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... todavía nos invaden sus montoneras de
jugadores de fútbol de
críticos cinematográficos de críticos literarios
de críticos
diacríticos entre argentina y brasil gime uruguay críticamente.
(César Fernández Moreno, "Un argentino de vuelta",
en MN 12, 14)
1. La crítica periódica
La emergencia de una literatura, la presencia sostenida de un grupo
de obras, consideradas como un conjunto homogéneo, en los
discursos jerarquizados de la cultura occidental es una consagración
raramente contemporánea a la producción misma. Ésta
es una de las razones por las cuales el caso de la "nueva novela"
latinoamericana, de su canonización vertiginosa en sólo
una década, es un objeto de estudio apasionante para el comparatista.
El boom (y no entraré aquí a discutir el término)
trajo consigo una multiplicidad complejísima de fenómenos
para-literarios; y entre ellos resulta particularmente interesante
el estudio de un discurso crítico de riqueza excepcional
en su variedad, en su abundancia y en sus contradicciones, que se
perfila en los años 60/70 simultáneamente a la publicación
de las obras, provocándolas, estimulándolas y, a veces,
precediéndolas. Este trabajo crítico se inició
en América Latina, pero la movilidad de los autores dentro
del continente, debida en su gran mayoría al exilio, se prolongó
en esos años hacia España, Europa y los Estados Unidos,
difundiendo sus modelos literarios con celeridad y eficacia.
La afirmación de la existencia de esta actividad puede parecer
extraña cuando ya es un lugar común lamentarse por
la insuficiencia de la crítica literaria en nuestros países.
El carácter mismo de la emergencia y la necesidad de afirmación
gradual de su objeto, la literatura latinoamericana, impidieron
su homogeneización y autoconciencia. Desperdigada en numerosos
países y manifestaciones, aislada y conflictuada política
y económicamente; templada en reiteradas crisis de capilla,
debatiéndose en la superación de maniqueísmos,
ejercida frecuentemente por los autores mismos, la crítica
vive vigorosamente en las revistas literarias. Y si la cantidad
es impresionante, no lo es menos la abundancia de informaciones
"en vivo" que nos brindan. Como lo señalan Lambert
(1980) y Swiggers (1982), el historiador debe estudiar el circuito
literario (producción, distribución, recepción,
traducción) para definir la literariedad de los textos según
un sistema de normas y de valores en evolución; y en el caso
que nos ocupa,
el análisis métodico de las revistas (...) ofrece
una fuente excepcional do informaciones primordiales sobre la
producción y la vida literarias, tanto del lado autor-editor
como del lado del público (Vlasselaers, 1982).
Ahora bien, ¿por dónde empezar?(1)
Hemos partido de una hipótesis: en todo discurso social (Angenot,
1984), incluso en ese mare magnum de discursos que es el
de las revistas latinoamericanas, hay modelos predominantes que
han logrado imponer sus sistemas de valores a los demás,
que los han exportado y "vendido" con más eficacia
que otros. Éstos son, precisamente, los más coherentes
y fáciles de detectar: tienen un programa claro que se destaca
nítidamente frente a los partidismos e incongruencias de
las periferias. La crítica uruguaya se perfila así
como uno de los hilos más fuertes y determinantes en la segunda
mitad del siglo, y en ella, desde luego, Marcha es un mojón
insoslayable. Puede decirse que sus redactores principales marcaron
los rumbos de, por lo menos, dos de las líneas críticas
más netas y definidas del continente; y en el caso particular
de Emir Rodríguez Monegal, la construcción de un Mundo
Nuevo cuyo discurso cobró fuerza y autoridad hasta constituir
a fines de los años sesenta uno de los parámetros
hegemónicos del modelo triunfante. Mentor indiscutido de
unos; blanco obsesional de las diatribas, ataques y calumnias de
los otros: nadie fue indiferente a su trabajo.
