos. Nosotros nos resignamos y cuando vemos el sol que tienen ustedes todos los días nos parece mentira. Todavía estamos cerca aquí de algunos privilegios de un mundo imposible que allá aparece sólo en las películas y no en la vida cotidiana; que si comemos un tomate sabemos aquí que es eso, un tomate y no un producto químico. Por otro lado, veo que es un país que ha quedado muy atrasado desde el punto de vista del desarrollo tecnológico. Es un mundo idílico, preservado por milagro, pero con los grandes problemas del Tercer Mundo. Ahora, todos los países tienen los problemas del Tercer Mundo. En Estados Unidos, el problema de los chicanos, de los puertorriqueños en Nueva York, hay millones de personas que viven en niveles mínimos de subsistencia.

 

La cultura del Uruguay hoy

– ¿Cómo encuentra la cultura en Uruguay actualmente y qué visión tuvo desde afuera de aquellos años en que la "generación del 45" marcó una etapa decisiva en nuestras letras, sobre todo en la década del 60?

ERM: Son dos preguntas completamente diferentes. Respecto de la primera: yo recibía publicaciones, revistas, pero no todo y usted sabe lo difícil que es, aún estando en el país, conocer todo lo que se hace. Leía, tenía información pero no basta, porque una de las características de nuestra generación es que nunca nos bastó la información, nunca alcanzó. Y ahora, desde Estados Unidos y recibiendo cosas esporádicas... yo veía que pasaban ciertas cosas pero no sabía qué otras había y a veces ni siquiera entendía de lo que estaban hablando. Porque estaban opinando sobre cosas de las que no tenía información. La impresión que tuve es que hay una lucha muy grande de la gente que se quedó para conservar cierta unidad y hacer algo. La impresión que tengo ahora, en este momento, es que están enfrentados a problemas que son tan importantes que por más que uno quiera dedicarse a la cultura hay dificultades, limitaciones. La otra impresión es que realmente, a pesar de todo, hay grupos y dado uno de ellos [N. Del E.: no está claro en el original] quiere que se vuelva a ese nivel de enfrentamiento, de choque intelectual que es el nivel que produce la cultura, por más que algunos marxistas totalitarios digan que la cultura se dirige de arriba o que los capitalistas crean que es comprando gente que se hace. La cultura es muy compleja y con millones se pueden hacer programas de televisión maravillosos pero que son una porquería. El genio no espera que le paguen para escribir y puede surgir en países pobrísimos. África del Norte produjo a San Agustín, por ejemplo, pero claro, después más nada.

 

"La generación del 45"

ERM: Lo que quiero decir es que hoy existen, evidentemente, grupos pero eso y aquí viene la respuesta a la segunda pregunta sobre la generación del 45 en la medida en que estamos en estas cosas los antagonismos son a muerte [N. Del E.: no está claro en el original]. Si usted cree que la literatura debe ser dirigida, comprometida, no puede hablar con la misma persona que le diga que la literatura debe ser formalista, porque en este punto no se van a entender. Claro, la cultura no la hace un grupo solo, la hacen todos y eso fue la experiencia en "Marcha". Nosotros fuimos la generación más polémica que haya existido en Uruguay. Fuimos capaces de darnos de hachazos por un poema. Lo interesante era entonces que nos importaba tanto la literatura que podíamos darnos de tortazos en las esquinas por ella. La literatura no fue nunca un entretenimiento, ni algo para ganar dinero, sino una pasión. Entonces, cuando yo estaba en el medio del asunto, no me entendía con tal o cual grupo y los atacaba y me atacaban. Ahora, con la perspectiva actual, entre todos hicimos la cultura. Unos en MARCHA, otros en ASIR, otros en ESCRITURA, otros en CLINAMEN, otros en EL POPULAR. Ahora bien, en lo que estábamos todos de acuerdo era en que no íbamos a aceptar una literatura que no fuera importante para nosotros.

 

Creación y crítica

– Esta actitud hipercrítica ¿no piensa que pudo haber tenido efectos negativos sobre algunos creadores?

ERM: Eso es un problema que no tiene nada que ver con lo que estábamos hablando.

– Pero es una pregunta que le hago.

ERM: No, no. Digo, para no confundir las cosas. No es un problema específicamente literario. Pienso que no, porque son dos discursos de distinta naturaleza. Si usted está interesado en el discurso crítico usted es un crítico no va a estar preocupado de escribir una novela o una obra de teatro. Si está preocupado en escribir una novela o una obra de teatro piensa usar el discurso crítico como complemento de lo que está haciendo. Si quiere reírse un poco de la confrontación entre el crítico y el escritor lea la entrevista que le hice a Onetti allá por el año 80 en que nos presentamos como los paladines. "Usted, señor Rodríguez, es el crítico, me decía Onetti, y yo soy el escritor". Y tiene razón, el discurso de ficción tiene su mundo. Si usted como escritor de ficción es afectado por el discurso crítico, es algo suyo. Puede estar afectado por el complejo de Edipo o el de Asterix o lo que sea, pero no tiene nada que ver, son dos cosas diferentes.

–¿Usted no cree con Barthes y algunos otros estructuralistas que existe una fusión entre ambas cosas...?

ERM: Ah! Eso es otra cosa distinta. Su pregunta no era esa.

– Pero como usted dice que son dos lenguajes distintos...

ERM: No, pero su pregunta es específicamente sobre la lucidez crítica. Le diría que algunos sí y otros no. Hay escritores hiperlúcidos que cuando escriben novelas escriben discursos críticos, como Robbe Grillet, y otros, como Onetti, que no lo son y no les importa. Esto es un problema de cada escritor y es un problema de tipo sociológico o histórico. Es un problema que usted puede tener porque usted es una persona que en el fondo... Mire una persona que se plantee eso es alguien que o tiene inseguridad con su ficción o con su crítica o tiene inseguridad en ambas.

–¿Y quién no tiene inseguridad?

ERM: No. Ya sé, pero digo que la tiene a un grado extremo porque si no es obvio, ya ve, usted hace crítica y puede tener en el fondo de su cabeza una pequeña novela en 30 tomos sobre Uruguay en 1920. Pero la pregunta es ésta ¿qué escribe usted?

– Sí, hay que ser pragmático...

ERM: No, no; la cuestión es esta: si usted escribe crítica es porque en este momento la crítica es la única forma (de escritura) que puede realizar. Ahora, hace unos seis meses, cuando me di cuenta que me podía morir de cáncer un día u otro, agarré una libreta y me puse a escribir mis memorias. Yo las pensaba escribir algún día y mis memorias son ficcionales. Nunca había escrito ficción porque mi discurso crítico me dominaba pero ese otro discurso secundariamente existe en toda mi obra. Porque no sé si usted se ha dado cuenta que mis críticas son siempre narrativas. Yo cuento una historia, biografías literarias, que son narraciones, historias literarias.

(continúa en el próximo)

 

 
 
 
 
 

 

 

Responsables

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lbehar@multi.com.uy

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ssanchez@oce.edu.uy

 


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