Javier de Viana nació en 1868 en Canelones y murió en el mismo departamento, en 1926. Fue periodista y un prolífico escritor que, como señala Arturo S. Visca, reconstruyó en su mundo narrativo múltiples aspectos de la vida rural en el Uruguay de los últimos treinta años del siglo XIX y los primeros del XX; cultivó “un ardido, áspero realismo”, creando “un orbe imaginario que, sin perder coherencia, es rico en invención anecdótica y variado en personajes”.
Viana fue estudiante de medicina pero abandonó la carrera. Dirigió en Treinta y Tres el periódico LA VERDAD, vivió en el campo como estanciero, fue militante del Partido Nacional, participó en las últimas guerras civiles, padeció luego exilio y pobreza. Aunque sus relatos presentan la épica de un mundo agreste en desaparición, la decadencia del gaucho como tipo social en tránsito a la realidad del paisano, el dramatismo de las situaciones y la definición minuciosa de sus figuras y paisajes no han perdido vigencia.
Campo (1896), su primer libro de cuentos, es el de “calidad más pareja, y uno de los títulos más importantes de la narrativa uruguaya” afirma Heber Raviolo. Lo siguen Gaucha (1899, su única novela) y Gurí (1901). A partir del fracaso de la revolución de 1904 y de su exilio de más de una década en Argentina, Viana se ve empujado a escribir para ganarse la vida. Se vuelve dramaturgo con piezas teatrales que nunca fueron recogidas en libro, y su producción de cuentos para diarios y revistas aumenta en enorme cantidad, aunque con la consiguiente pérdida de calidad. “Obligado a elaborar dos o tres cuentos por semana, sobre el mismo tema campero, publicó mucha cosa insustancial y se repitió bastante” alerta Zum Felde. Buena parte de estas narraciones las recoge en Macachines (1910), Leña seca (1911), Yuyos (1912) y Cardos (1919).
De regreso a Uruguay, ocupó en 1923 una banca como diputado. Murió tres años después en La Paz, Canelones, bajo una apremiante situación económica.