Arturo Despouey nació en Montevideo en 1909 y murió en España, en 1982. Fue dramaturgo y narrador, pero ante todo un destacado crítico teatral y cinematográfico.
Sus críticas podían leerse “como un placer independiente y acabado” afirma Hugo Alfaro. Las mismas fueron un acontecimiento revelador para sus contemporáneos y un modelo precursor para quienes aprendieron de sus planteos, siempre sorprendidos por la original gracia de su escritura y la vastedad de una cultura universal que deslumbraba tanto como sus gestos extravagantes y transgresivos, de los que dejaron abundante testimonio quienes lo conocieron. A modo de ejemplo afirma Hugo Rocha: “se le atribuían intenciones de emular a Roberto de las Carreras, Oscar Wilde y otros notorios transgresores, pero él prefería verse como un nuevo Don Quijote a quien la fábrica de sueños del cine, en lugar de los libros de caballería, proyectaba fuera de la realidad”.
El sentido de la aventura, tanto en las alternativas de la vida cotidiana como en sus emprendimientos mayores, lo impulsó a viajar a una Europa en plena guerra, a transmitir desde allí noticias e impresiones, actualizando a sus lectores y oyentes, desde la BBC de Londres, desde la UNESCO o la prensa montevideana, sobre los episodios históricos y culturales de una época que los prodigó.
Más allá de su destacado ejercicio periodístico (que incluyó la fundación y dirección de CINE RADIO ACTUALIDAD y las colaboraciones en MARCHA), fue también conferencista y autor de programas de difusión literaria y teatral. Como narrador publicó Santuario de extravagancias en 1927 y Episodio (film literario) en 1930, asimismo estrenó con importante suceso las obras teatrales Puerto (1941) e Impromptu isabelino (1952), dos piezas de una amplia y desatendida producción como dramaturgo.
Histriónico personaje de más de una novela, la originalidad de sus actitudes y realizaciones distinguió a Arturo Despouey como una figura de excepcional relevancia en el Uruguay