El estudio de una figura aislada, sin embargo, no puede ser sino
parcial ya que sus manifestaciones son entrelazamientos de relaciones
que las integran en las diferentes prácticas discursivas
de su época. Éste es el caso, particularmente, si
nos dedicamos al análisis de la primera etapa en la producción
crítica de Rodríguez Monegal como redactor y director
de Marcha desde 1943 hasta 1960. En este período no
pueden estudiarse sus posiciones individualmente, sino en contrapunto
con otras y, particularmente, con las de Ángel Rama (aunque
la confrontación, tal como la vislumbro
ahora, podría parecerse mucho al desenlace de "Los teólogos",
de Borges.)(2) También exige un estudio
plurívoco, a partir de julio 1968 y de su nombramiento en
Yale, su inserción en la crítica latinoamericana en
los Estados Unidos, junto a Alfredo Roggiano, la Revista Iberoamericana
y el Instituto Internacional. Allí encontró posiciones
y aspiraciones que coincidieron con las suyas, y su actividad se
multiplicó increíblemente hasta su último viaje
al Uruguay y su muerte el 14 de noviembre de 1985.
Entre esos dos períodos se encuentra la época de
la revista Mundo Nuevo, que es completamente diferente. Él
fue el dueño absoluto de su revista: él escogió
sus colaboradores, seleccionó sus entrevistas y sus materiales;
su función fue la del narrador omnisciente de "un"
mundo (entre muchos mundos posibles) que fue su entera creación,
y que se rigió según sus propias leyes: resulta absolutamente
legítimo, pues, considerarle eje y parámetro de toda
lectura de su propio territorio. Me centraré aquí
en esta segunda etapa porque es la única que puede estudiarse
como un todo independiente, aunque, desde luego, otras perspectivas
de lecturas deberán completar la mía para
describir las otras voces y las relaciones entre ellas que dinamizan
la revista.(3)
2. Mundo Nuevo
La revista, mensual, fue fundada en julio de 1966 en París.
La impresión que causan sus veinticinco primeros números
es la de una conciencia clarísima del proyecto emprendido
y de las maneras de realizarlo, sumadas a una eficacia y a una coherencia
totales en su ejecución. Rodríguez Monegal ha decidido
crear "una literatura" en el sentido en que emplea esta
expresión Octavio Paz:
la crítica es lo que constituye eso que llamamos una literatura
y no es tanto la suma de las obras como el sistema de sus relaciones:
un campo de afinidades y oposiciones (MN 21, 57).
Se trata de crear un espacio intelectual: un contexto, cuyas exigencias
se describen con precisión en la primera editorial de Mundo
Nuevo. Deberá ser:
a la vez internacional y actual; deberá establecer un
diálogo que sobrepase las conocidas limitaciones de nacionalismos,
partidos políticos (nacionales o internacionales), capillas
más o menos literarias y artísticas.
Esta caja de resonancia permitirá:
recoger en una publicación periódica, verdaderamente
internacional, lo más creador que entrega América
Latina al mundo para lograr una cultura sin fronteras, libre de
dogmas y fanáticas servidumbres (MN 1, 4).
La línea de trabajo fue, pues, la construcción de
una literatura latinoamericana y cosmopolita, que estableciera una
especie de Internacional de la cultura sin dejarse regir ni influenciar
por ningún otro criterio que el de su director:
Mundo Nuevo establecerá sus propias reglas de juego,
basadas en el respeto por la opinión ajena y la fundamentación
razonada de la propia; en la investigación concreta y con
datos fehacientes de la realidad latinoamericana, tema aún
inédito; en la adhesión apasionada a todo lo que
es realmente creador en América Latina.
Tomando esta presentación como punto de partida, veamos
los postulados que propone: qué referentes tienen, para Rodríguez
Monegal, los términos "internacional", "latinoamericano",
"actual", "creador" y "libre de dogmas";
y cuál es la metodología que le permitirá seguir
las reglas de "respeto", "rigor" y "apasionamiento"
que considera fundamentales. Efectuaré simultáneamente
para ello una lectura de las propias opiniones del crítico
y un análisis de la revista y de sus materiales.
3. Las opiniones de Rodríguez Monegal
A) Una literatura "latinoamericana" e "internacional"
El impacto de la novela latinoamericana en los años sesenta
suscitó en el extranjero una imagen unívoca de nuestra
producción cultural, y esta simplificación provocó
la reacción indignada, no sólo de los nacionalistas
autóctonos, sino también de los indigenistas europeos
cuya especialización los convertía en defensores de
"la diferencia", del color local y del regionalismo: no
es lo mismo un gaucho, desde luego, que un maya. Sin embargo, aquellos
intelectuales latinoamericanos que habían viajado mucho -o
que vivían en el exilio- abogaron por la superación
de los ghettos y por la intensificación del mestizaje: "el
maya" y "el gaucho" no existen en tanto categorías
abstractas: se trata de seres humanos complejos, que viven en el
siglo XX, como Borges o como cualquier europeo. Carlos Fuentes,
por ejemplo, alma tutelar de Mundo Nuevo, es presentado como un
intelectual que no sólo viajó por Europa, sino también
por los Estados Unidos y la Unión Soviética, adquiriendo
así la distancia necesaria para ver el conjunto de América
Latina sin chauvinismos. Rodríguez Monegal considera que
su amplitud de visión le permitió percibir nuestra
literatura como la vieron los lectores, editores y críticos
extranjeros:
sin parcelarla en pequeños cotos paraguayos, mexicanos,
uruguayos y chilenos, sino [...] como un todo orgánico
lleno de correspondencias internas y externas (MN 1, 21).
También Octavio Paz expresa la misma convicción:
no hay una literatura argentina, chilena o mexicana, sino la
literatura de una sola lengua. [...] La América Latina,
aunque subdesarrollada, es parte integral de Occidente (MN
3, 73).
Los nacionalismos son duramente fustigados por Rodríguez
Monegal. Así, censura a sus colegas de la revista Ercilla,
de Chile, con la cual habitualmente las relaciones son inmejorables
(MN 11, 88). Estos redactores, conjuntamente con los del
diario El Siglo, llamaron a críticos y escritores
a debatir el problema de la actual novela chilena. El director de
Mundo Nuevo, respondiendo al debate, aclara que "es
difícil establecer cálculos sobre bases nacionalistas"
y propone una visión continental. Su crítica se vuelve
irónica y mordaz cuando comenta una reunión similar
realizada en Argentina a instancias del diario El Mundo sobre
el tema "realismo y vanguardismo", donde se atacó
a la vanguardia del Instituto Di Tella, favorita del apoyo oficial
(MN 6): "la rancia enemistad de pronto se convertiría
en fraternal abrazo sobre el terreno, algo inesperado, del nacionalismo",
cuya mejor expresión, el peronismo, resulta paradójicamente
aceptable para sus adversarios tradicionales ya que "la izquierda
abandona su internacionalismo" como afirmó Roberto Cossa.
La sorna alcanza incluso a Fernández Moreno, presente en
la reunión, autor de un libro poético titulado Argentino
hasta la muerte. Ser colaborador fiel de Mundo Nuevo no
garantiza la impunidad, e incluso Severo Sarduy, el más actual
y vanguardista, quien recibe habitualmente todo el apoyo del director
en sus opiniones, le irrita cuando se obstina en hablar de una "búsqueda
de la cubanidad" (MN 2, 18).
Un grave peligro es la interpretación literal de] cosmopolitismo,
error frecuente cuando se habla de Darío (MN 7). La
crítica al propio país es una prueba de amor, porque
es una autocrítica, y nadie se traiciona a sí mismo
reconociendo sus propios defectos. Siniavski y Daniel (MN
1), Arthur Miller (MN 4), Orfila Reynal (MN 3, 82-83)
fueron perseguidos por haber atentado contra la "imagen"
de los países en los que vivían o trabajaban; Mundo
Nuevo busca a un norteamericano, Nisbet, para hablar del plan
Camelot (MN 9, 78-94) porque "el valor autocrítico
de un trabajo como éste no necesita ser encarecido"
(79). Si se critica a la patria es porque nos hace daño,
y es sobre esta base que se reivindica la virulencia de Martínez
Estrada, precisamente en artículos de César Fernández
Moreno, refrendados aquí por la bendición de la revista.
Lo que provocó la irrupción de la literatura latinoamericana
en el escenario internacional no fue su temática ni su color
local, sino una manera de creer que universalizó lo propio,
que permitió trascender el regionalismo incorporando todo
lo que de fértil pudiera tener lo extranjero, lo ajeno, lo
diferente. La apertura es el signo de los intereses de Mundo
Nuevo en el continente y fuera de él. Todos los grandes
escritores, y particularmente los de lengua española, han
sido criticados por "extranjerizantes" (MN 7, 39):
desde Garcilaso, por "italianizante", Góngora,
por "latinizante", Darío, por "afrancesado",
Borges por "anglófilo": y han sido precisamente
ellos los que han renovado la lengua literaria de su tiempo. El
exilio, voluntario o forzoso, resulta casi inevitable para romper
el alelamiento en el que vivimos y, como dice Fuentes:
encontrar toda una serio de correspondencias y de afirmaciones
en las relaciones abiertas de la cultura (MN 1, 9). Los
grandes nombres de la literatura latinoamericana son casi sin
excepción gentes que han vivido fuera de su patria una
época de su vida,
acota Rodríguez Monegal, porque "cada día se
reduce más el espacio para las culturas de provincia".
Se puede echar raíces a distancia sobre la propia tierra,
aunque también sea posible, como en el caso de Rulfo (la
excepción que confirma la regla) encontrar lo universal en
un pedacito de tierra.
El cosmopolitismo debe comenzar entre nosotros mismos, enriqueciéndonos
con las culturas de los distintos países de América
Latina: y para ello hay que intensificar las posibilidades de comunicación.
Si bien Mundo Nuevo se interesa por "una visión crítica
de lo más nuevo y renovado de la cultura actual" ("Presentación",
MN 1)incorporando aquellos textos que puedan abrir horizontes,
es una revista esencialmente latinoamericana en su orientación
y materiales: más de un setenta por ciento de los textos
o metatextos que incluye lo son, en sus autores o en su temática,
y, por sobre todo, como lo veremos en el apartado "Metodología",
el nervio de la revista es la vida cultural del continente, cumpliendo
así con su propósito de creación de un contexto
y de un diálogo.
B) Una literatura "actual" y "creadora"
Diversos géneros son incorporados a la revista, pero su
presentación no es la misma. Hay, por ejemplo, una voluntad
muy clara de dar a conocer la poesía del continente, y en
cada número la producción individual es abundante
(con cierta preferencia por los colaboradores habituales, como Fernández
Moreno, o por los nuevos amigos, como Sucre, después del
Congreso de Caracas). Se percibe un programa bien delineado de presentaciones
globales por país: nueva poesía argentina, uruguaya,
peruana, etc: no se exige, aparentemente, el criterio de internacionalidad
que se reclama para la novela. El teatro, el cine, la escultura,
la pintura y la arquitectura tienen sus rúbricas, que alternan
de número en número a cargo de colaboradores permanentes,
mientras que para la política se busca en cada ocasión
el redactor más informado. La narrativa, por su parte, es
el coto personal del director, quien no vacila, sin embargo, en
publicar estudios polémicos ajenos, cuando los considera
interesantes como contrapunto a sus propias opiniones
o a las de los críticos especializados.(4)
Ha sido muy difundida la división en cuatro promociones
de escritores que realizó Rodríguez Monegal en la
ponencia del Congreso de Caracas, en julio de 1967: la primera,
la de los renovadores, reúne a Borges, Asturias, Carpentier,
Yáñez y Marechal, quienes cambiaron poco la factura
exterior de la novela, pero efectuaron la liquidación del
naturalismo y la proclamación de la obra literaria como obra
de ficción. Una vez esta conquista asegurada, la segunda
promoción, la de Guimarães Rosa, Otero Silva, Onetti,
Sábato, Lezama Lima, Cortázar y Rulfo; la tercera,
que incluye a Martínez Moreno, Lispector, Donoso, Fuentes,
García Márquez, Cabrera Infante y Vargas Llosa y,
finalmente, la cuarta, la de los novísimos, Puig, Sánchez
y Sarduy, tienen como preocupación común la estructura
de la novela y la transformación del lenguaje.
Entre los cuatro grupos, el más presente en Mundo Nuevo
es el tercero, y el cuarto hace su aparición: podemos considerar
que el criterio es el de la actualidad, aunque no faltan los "fundadores"
favoritos de Rodríguez Monegal, como Guimarães Rosa
y Lezama Lima, prácticamente desconocidos fuera de Brasil
y de Cuba respectivamente en esos años; Juan Goytisolo y
Max Aub son entrevistados para confirmar la universalidad de la
nueva literatura "de una misma lengua"; David Viñas,
que no es santo de su devoción, está allí para
probar la apertura de la revista a las corrientes críticas
que no coinciden con ella. Y el criterio fundador de toda referencia
a la novedad o calidad de un texto es, sin discusiones, Borges.
Como para muchos otros postulados críticos de Mundo Nuevo,
la entrevista bautismal con Carlos Fuentes es clave también
para interpretar la concepción de la literariedad que domina
la revista: la ficcionalización radical, la evolución
de la utopía a la epopeya y de ésta al mito como creación
total del lenguaje. La literatura no es una transposición
de la realidad: es una creación total y gratuita, es ficción,
y esta piedra angular borgiana permite superar los dualismos maniqueos
de] hebraísmo, de los Testamentos y del marxismo, para entrar
en el juego consciente de la palabra y de sus poderes (MN
1, 17). Si el lenguaje establecido es el instrumento del estatismo
y de la injusticia; si es la validación de un sistema caduco,
puede cambiar los referentes del mundo destruyéndose y recreándose
a sí mismo. Así el blanco más delicioso para
los críticos de Mundo Nuevo es el castellano de la Real Academia:
los catalanes, como Goytisolo, y los latinoamericanos lo violan
y corrompen alegremente, cambiándole no sólo el léxico
sino, de ser posible, la sintaxis y los espectros semánticos.
Las técnicas para construir los mundos ficcionales no pueden
ser gratuitas ni estáticas. A pesar de estar editada en París,
Mundo Nuevo no pierde ocasión de distanciarse del
nouveau roman, optando decididamente por una anglofilia crítica
y novelesca. El pop, el camp, la parodia, legitimizan
la utilización de imágenes culturales provenientes
de los comics y de la publicidad, del cine y de los objetos
vulgares o cotidianos, en la creación de inmensos puzzles
narrativos. "Somos contemporáneos de todos los hombres
en las mercancías y las modas [...] participamos apócrifamente
de la modernidad," explica Fuentes (MN 1, 14). Rodríguez
Monegal y Goytisolo distinguen dos modelos tipológicos en
la nueva novela: los que llevan a la perfección un determinado
procedimiento novelesco, como es el caso de Vargas Llosa, y "los
que sugieren una serie de lenguajes sin llevarlos jamás a
sus últimas consecuencias", vale decir, el modelo Rayuela
(MN 12, 53). En la entrevista con Sábato (MN
3) se retoma la distinción de los dos modelos, denominándolos
"novela novelesca" y "novela crítica de la
novela"; Rodríguez Monegal sostiene que estos modelos
han existido siempre (Tom Jones y Tristram Shandy)
pero que en la nueva novela se desarrollan utilizando una serie
de técnicas que vienen de la novela experimental de los años
20 y 30, de Joyce, Woolf, Proust, Mann y Faulkner.
Sus preferencias por la literatura anglosajona, y sobre todo, por
James, han familiarizado a Rodríguez Monegal con el estudio
de las técnicas narrativas. Si bien considera necesario el
análisis del "contorno", el director considera
-a diferencia de los críticos de la generación de
los "parricidas", a quienes "les importa más
la realidad de la que parte la obra literaria que la realidad que
ésta misma crea"- que no puede dejarse de lado el estudio
central de la obra en aquello que tiene de específicamente
literario. Y para ello, hay que conocer:
la obra precursora de los formalistas rusos, la labor verdaderamente
revolucionaria de la escuela de Cambridge o del New Criticism
norteamericano, la obra (...) de los estructuralistas franceses
(MN 18, 77).
Así, en 1966 y 1967, vale decir, seis años antes
de la publicación de Figures III de Genette en Francia,
Mundo Nuevo discutía con soltura problemas narratológicos,
y los propagandizaba en América Latina. Las discusiones con
Sábato y con Goytisolo analizan minuciosamente la construcción
de sus novelas, como lo hace también el artículo sobre
Vargas Llosa (MN 3). Pero esto, si bien manifiesta la actualidad
de la revista en los años del apogeo del estructuralismo,
no resulta tan sorprendente como su afirmación reiterada
de la historicidad del hecho literario y su insistencia en la contextualización
de los análisis, que adelantan tendencias de la crítica
de los años ochenta. En 1968, su artículo sobre Lezama
Lima, "Paradiso en su contexto" (MN 24),
es totalmente insólito. En un juego de auto-ironía
crítica, se desarrollan sucesivas lecturas "superficiales"
de la obra, desde diferentes perspectivas metodológicas que
se organizan comparándose al esquema de cuatro lecturas del
Convivio: literal, moral, alegórica y anagógica.
Cada uno de los análisis es parcial: pero el conjunto permite
una visión compleja del texto. Afirmar el carácter
relativo e hipotético de la interpretación en un medio
en el que la caza a las isotopías era el deporte favorito
y en el cual la existencia de una estructura profunda y única
de significado reflejada o representada en las estructuras de superficie
era un axioma sagrado, representa un acto pionero de coraje intelectual.
Ver en este artículo una semilla deconstruccionista es ir
demasiado lejos, ya que Rodríguez Monegal quiere, por sobre
todas las cosas, interpretar a un autor: pero se perciben en él,
indiscutiblemente, los signos de la posmodernidad.
1 Este plural 'hemos' se refiere a un proyecto de
conjunto de investigación, en curso en la Universidad de
Lovaina, del cual se han efectuado y se efectúan actualmente
diversos estudios sobre revistas latinoamericanas contemporáneas.
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2 Rodríguez Monegal lo utiliza como ejemplo
en su artículo sobre Darío y Rodó, "La
utopía modernista", en Revista Iberoamericana
112-113 (julio-diciembre 1980) 427-442: "ambos" Darío
y Rodó: "... eran hombres cultos y vivieron en las capitales
más internacionales de la América Latina de su tiempo;
ambos fueron (brevemente) amigos. Pero sus visiones eran, aparentemente,
tan opuestas que habitualmente se ha usado una imagen para negar,
y hasta destruir, la otra (...] En el cuento de Borges "Los
teólogos" dos personajes llegan a la presencia de Dios,
y descubren que para la mirada divina son uno y el mismo ser. La
Cosmópolis de Darío y la Isla de Ariel de Rodó
habrán parecido a sus autores, así como a muchos de
sus contemporáneos, opuestas e irreconciliables Utopias.
Pero ambas estaban formuladas en el mismo código literario,
ambas refejaban la misma écriture y la misma manera
de pensar."
Cambiando "las circunstancias, la hora y uno o dos nombres
propios", como concluye Borges en "Emma Zunz", este
texto podría utilizarse como epígrafe de un estudio
comparativo de la obra de ambos críticos uruguayos.
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3 Ann Opsomer está realizando actualmente
el análisis de Mundo Nuevo, incluyendo su "segunda
parte"; su estudio, además se relaciona con otras investigaciones
de Lovaina aún inéditas sobre las publicaciones del
Consejo por la Libertad de la Cultura y del I.L.A.R.I., como el
análisis de Cuadernos (1951-1965), efectuado pot Kristine
Vanneste y Annick Grimon y la tesis doctoral en curso de Kristine
Van den Berghe sobre Cadernos Brasileiros. La confrontación
con la tesis doctoral de Nadia Lie, sobre Casa de las Américas,
es también necesaria. Volver
4 Bajo el título de "Perú, ¿un
país adolescente?" en MN 4, 91-92, Rodríguez
Monegal resume "un interesante debate literario". El crítico
y traductor alemán Wolfgang A. Luchting publicó en
la revista Oigo un artículo titulado "Retratos
de un país adolescente: ¿Por qué?", en
el que afirmó que no sólo los personajes, sino los
autores mismos del Perú tienen una mentalidad adolescente,
causando las reacciones de José Miguel Oviedo y de Carlos
Zavaleta. Rodríguez Monegal matiza la interpretación
del texto de Luchting, y posteriormente refrenda la competencia
del crítico alemán, publicando un estudio suyo, "Crítica
paralela: Vargas Llosa y Ribeyro", en MN 8. Otro procedimiento
es el que podríamos denominar "la payada": en MN
8, por ejemplo, se publica un artículo de A. Boule-Christauflour
sobre Quiroga, llamado "Una historia de locos", que le
sirve a Rodríguez Monegal como punto de partida para una
reflexión personal, bajo el título de "Una historia
perversa". Volver
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